Inicio Cosas de Lorca Personas y Asociaciones PÉREZ CASAS, UN EXCELENTE LORQUINO (Continuación)

PÉREZ CASAS, UN EXCELENTE LORQUINO (Continuación)

Si la pasada semana recordábamos al músico lorquino por su relación con el Himno Nacional, el cual había readaptado por encargo del rey Alfonso XIII. Hoy toca rememorar su carrera musical, una larga y apasionante vida dedicada por completo a la música.

0
A Diez Minutos del Centro - Blogspot Escultura homenaje a Bartolomé Pérez Casas, situada en la confluencia de la calle que lleva su nombre con la calle Jerónimo Santa Fe.

PÉREZ CASAS, UN EXCELENTE LORQUINO (Continuación)

Un arte en el que fue instrumentista, compositor, catedrático y un magnifico director, llegando a dirigir con solo 24 años de edad, la gran Banda del Real Cuerpo de Alabarderos de Madrid, la que hoy conocemos como Unidad de Música de la Guardia Real. Un maestro que comenzó su andadura en nuestra ciudad, en la calle de San Ginés (próxima al porche de San Antonio), lugar donde residía su abuelo Juan Casas, el cual fabricaba guitarras, daba clases musicales y dirigía la Banda Municipal de Música. Banda a la que también llegó a pertenecer el joven Bartolomé antes de abandonar su pueblo natal con destino a Cartagena, ciudad donde a la edad de 16 años ocupó la plaza de requinto (clarinete pequeño) en la banda del 3º Regimiento de Infantería de Marina.

Bartolomé Pérez Casas nació en Lorca el 24 de enero de 1873, fruto del matrimonio formado por Juana Casas y Serafín Pérez, zapatero de profesión. Pero por la escasez que atravesaban sus padres, se crió con los abuelos maternos Juan y Patrocinio, mostrando desde temprana edad su interés por la música, una aptitud que se vería favorecida por la ayuda recibida de su tío y padrino, el doctor José María Casas, que era un apasionado de la música, si bien eligió la medicina entre sus dos vocaciones, dejando la música en segundo lugar. Música que inculcó en su ahijado, convencido de la capacidad que el sobrino tenía para desarrollar esta disciplina. Así Bartolomé aprendió muy rápido solfeo de manos de su abuelo, dominando pronto la flauta, el clarinete, el violín e incluso el piano, realizando al mismo tiempo por correspondencia, estudios de armonía y composición. Un interés que chocaba con la apatía que su hermano Pepe tenía para los estudios, abandonando muy pronto la escuela por falta de motivación y entusiasmo y yéndose a ejercer de monaguillo a la cercana iglesia de San Juan.

Igualmente Bartolomé abandonó la banda del Regimiento de Infantería de Marina, pero para superarse, para ampliar sus conocimientos, marchándose al Real Conservatorio de Música de Madrid, lugar donde finalizó sus estudios musicales en 1893. Opositando dos años después para músico mayor del ejército y ganando una plaza en la banda del Regimiento de Infantería España, unidad militar que también estaba de guarnición en Cartagena y a la que llegó a dirigir. Fue en esta ciudad donde conoció a la que más tarde sería su esposa y compañera durante toda su vida, Angelita Ros, olvidándose ya de Concha Núñez, aquella primera novia que tuvo en Lorca en el barrio de San Cristóbal. Pero poco tiempo estuvo el nuevo matrimonio en Cartagena, ya que en 1897 se trasladaron a Madrid, al ser nombrado Pérez Casas director de la banda del Real Cuerpo de Alabarderos, una banda donde se daban cita los mejores músicos militares de la época, siendo una de las mejores bandas de España. Una banda que dirigió durante 14 años, hasta que en 1911obtuvo por oposición, una vacante de Catedrático de Armonía del conservatorio madrileño, abandonando entonces el estamento militar.

Antes, entre 1904 y 1907, había sido viola segundo de la Orquesta Sinfónica de Madrid (entidad privada fundada en 1904). En 1906 había fundado la “Sociedad de instrumentos de Viento de Madrid para Música de Cámara”, y en 1908 hizo el arreglo de la Marcha Real como Himno Nacional por encargo de Alfonso XIII. Pero su mayor gloria, fue a partir de 1915 con la Orquesta Filarmónica de Madrid, la cual dirigió durante treinta años, siendo cofundador y su primer director, debiéndose a él los grandes éxitos que tuvo esta orquesta por todo el país. Cuentan que cuando se estaba fraguando la nueva agrupación musical y pensaban en él para su dirección, hubo quien puso en duda sus dotes para dirigirla, ya que difería mucho de una banda militar. Pero los profesionales de la nueva orquesta, muchos de los cuales habían pertenecido a la Banda de Alabarderos, preferían a Don Bartolo (así lo llamaban) como su director, un hombre metódico y ordenado, al que le gustaba el trabajo bien hecho. Tan bien le gustaba hacer las cosas, que para no defraudar a nadie, resolvió someterse a un “examen” para que sus detractores salieran de dudas, promoviendo un ensayo que se llevó a cabo el 11 de enero de 1915 en los locales de la Banda Municipal de Madrid, saliendo airoso del mismo como único e indiscutible director.

