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Lorca también fue judía. Historia de la judería y su sinagoga.

Más de 750 apellidos españoles son de origen judío, entre ellos algunos tan comunes en Lorca como Pérez, García, Gallego, Úbeda, Santa Fe, Hernández o Vidal. En el árbol genealógico de muchos lorquinos se encuentran, con plena seguridad, antiguos sefarditas y judíos conversos. Los restos arqueológicos de una judería y de la sinagoga del siglo XV, localizados en el castillo hace tres años, aportan ahora a los investigadores importantes datos sobre la existencia de la comunidad semita en la Lorca . multicultural del medievo.

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Lorca también fue judía. Historia de la judería y su sinagoga.

La ciudad de Lorca y el lugar donde actualmente se alza el castillo fueron pobladas desde hace más de 5.000 años. Las distintas excavaciones realizadas han dado a conocer rasgos de las ciudades superpuestas que se hallan latentes en el subsuelo. Su territorio fue habitado por pueblos prehistóricos, ibéricos, romanos y bizantinos, hasta que en el año 713 la ciudad es conquistadas por los árabes.

En el año 1244 Lorca es reconquistada por los cristianos y fue durante los siglos XIV y XV cuando se configura la judería del castillo, que estuvo vinculada a la monarquía castellana reinante.

Algunos expertos opinan que desde el siglo VIII antes de Cristo existieron asentamientos judíos en la península ibérica y otras corrientes teóricas estiman que fue hace dos mil  años cuando los judíos -presos y esclavos de los romanos- llegaron a España, la antigua Sefarad. En cualquier caso la presencia permanente, pero fluctuante, de estas comunidades en España está demostrada hasta el decreto de expulsión que en 1492 dictaron los Reyes Católicos y que, solo aparentemente, puso fin a la misma.

Los judíos que no se exiliaron se convirtieron por vía impositiva al catolicismo, a los que no sucumbieron se les confiscaron sus bienes y muchos fueron penitenciados y ajusticiados. Sin embargo, algunos investigadores como Miguel Iaffa aseguran que tres de cada cuatro hebreos se quedaron en España como conversos y que de esos judeoconversos procedemos muchos de nosotros.

El miqvé o casa de baños era un lugar donde se cumplía por inmersión total el rito religioso del baño de las mujeres después del período menstrual.

En el caso de Lorca la presencia judía  -teorizada durante décadas con acierto pero sin elementos materiales que la justificaran por reputados expertos como Cánovas Cobeño, Juan Torres Fontes, Andrés Martínez, Domingo Munuera o Manuel Muñoz Clares- ha quedado finalmente constatada con las excavaciones arqueológicas previas a la construcción del Parador Nacional de Turismo, que se realizaron a partir del año 2003 en el sector oriental del castillo de Lorca.

En esas excavaciones fueron localizados valiosos restos, hasta entonces ocultos, de un barrio judío y del templo en el que oraban los hebreos, una sinagoga del siglo XV, que ha despertado el interés y la expectación de las comunidades sefardíes más próximas geográficamente a la ciudad.

Según la arqueóloga Ana Pujante, artífice material de esas excavaciones, la capitulación musulmana y posterior ocupación cristiana de la fortaleza de Lorca en 1244 supuso el punto de arranque de una presencia estable de judíos en el municipio. La conquista de la ciudad por Alfonso X El Sabio fue aparejada a la aparición de nuevos ciudadanos en la villa y entre los nuevos repobladores se encontraban ya algunas familias judías dedicadas sobre todo a la medicina, los préstamos, el comercio, la recaudación y los negocios, una actividad vital para consolidar la estabilidad y la economía del territorio recién recuperado del dominio islámico.

Mirados siempre con actitud recelosa por el resto de la comunidad, los judíos que vivieron en Lorca tenían vetado el ejercicio de ciertas profesiones y oficios, pero la situación fronteriza de la ciudad sí favoreció su actividad comercial con el Reino de Granada o su trabajo como alfaqueques o negociadores especializados en la intermediación para el rescate de cautivos. Es el caso, por ejemplo, del judío Samuel Abenyacho, al parecer bastante eficaz en estas lides.

Historiadores como el lorquino Francisco Cánovas Cobeño (1820-1904) aseguran que los judíos -una colonia de entre 180 y 200, según versiones- vivieron en un gueto situado en las inmediaciones del castillo de Lorca, cerca del paraje de Los Pilones, al abrigo de la alcazaba y también repartidos entre los actuales barrios de San Pedro y Santa María. Con su urbanismo estrangulado por las murallas que los separaban del barrio cristiano, los judíos tuvieron que adaptarse al desnivel del terreno y fueron especialmente utilitarios en el aprovechamiento del espacio.

Según Pujante las viviendas de los semitas lorquinos se adosaban a las murallas y solían tener planta ortogonal, con dos o tres habitaciones rectangulares a distintos niveles comunicadas por escalones.

El trabajo de investigación de esta arqueóloga y su equipo también ha permitido localizar bancos de obra adosados a los muros y recipientes cerámicos encajados en el suelo que pudieron servir como braseros o cocinas, aunque al parecer fue rasgo distintivo de los judíos su mimetismo arquitectónico, por lo que excepto por el lugar del asentamiento era difícil distinguir la casa de un sefardí, un musulmán o un cristiano en la Lorca bajo-medieval, en la que hubo una extraña mezcla de amistad y distanciamiento, tolerancia y discriminación y cuya prolongada permanencia solo puede explicarse, según los teóricos, por la fragmentación del poder y la debilidad del Estado.

