Inicio Mi Rinconcico Antonio de Cayetano FUEGOS IRRACIONALES por Antonio de Cayetano

FUEGOS IRRACIONALES por Antonio de Cayetano

Ayer fue la gran noche de los cohetes en Águilas, al atardecer, la playa de levante se fué llenando de niños y mayores, de aguileños y foráneos que un año más, disfrutaron del bonito espectáculo de los fuegos artificiales.

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Mario Navarro gana el III Concurso Fotográfico Fuegos Artificiales de Águilas

Al género humano nos fascina el fuego, desde nuestros orígenes lo hemos adorado, fue nuestro primer Dios, el que nos dio luz y calor, con él vimos en la oscuridad, mitigamos el frio y cocinamos los alimentos. Quizá que por eso, llevamos en nuestros genes esa gran atracción por el fuego, atracción que para algunos es un problema, ya que cuando se enciende de forma impulsiva (como pasa en estos días), sin pensar en sus consecuencias, prendiendo cualquier cosa por el placer de ver como arde, se convierte en un trastorno grave llamado piromanía.

HOGUERA DE FUEGO EN PLAYA AGUILASAlgo así, aparte de incultura e incivismo, es lo que debieron de padecer aquel grupo de energúmenos, que en la tarde de un día como mañana, 14 de agosto, recién iniciada la guerra civil, se dedicaron a recorrer las iglesias lorquinas, sacando de su interior todo lo inflamable que en ellas había, e incendiándolo posteriormente en sus atrios, siendo pasto de las llamas, bancos, confesionarios, cuadros, libros, archivos y sobre todo y lo más lamentable, las cientos de imágenes y obras de arte que aquel día desaparecieron para siempre.

Fue en 1.931, semanas después de proclamarse la Segunda República, cuando comenzó esta violencia anticlerical, produciéndose entonces una ola de incendios a conventos de la que Murcia no fue ajena. En 1936, meses antes de iniciarse la guerra civil, también hubo numerosas quemas de edificios religiosos en diferentes pueblos de la región, siendo el 25 de julio, una semana después del alzamiento, el día en que la quema de iglesias fue más numerosa, afectando a la totalidad de las de Jumilla y Cartagena, pero hasta aquella fatídica tarde del 14 de agosto, Lorca se había visto libre de estos actos vandálicos.

Pero no fue gente residente en Lorca la que llevo a cabo esta salvajada, sino un grupo de anarquistas llegados semanas antes de la ciudad catalana de Molins de Rey, un pueblo que en 1.993 se hermanó con Lorca por ser tierra de acogida de emigrantes lorquinos, siendo precisamente un lorquino emigrado allí, el cabecilla de estos exaltados que arrasaron gran parte de nuestro patrimonio. Cuentan las crónicas de la época, que este sujeto llamado Avelino, se vino de Cataluña tras haber asesinado a varias personas por motivos políticos, y que una vez aquí, siguió también con la misma violencia, persiguiendo a los contrarios y cebándose especialmente con la Iglesia y los religiosos.

La parroquia de San Cristóbal fue la primera en ser saqueada aquella nefasta tarde, divirtiéndose posteriormente estos desaprensivos, con el arrastre de la imagen de Jesucristo hasta el centro de la ciudad. A este templo le siguieron los de San Diego, Santo Domingo, Santiago, San Patricio, Santa María, San Juan, San Pedro, San Mateo, El Carmen, San José, El Calvario, Virgen de las Huertas, e incluso otras ermitas de la huerta y campo lorquino.

FACHADA IGLESIA SANTA MARIA QUEMADA EN LA GUERRA CIVILComo parece que les falto tiempo para terminar su “hazaña” aquella noche, continuaron al día siguiente con su labor destructiva, tocándole entonces a los conventos de San Francisco, Mercedarias y Clarisas, edificios de dónde sacaron sus enseres, siendo cargados estos en camiones y llevados al medio del río, lugar donde posteriormente fueron quemados.

Cristo de la Misericordia (Destruido). Formaba parte de un 'Calvario' junto a obras documentadas de Salzillo.
Cristo de la Misericordia (Destruido). Formaba parte de un ‘Calvario’ junto a obras documentadas de Salzillo.

Se calcula en unas trescientas el número de imágenes destruidas, siendo veinte de ellas del insigne imaginero Francisco Salzillo, otras de su discípulo Fernández Caro y una del célebre Nicolás de Bussy.