Una vez nombrado Pérez Casas director de la nueva orquesta y tras semanas de ensayos, la Orquesta Filarmónica de Madrid integrada por 94 músicos, debutó en el Teatro Price de la capital de España el jueves 18 de marzo de 1915 a las cinco de la tarde. Un concierto de presentación y a beneficio de la Asociación de la Prensa que resultó todo un éxito, siendo repetido el mismo programa el sábado 27 de marzo a las diez de la noche en el Teatro de la Zarzuela. Tal fueron los éxitos que obtuvo la nueva orquesta, que la sinfónica, la otra también privada de la capital, tuvo que superarse con el fin de no quedarse atrás, ya que el público y la crítica estaban con la nueva, la filarmónica que con tanto acierto dirigía nuestro paisano. Siendo la orquesta de Pérez Casas la que se hizo con la mayor parte de los conciertos populares que organizaba el Círculo de Bellas Artes en la capital de España, lo que convirtió la fundación de la nueva orquesta en el acontecimiento musical más importante de aquellos años.

Un éxito debido al entusiasmo de nuestro paisano y a la profesionalidad de sus músicos, iniciando en octubre de 1916 una gira por provincias, pues la intención de Pérez Casas era llevar la música al pueblo, que la música llegase al mayor número de personas. Fue en su segunda gira cuando trajo la Filarmónica a su ciudad natal, actuando en el Teatro Guerra el día 14 de mayo de 1917, donde la prestigiosa orquesta ofreció su concierto nº 60. Un concierto en el que se interpretó la “Suite murciana ¡A mi tierra!”, una composición de Pérez Casas que había sido premiada en 1905 por la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, en el mismo certamen que fue también galardonada la ópera de Manuel de Falla “La vida breve” . Una suite la de Pérez Casas, que curiosamente no interpretó en Cartagena, en cuyo Teatro Circo actuó en los dos días siguientes de su visita a Lorca, aunque sí que lo había hecho en Albacete el día 13 de mayo y lo hizo luego en Murcia el18 del mismo mes.

Fue en esta primera visita a la ciudad como director de la Filarmónica, cuando le fue entregado por el ayuntamiento el título de Hijo Ilustre de Lorca, volviendo de nuevo a nuestro Teatro Guerra el 18 de abril de1922, donde ofreció la Orquesta Filarmónica su concierto nº 282, marchándose al día siguiente a la ciudad de Cartagena donde ofreció otro concierto. También durante los dos días anteriores a la actuación de Lorca, estuvo nuestro paisano en el Teatro Romea de Murcia, teatro que visitó de nuevo diez años después, en noviembre de 1932 y luego en febrero de 1934, dentro de las “excusiones artísticas” que la orquesta realizaba por las diferentes provincias españolas y parte de Portugal. Pero sin embargo, en estas dos visitas que realizó a la región durante la II República, dejó fuera de la programación a las ciudades de Lorca y Cartagena. Tampoco en ninguna ocasión vino a Lorca la Orquesta Filarmónica en plan benéfico, cuando sí que lo hacía en otras ciudades, como por ejemplo Alicante donde actuó en varias ocasiones, o Cartagena donde actuó el 15 de mayo de 1917 a beneficio de La Caridad.

Aunque también es verdad que la orquesta era una sociedad privada y tenía que mirar por sus intereses, teniendo sus años de crisis como consecuencia de la llegada de la radio, la gramola y el cine sonoro. Diferente era la otra orquesta privada de Madrid, la Sinfónica, que recibía subvenciones por parte del Estado, teniendo que llegar la República para que la Filarmónica también las recibiese. Y es que a la primera se le relacionaba con la derecha y a la otra con la izquierda, tachando de “rojo” el periódico Época en alguna crónica a Pérez Casas. La Sinfónica era la monárquica, al ser su presidente Juan de la Cierva y Peñafiel (nacido en Mula), varias veces ministro de la Monarquía y la Filarmónica era la progresista, al ser su presidente Miguel Salvador, hijo de Amós Salvador, el que fuera ministro de la I República. Lo cierto es que durante la etapa republicana fue cuando más conciertos dio la Orquesta Filarmónica, con una media de 46 por temporada, cuando su media estaba en solo 33.

