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Historia de las columnas de la fábrica del salitre.

Son miles los lorquinos que pasan a diario junto al pórtico de la alameda de la Constitución y bajo el mismo, y seguro que no han parado a preguntarse de dónde han salido esas columnas dóricas que lo forman.

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Historia de las columnas de la fábrica del salitre.
 Algo parecido ocurre cuando los fieles suben hasta el Calvario y observan desde hace años que la empinada cuesta está flanqueada por trozos de columnas de piedra. Ambos lugares tienen en común la procedencia de las columnas que los adornan.
Todas ellas proceden de la desaparecida Real Fábrica del Afino del Salitre, una industria que jugó un importante papel en la vida económica de Lorca desde bien avanzado el siglo XVIII hasta mediados del XIX en que se cerró.
El investigador lorquino Manuel Pérez Rojas ha sido el que con más detalle ha estudiado la procedencia de estas columnas y, su amplio trabajo lo plasmó en un artículo publicado en la revista ‘Alberca’, con el título La columnata neoclásica de la Real Fábrica del Afino del Salitre de Lorca. Gracias a él se pueden conocer muchos aspectos de esta importante industria dedicada a purificar el salitre que llegaba de la propia Lorca y de otras poblaciones sobre todo andaluzas, con el objetivo de la fabricación de pólvora. El edificio de esta fábrica, que se construyó en el reinado de Carlos III y que permaneció activa a lo largo de unos cien años, se extendía sobre una parcela de algo más de 13.000 metros cuadrados, limitada entonces por lo que hoy son las calles Musso Valiente, Floridablanca y Avenida de Juan Carlos I, a la que daba la fachada principal.
Lo curioso, y así lo destaca Pérez Rojas, es que en los documentos y planos que se han podido estudiar no aparecen aludidas ni ubicadas. Sin embargo, en una foto aérea realizada entre 1950 y 1960 sí se puede ver esa columnata casi íntegra. Su misión parece que era sostener la techumbre del gran cobertizo en el que se depositaban las tierras para protegerlas de las lluvias.
Una vez desaparecida la fábrica partir de 1865, el solar fue pasando paulatinamente a manos privadas y, sobre las ruinas, se levantaron edificaciones modestas a excepción del cuartel de la Guardia Civil en la calle Musso Valiente. Junto al mismo, como aún recuerdan algunos de cierta edad, hubo una posada hasta mediados los 50. La columnata, sin embargo, no podía verse porque quedaba aislada en el interior.
Fue a mediados del siglo XX cuando el propietario del solar en que estaban las columnas, Diego Pallares Cachá, las donó al Ayuntamiento. Y ese gesto propició que se hiciera realidad el pórtico al principio de la Alameda de la Constitución al que aludíamos, que ha sido, y es aún, lugar de encuentro de muchas pandillas juveniles.
Este proyecto fue obra del arquitecto Eugenio Bañón Saura que, haciendo gala de la cultura clásica, diseñó un pórtico de doce columnas con pedestales rústicos con piedras del mismo color, a las que añadió sobre los capiteles unas cornisas simples acordes con la sobriedad del orden dórico. Las obras de la columnata fueron realizadas en 1954, siendo alcalde Antonio Campoy García.
Las restantes columnas fueron llevadas al Calvario y, según el estudio de Pérez Rojas, estaban formadas por cuatro pedestales completos con basa y dos tercios de fuste, nueve sillares de pedestales sin basa, seis trozos de la parte superior de columnas, y otros fragmentos de fuste. En un chalet apunta que hay dos pedestales con basa y dos tercios de fuste, un fuste fragmentado y tres pedestales con basa sin columna. Alude también a dos restos irrecuperables: un trozo fragmentado de columna que se utilizaba como tope en la puerta de un garaje de la calle Floridablanca y que desapareció al abrir la calle Donantes de Sangre, y un trozo de fuste que se colocó en la rampa de acceso a la iglesia de Santiago para sostener una cruz de hierro.