Aquel día se salvó de la quema, la imagen de la Virgen de los Dolores del Paso Azul, ya que el sacristán la había escondido con antelación, pero desgraciadamente, este buen hombre murió antes de finalizar la contienda, llevándose su secreto a la tumba, y no sabiendo nada más del paradero de esta imagen. También se salvó de aquel horror, el Cristo Resucitado, contando la tradición popular, que fue “indultado” por los milicianos por llevar el brazo izquierdo levantado y con el puño cerrado, señal inequívoca de que era uno de los suyos, pero la realidad fue bien distinta.

Aquella noche la ciudad, parecía Valencia en fallas, con hogueras dispersas por todos los barrios y con las iglesias altas ardiendo, convirtiéndose algunos templos en tierra de nadie, lugares donde mientras niños y jovenzuelos se entretenían haciendo sonar las campanas, otros destrozaban por puro placer todo lo que encontraban a su paso, desde algún órgano, a cualquier objeto litúrgico, robando también las distintas piezas de oro y plata con las que tropezaban.

Los ciudadanos que se encontraban alejados de donde se producían los hechos, veían los resplandores de los fuegos y oían el estruendo de las campanas, pero sin saber muy bien lo que estaba ocurriendo, fue después cuando se fue conociendo el motivo de aquel alboroto, la sinrazón que se estaba produciendo. Lo sorprendente es, que este grupo de milicianos no pasaba de los veinte individuos, un número relativamente pequeño que se podía haber controlado, pero un número más que suficiente, para destruir en una sola tarde, cientos de años de nuestra historia.

Las situaciones de guerra son así de crueles y de fatales, cometiéndose muchos desatinos y disparates. Pero si aquellos fuegos fueron irracionales, más ilógica fue la pasividad de aquellas nuestras autoridades, que no supieron o no quisieron impedir esos actos vandálicos, anteponiendo quizá, el interés ideológico a los intereses del pueblo, pueblo que perdió de una tacada, grandes obras de arte y parte de sus monumentos.

Un legado histórico-artístico, que tampoco se intentó recuperar por los vencedores años después de finalizar la guerra, cosa que si que ocurrió en otros lugares de nuestro país. Esperemos que de una vez por todas, las conocidas como iglesias altas de Lorca, sean objeto de la atención de nuestras autoridades y de su total restauración, tarea poco difícil, si se es lorquino y se ama a Lorca y a su patrimonio.

Quienes no se lo pensaron dos veces aquella noche del 14 de agosto, fueron cinco vecinos de nuestra ciudad, gente que amando a Lorca, se indignaron al contemplar cómo ardía la iglesia de Santa María, armándose de valor y marchando hacia ella sin temer a las consecuencias, entrando en la iglesia en llamas y desmontando de su trono al Cristo Resucitado, el cual estaba intacto al no haber sido todavía alcanzado por el fuego, trasladándolo seguidamente hasta el Ayuntamiento, lugar donde estuvo a salvo hasta que finalizó la guerra civil.

DOCU_VERDADEl coraje de estos lorquinos, sin más afán que su amor por lo nuestro, es lo que hizo que la imagen realizada en 1.801 por Roque López, se salvase de aquella barbarie. También hubo gente en la huerta que defendió sus ermitas, enfrentándose a los violentos, pero sin embargo en la ciudad, no fuimos capaces de parar los píes a estos salvajes.

En otra ocasión hablaremos de los crímenes gratuitos a los religiosos, “asesinatos” que fueron cometidos en Lorca también por este grupo de milicianos llegado de Cataluña. Y es que la postura de la Iglesia contraria a la República, le salió cara, pues les costó la vida a 13 obispos, a 6.549 clérigos y religiosos y a 283 monjas. Un hecho atroz fue el sucedido en la ciudad de Murcia en septiembre de 1.936, donde el párroco del Carmen fue sacado de la cárcel, atado de pies y manos y arrastrado por el suelo camino de su barrio, cortándole una de las manos al pasar el río, en la plaza de Camachos, los genitales en el cercano jardín de Floridablanca, y una vez dentro de su iglesia, fue colgado de una pared y quemado vivo, igual que siglos atrás, había hecho la Santa Inquisición con los no creyentes.

Así estaba nuestro país hace ochenta años, lleno de odio, rencor y venganza, cometiéndose crímenes con total impunidad en cualquiera de los dos bandos.