También fue en esa época, en octubre de 1937 (en plena guerra civil), cuando tras varios años de gestión se creó la primera Orquesta Nacional, siendo elegido para director de la misma Bartolomé Pérez Casas, pero compaginando el cargo con la dirección de la Filarmónica de la que era también socio fundador. La creación de esta nueva orquesta pública era un deseo de nuestro paisano, que tenía la intención de que nadie se viera privado de escuchar buena música, teniendo lugar su primer concierto, el 8 de abril de 1938 en el Gran Teatro del Liceo de Barcelona, ofreciendo más tarde sus conciertos en el Palau de la Música. Conciertos para los que se repartían entradas entre los mutilados y heridos de la guerra, así como soldados de permiso. Tras terminar la contienda, la Filarmónica retomó de nuevo su actividad, reapareciendo el 21 de diciembre de 1939, pero en esta ocasión bajo la dirección de Jesús Arámbarri, siendo una de las pocas ocasiones en la que no fue dirigida por Pérez Casas, siendo quizá motivos políticos los responsables de aquel cambio.

Así el 11 de enero de 1940, nuestro paisano presentó su dimisión como director-presidente de la Orquesta Filarmónica de Madrid, argumentando problemas de salud. Dimisión que se le aceptó como presidente, pero no como director, continuando con la dirección de la orquesta hasta 1945. También la Orquesta Nacional que había creado el gobierno de la República, se reestructuró con el gobierno franquista, sacando en 1943 las oposiciones para la plaza de director. Oposiciones que se celebraron en el Ateneo de Madrid y que ganó Bartolomé Pérez Casas, haciéndose cargo de nuevo de la Orquesta Nacional el día 7 de mayo de 1943. Una orquesta compuesta por 176 profesores que provenían en su mayor parte de las orquestas Sinfónica y Filarmónica, orquestas que fueron reduciendo su actividad por la competencia de la pública. En ese año Bartolomé, ya había cumplido los setenta años de edad y se había jubilado como catedrático del conservatorio madrileño, siendo homenajeado por este motivo con un concierto-homenaje que tuvo lugar el viernes 29 de enero de 1.943 en el Teatro Calderón de Madrid, siendo objeto Bartolomé de largas y clamorosas ovaciones.

Felicitación a la que se unió también la Sinfónica, ofreciendo otro concierto el día 14 de febrero y cediendo la batuta al homenajeado, a nuestro insigne lorquino Bartolomé Pérez Casas. Un lorquino que dos años después, en febrero de 1945, dimitió como director de la Orquesta Filarmónica de Madrid, siendo entonces nombrado “Director-Fundador Honorario” de aquella orquesta que vio nacer y que tantos éxitos cosechó en los 886 conciertos que dio bajo su dirección. Una agrupación musical que se fue apagando poco a poco, dejando de existir en 1986, treinta años después de que nos dejara también nuestro ilustre lorquino. Un lorquino que fue académico de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, donde ingresó el 28 de junio de 1925 y que fue condecorado en 1952 con la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, un galardón reservado a personas españolas o extranjeras que hayan contribuido en grado extraordinario al desarrollo de la ciencia, la cultura, la educación o la investigación.

También en alguna publicación se dice que fue igualmente galardonado con la Cruz de Isabel la católica, pero consultada la relación de los condecorados con la mencionada cruz, no aparece su nombre en su listado. Igualmente en 1927, se decidió por el Cirulo de Bellas Artes concederle la Medalla de Oro de la entidad, pero tampoco hay constancia de que se le entregase. De lo que sí que hay constancia, ya que se conserva su dibujo en el Museo Nacional del Romanticismo de Madrid, es que Pérez Casas fue retratado en ese mismo año 1927 por el pintor Leandro Oroz Lacalle. Un pintor que retrató a numerosas personalidades que destacaron en nuestro país durante el primer tercio del pasado siglo, dibujando un magnifico busto del músico lorquino a la edad de 54 años. Retrato de 42 x 33 cm. que forma parte de un conjunto de 25 obras que de este pintor se exhiben en el citado museo, estando inventariado el retrato de nuestro paisano con el nº CE835 y siendo la imagen que se acompaña al presente artículo.

Bartolomé Pérez Casas fue miembro del comité artístico de la Sociedad Nacional de Música y Comisario General de la Música en el Ministerio de Educación Nacional entre 1949 y 1956 año de su fallecimiento. Óbito que tuvo lugar el día 15 de enero, cuando solo faltaban nueve días para su 84 cumpleaños, donando su viuda a la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando, su biblioteca y todo lo que en ella había. En Lorca tenemos una calle que lleva su nombre, igual que hay otra en la capital de la región. También la coral que se creó en 1981 en nuestra ciudad lleva su nombre en su recuerdo, así como el último instituto de educación secundaria abierto en nuestra población. Siendo el último homenaje de Lorca, el que se hizo en mayo de 2015, con la colocación de una escultura de mármol blanco en la rotonda donde termina su calle. Una escultura que en mi opinión, ha quedado pobre y sola, mereciendo mucho más la desolada rotonda y nuestro célebre paisano.