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El origen de Lorca, la ciudad de los príncipes de Troya.

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El origen de Lorca, la ciudad de los príncipes de Troya.

Cuenta el poeta Virgilio en su obra La Eneida que un rey troyano, Eneas, huyendo del desastre de su patria frente a los aqueos, embarcó en cuatro naves cargadas de tesoros, y acompañado de un nutrido grupo de gente principal, vagó por los mares y arribó a la península Itálica.

Se creyó salvado, pero fue traicionado, y después de una noche de sangre y muerte, solo unos pocos de la expedición consiguieron escapar. Eran los príncipes Elio y Crota, que volvieron al mar. Los vientos les fueron propicios, y durante toda la travesía fueron escoltados por una bandada de águilas. Por este motivo, creyendo en la intervención de los dioses, cuando divisaron las costas del Sureste Peninsular Ibérico, atracaron las embarcaciones en el lugar donde las aves se posaron, después de haber volado tres días en círculo sin atreverse a descansar. Los fugitivos construyeron un refugio al que llamaron «Águilas» y después continuaron su ruta a pie hacia el Norte.

Tras siete días de fatigosa marcha coronaron los altos picachos que coronaban la sierra, y descubrieron un maravilloso valle de ver-de color, surcado por un gran río que se parapetaba junto a una montaña, cuya cima se asemejaba a un barco griego, con la proa mirando al. Poniente y la popa al Levante.

Supieron entonces que los hados del Olimpo habían escuchado sus ruegos, y decidieron fundar una ciudad en la planicie del cerro que recordaba el contorno de una nao. Levantaron un templo en honor de Castor y Polux, y pusieron por nombre a la ciudad: Eliocrota, esto es, la ciudad de los Príncipes, que luego los romanos llamaron la Ciudad del Sol.

Estos son los personajes representados en la antigua sede del Concejo Municipal y posteriormente casa del Corregidor, en la plaza del Caño, frente a la colegiata de San Patricio. La catedral de Lorca. La cámara y las salas del concejo fueron construidas entre 1504 y 1525. El relieve de las alegorías de la Justicia y la Caridad, la alegoría a los míticos héroes fundadores de Lorca, coronados por un sol, icono de la ciudad, se atribuyen al escultor vizcaíno, Juan de Uceta, entre los años de 1750 y 1752.

La historia de los héroes troyanos es recogida por el padre Morote, en su obra Blasones y antigüedades de la ciudad de Lorca. Estos son los personajes representados en la antigua sede del Concejo Municipal y posteriormente casa del Corregidor, en la plaza del Caño, frente a la colegiata de San Patricio.

La Eliocroca de los Romanos,…

Tras la segunda guerra púnica se documenta, al igual que en todo el sudeste, un cambio en los patrones del asentamiento. Antes, la población habita las cumbres de los cerros, sitios fácilmente defendibles. Tras la conquista por parte de los romanos, estos no quieren a sus espaldas focos de resistencia que si habitaran los cerros serían difíciles de someter. Por eso se inicia un proceso de ocupación de todo el valle del Guadalentín, construyéndose numerosas villae  como La Quintilla, en torno a las cuales se articula la explotación del territorio y que atrae a numerosa población indígena.

Yacimiento romano de La Quintilla (Lorca)

En las recientes excavaciones efectuadas en el castillo, y en concreto en las estructuras halladas en el casco urbano, han permitido relacionar la Eliocroca de los romanos con la ciudad de Lorca. Apenas se han hallado restos arqueológicos de época altoimperial, en cambio si son frecuentes en el llano lo que prueba este traslado de la población.

Durante este tiempo (s. I-II d.C.) Lorca experimenta un gran auge que se documenta sobre todo en las magníficas villas construidas en su entorno; sin embargo, la crisis del siglo III d.C supuso otro punto de inflexión. La inestabilidad política y económica que se genera provoca el abandono de muchas de estas villas y mueve a la población otra vez hacia el Cerro del Castillo.

Del poblamiento de los siglos V al VII d.C poco se sabe; los restos arqueológicos, abundantes sobre todo en el Castillo, dan un testimonio de continuidad, ello unido a su importante situación estratégica hizo probablemente de la ciudad un establecimiento visigodo. En el cerro se desarrollarían todas las labores de la vida doméstica pero también las industriales.