Esta particular multiculturalidad de la Lorca medieval, que ha vuelto ha reproducirse al final del siglo XX y en el principio del siglo XXI,  tiene que ver con el hecho principal de que musulmanes, judíos y cristianos tenían una vida cotidiana y económica en gran medida común.

LA Sinagoga

Al margen de aspectos sociológicos, urbanísticos y domésticos, el legado sefardí en Lorca tiene, desde luego, su punto más interesante en la sinagoga del castillo, un ejemplo único del arte religioso judío en España, que también se distingue de las construcciones de Siria y Palestina.

Lo que hace “única” a la sinagoga es el hecho de que conserva elementos del estrado y la vía sacra que conducía al mismo, y que se ubican en zonas del templo diferentes a las de construcciones de Siria o Palestina.

La sinagoga tuvo capacidad para acoger sentados a unos 70 fieles durante los ritos de lectura de la Torá (libro sagrado de los judíos) y, aunque presenta detalles propios de los templos sefarditas de la misma época, cuenta con otros inéditos hasta ahora en construcciones similares.

El templo lorquino se sitúa a escasos metros de la ermita cristiana dedicada a la advocación de San Clemente y está excavada en el terreno -lo que ha permitido su fosilización y conservaciónporque según la normativa de la época no podía destacar en altura sobre las iglesias y reproduce elementos típicos de los templos hebreos con un vestíbulo, oratorio y un graderío específico para mujeres.

Sus muros disponían de rebancos de yeso en todo el perímetro del templo, que todavía se conservan, y en los que los fieles seguían los ritos judíos, aunque las paredes del templo no tenían decoración pintada al fresco, sino que pudieron estar cubiertas con cortinajes, según se desprende de la aparición de clavos.

Dos de estos rebancos se sitúan en torno al estrado en el que el rabino leía la Torá y fueron utilizados por niños, personalidades importantes de la comunidad judía o por coros que acompañaban las celebraciones religiososas.

Durante las excavaciones que dirigió Ana Pujante se localizaron en el interior de la sinagoga diversos objetos como un pequeño estilete para el rito de la circuncisión, un «yad» o varilla metálica para señalar la lectura de los textos sagrados y fragmentos de las yeserías que decoraban el nicho del arca de la alianza, además de piezas de cristal y cadenas de lámparas que pendían del techo, monedas del reinado de Enrique III, otras de escudo portugués, un anillo con una inscripción, pilas para las abluciones, diez candiles de ocho brazos para el rito de la Fiesta de las Luces, candiles de cinco puntas, platos de loza decorados en dorado y azul y objetos con la estrella de David.

Lo que la hace «única»  es el hecho de que conserva elementos del estrado y la vía sacra que conducía al mismo y que se ubican en zonas del templo diferentes a las de construcciones de Siria y Palestina.

La judería de Lorca

La comunidad judía en la Península Ibérica tuvo una importancia destacable en la sociedad medieval. Integrados dentro del mundo urbano, los judíos y los musulmanes tenían un tratamiento especial debido a su religión. Dependían directamente de los monarcas y se encontraban bajo su protección. A cambio, tanto musulmanes como judíos debían pagar un impuesto especial y exclusivo a dichas comunidades.

La comunidad judía tenía un importante peso específico en la Lorca Medieval.

     Además de tratarse de una fuente de ingresos rentable para los monarcas, la protección a estas minorías étnicas tenía una justificación clara, pues se veían acosados por un sentimiento de exclusión social fuertemente defendido por la Iglesia cristiana.

Una comunidad eminentemente urbana

     A diferencia de las comunidades mudéjares que se dedicaron fundamentalmente al trabajo de los campos, para los judíos resultaba necesario y ventajoso vivir en la ciudad, protegidos por los muros y por la institución del concejo.

 Imagen relacionada    Pero dentro de la ciudad vivían separados del resto de la comunidad en su barrio, llamado judería o aljama, que se diferenciaba claramente del resto de barrios de la ciudad por el uso de muros que cercaban el barrio.

     En el caso concreto de Lorca (ver vídeo), la judería se encontraba dentro de los muros de la alcazaba, accediendo a la misma sólo a través de la puerta del Pescado.

     La separación física de los barrios tenía como objetivos la protección de los judíos, pero al mismo tiempo significaba una clara división étnica de la comunidad de Lorca, dejando manifiesto que los verdaderos vecinos lorquinos eran los cristianos, y que los judíos se consideraban un grupo ajeno a las decisiones de la ciudad, pero al mismo tiempo necesarios.

La comunidad lorquina

     La judería de Lorca se constata ya en el siglo XIV, mostrándonos una comunidad muy activa y que aportaba una gran riqueza a la ciudad. Sus moradores se dedicaban fundamentalmente a las actividades artesanales y financieras. Su papel en el ámbito fronterizo fue muy activo, moviéndose con cierta libertad de un lado a otro de la frontera, activando las relaciones comerciales.

Resultado de imagen de LORCA JUDIA     A pesar de los tiempos difíciles vividos por los judíos en España a finales del siglo XIV debido a los ataques a las juderías, la comunidad de Lorca se mantuvo floreciente hasta el año 1492, momento en el que la política religiosa de los Reyes Católicos decretó la expulsión de todos los judíos de sus reinos.