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Paso Azul: el secreto mejor guardado

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Lorca, años 30. A pesar de la ola de anticlericalismo que se vivía en toda la España republicana, en Lorca los Pasos seguían realizando sus Desfiles Bíblicos Pasionales sin grandes problemas por haber sido considerados por las autoridades como “Fiestas Paganas”. Aun siéndolo oficialmente, el Cortejo lo cerraban las Vírgenes titulares de las cofradías, sobre todo las de los Pasos Blanco y Azul.

Hacía tiempo que entre la directiva “azul” se miraba con malos ojos no poder disponer de una talla procedente de una gubia de renombre. Los “blancos” tenían su Virgen de la Amargura, obra del genial Salzillo. Los “azules”, una imagen de un carpintero local llamado Manuel Martínez.

Dicen las crónicas que un fraile franciscano, al inicio de la Guerra Civil de 1936, escondió la Dolorosa para que los rojos no la pudiesen destruir, como iban haciendo aquellas hordas que procedentes de Molins de Rei iban robando, quemando iglesias y asesinando religiosos allá por donde pasaban. El paso inminente por la ciudad de aquella gentuza, comandada por un lorquino residente en la ciudad catalana, era conocido por los gerifaltes de la época. También, poco antes, fue avisado un conocido ricachón que posteriormente fue presidente de una Archicofradía de Lorca.

No fue por casualidad que aquel “rico”, luego venido a menos -a mucho menos-, de apellido Quiñonero, recibió una llamada telefónica de otro lorquino desde la Escuela Popular de Guerra de Paterna, en Valencia, lugar donde MANUEL MARÍN MULA, el jefe de aquellos bandoleros catalanes, recaló de paso hacia la Ciudad del Sol, y otras. En la conversación que un militar lorquino y “blanco”, alumno de la Escuela, mantuvo con su “conocido” advirtió a éste de la inminente llegada de la columna de milicianos rojos para que tuviera tiempo de salvar, en lo posible, las obras de imaginería de Semana Santa. Aquella llamada parecía providencial. ¿Y por qué avisar a alguien ajeno a la familia y, además, “azul”? Porque los teléfonos en los años 30 escaseaban.

virgen_de_los_dolores

Al poco de la llamada, el sacristán de San Francisco, Juan Pérez-Chuecos, llamaba al portón del caserón de la hoy Plaza de España, con un hato donde portaba la cabeza, manos y pies de la Virgen de los Dolores, que entonces era una “imagen de vestir”. La corona de plata y pedrería, así como las demás joyas que ciertas familias “azules” habían donado a “su” Virgen, ya estaban a buen recaudo en manos de aquel acaudalado. Las joyas de la Virgen, y las de la propia familia Quiñonero, fueron ocultadas en uno de los aljibes de la parte posterior de la casa. La Virgen fue, literalmente, emparedada, aprovechando los gruesos muros del palacete.

No tuvo tanta suerte el Paso Blanco. En primer lugar porque aquel Marín Mula era “azul”. En segundo lugar porque si la capilla de la Beneficencia se salvó -no así sus imágenes, con las que hicieron una hoguera en la cuesta de San Francisco- es porque formaba parte integrante del edificio que albergaba el mayor hospital de la ciudad: el Hospital de San Francisco, reconvertido en hospital de guerra. En tercer lugar porque el encargo de aquel interlocutor del militar para que avisase a su familia y pudiesen salvar, en lo posible, la talla de la Virgen de la Amargura y demás imágenes, nunca llegó a producirse. La llegada de las hordas rojas a Lorca pilló de sorpresa a casi todos con las consecuencias que todos los lorquinos conocen: la quema de la mayor parte de las iglesias y conventos; el martirio y asesinato de religiosos; los paseíllos, el pillaje y la destrucción que asolaron la Lorca de agosto de 1936.

La cabeza de la Virgen de la Amargura sirvió a los niños de improvisado balón hasta que acabó, irreconocible, en el lecho del río Guadalentín.

Fin de la contienda

Al terminar la guerra la actividad de reconstrucción y vuelta a la normalidad es frenética. Los Pasos de Semana Santa no eran ajenos a ello y ciertas familias entonces acaudaladas decidieron aportar “lo que haga falta” para que las imágenes “desaparecidas” fueran sustituidas de inmediato. Increíblemente para algunos, y no tanto para otros, la Dolorosa no aparece. Juan Chuecos había muerto en 1938 y sus últimas palabras eran más que premonitorias: “quien la tiene nunca hablará”. Era lógico. La familia Plazas había encargado al escultor valenciano Amadeo Ruiz de Olmos, uno de los más reconocidos de entonces, una nueva talla de la Virgen de la Amargura. Los “azules” no se podían “conformar” con la vieja talla de Martínez.

