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LAS LUCES DEL OTOÑO EN CAZORLA por Andrés Martinez Rodriguez

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LAS LUCES DEL OTOÑO EN CAZORLA

La luz del otoño resplandece especialmente en Cazorla. El ocre de los altos cantiles rocosos salpicado de grandes rapaces volando y los verdes, amarillos y anaranjados tonos de los arboles y plantas de los huertos que se disponen escalonados en las laderas de las sierras del entorno, nos reciben cuando empezamos a ascender por la ruta a media mañana. Enfrente se perfila la esbelta torre del castillo de las Cuatro Esquinas que corona sobre un roquedo la ciudad y que me trae a la memoria la torre Alfonsina, por los pétreos muros y las ventanas que se abren con parteluz en la segunda de las plantas.
Las sendas en pendiente ascendente continúan llevándonos hasta las ruinas de la ermita de San Sebastián. Pasamos arroyos, secas cascadas y suelos encharcados, encaminándonos por el sendero en zig-zag que nos lleva a una alta cota, donde las laderas y los caminos están nevados. El fresco asciende desde la nieve cuajada donde quedan marcadas nuestras pisadas. Hace frio pero se disfruta de las magnificas vistas de la cabecera del río Cerezuelo y al fondo una inmensa V formada por las pronunciadas laderas que convergen donde se ubica la población de Cazorla.
Coronamos nuestro recorrido y tomamos por Riogazas para empezar a descender. Hemos podido contemplar desde distintas perspectivas el castillo de las Cinco Esquinas con su torre pentagonal desde donde se controla una gran extensión de territorio tamizado de olivares. Bajamos por una amplia senda donde se alternan los tramos con sombras de la umbría con los tramos iluminados de la solana, hasta llegar hasta el monasterio de Montesión.
Emprendemos la bajada hacía Cazorla cuando ha empezado a descender el sol y la luz va tomando un reflejo dorado que nos acompaña durante el zigzagueante descenso. Vuelven a aparecer las casas y los pequeños huertos escalonados, y en el último tramo de la pronunciada bajada, comienzan a oírse los tímidos chorros de agua que caen en los pilones por los pequeños caños que posiblemente han reanudado la conducción de agua tras las últimas lluvias.
Se vuelve a ver Cazorla al fondo de un camino salpicado de arboles, arbustos y sauces llorones, pasamos sobre una alfombra de hojarasca amarilla y anaranjada y otra vez aparece la torre del castillo de las Cuatro Esquinas y detrás los roquedos calizos iluminados por la luz dorada del atardecer.
Llegamos a la plaza y nos sentamos en una terraza al sol, donde nos sirven un reconstituyente y muy caliente te paquistaní con leche y comentamos el texto del poeta Manuel Molina, que hemos leído en el recorrido y que decía: «Llegado aquí el visitante piense que la pequeña adversidad de una elevación es tan solo un peldaño para alcanzar el paraíso».
Una bonita jornada para recordar.