Y llegó el momento que tanto estaban esperando. Si los “blancos” vuelven a tener otra “firma” ellos no iban a ser menos. Así, varias familias “azules”, capitaneadas por la condesa de San Julián, encargaron al imaginero valenciano José Capuz -afincado en Madrid- la talla de la nueva Virgen de los Dolores, talla que llegó en tren a la estación de Sutullena, bajo custodia de dos inspectores de la Policía, donde la esperaba un cortejo de “azules” entre el que estaba la propia condesa. Y he aquí cuando grabó en la mente de los allí presentes la célebre frase de “¿No queríais una firma? Ahí la tenéis”, refiriéndose a la fealdad de la talla que en nada se parecía a la de Martínez, más del gusto de los lorquinos, inspirada en las dolorosas de Salzillo. Era el año de Gracia de 1942.

Estandarte_Dolorosa

¿Pero en qué o en quién se inspiró Capuz para la nueva talla? Lo hizo en la mozalbeta que aparece en la fotografía, fallecida muy joven, a quien sus familiares, que aportaron la mayor parte

del dinero necesario para la nueva Virgen, quisieron rendir homenaje. Su nombre: María Luisa Mouliaá Parra, hija de Angelina Parra Álvarez-Fajardo -camarera de la Virgen de los

Dolores- y nieta del fundador del Paso Azul: Eduardo Parra Fernández-Ossorio, hijo de Ángela Fernández-Ossorio y García-Serón, Señora de los Montes de la Villa de La Peza, una de las mayores fortunas de Lorca. En otro artículo hablaré de cómo un grupúsculo de “hijos de papá”, de escasos 17/18 años, hijos de los grandes terratenientes de la Lorca decimonónica, se enfurruñó con la directiva “blanca”, abandonando el Paso Blanco y absorbiendo la Hermandad de Labradores. Eduardo Parra había nacido en 1836. El Paso Azul se fundó en 1855.

Mucha gente no sabe que la actual Virgen de los Dolores no es una talla de vestir, sino que está esculpida en su integridad. Y está de rodillas, aunque no se aprecie en su trono. La razón por la que está en esa postura es porque Capuz, al igual que el resto de imagineros, esculpía la madera siguiendo las proporciones exactas de la modelo, y la modelo era tan alta, tan desgarbada, que de haberla tallado de pie no hubiese cabido bajo el palio, además de resultar desproporcionada a ojos de quienes la tendrían que ver desde abajo, a pie de suelo.

Hay una leyenda urbana que dice que Capuz se inspiró en el estandarte del Reflejo. Algo de cierto hay también, y es que hacer una talla de la Dolorosa tan alejada de lo que los “azules” acostumbraban a ver hubiese sido tan contraproducente como la fallida imagen de la Amargura de Ruiz de Olmos. Capuz se inspiró en la caída de ojos de la Virgen del Reflejo para tallar la nueva, una “caída” que la antigua no tenía, más parecida a las Dolorosas salzillescas que a la de Capuz. Y mucho más guapa, a mi entender. Sin entrar en si la gubia de Martínez es de mejor factura que la de Capuz o viceversa.

Pero he aquí la eterna pregunta: ¿Dónde está la vieja Virgen Dolorosa?

DOLORICASVIEJAEn el altar oculto que persona conocedora de primera mano me aseguró está en el palacete de la Plaza de España. Y ahí seguirá hasta que la cordura vuelva a esa casa. A día de hoy, eso sería como pedir peras al olmo. Es la idio… sincrasia de la Semana Santa de Lorca. ¿Absurdo? Sí, pero cierto. Hay que vivir y mamar la Semana Santa lorquina para poder comprender lo que a un foráneo le puede parecer una locura. La misma que se desata, año a año, en el fervor popular, en los vivas, en los llantos, y hasta en los insultos, propios de un Cortejo sin par. Por suerte… Por desgracia, esa “locura” parece no tener fin en algunas personas. Sesenta años parece tiempo más que suficiente para olvidarse de muchas cosas y verlas desde otra perspectiva.

Sé que por las características de algunos cofrades este artículo levantará ampollas en unos, incredulidad en otros y curiosidad en algunos. Incluso, en aras de un mal entendido “azulismo” procurarán insultarme y desprestigiarme con alguna que otra frase o acusación más o menos ocurrente o falsa; incluso calumniosa. Me la suda. La historia es la que es y el que la quiera rebatir que aporte datos o pruebas. Y el que no sepa, a la escuela. Así me lo contaron y así lo “reflejo”…

© FJ Mora

Fuente: http://tontolin.com/?p=2952