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Huertas Ponce, tras ser operada del corazón, «Estoy deseando volver a bailar, a mi gimnasia y a mi taichi»

Son vecinas de Lorca y Murcia, respectivamente, a las que los cardiólogos les colocaron la nueva válvula el miércoles 25 de mayo y que recibieron el alta el viernes

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Un corazón con mucha vida

Cardiólogos del hospital Virgen de la Arrixaca cumplen casi 8 años colocando válvulas en la aorta a pacientes «rechazados» por los cirujanos Ya han colocado 320 ‘recambios’ mediante técnicas no invasivas, a través de un catéter por la femoral.

EQUIPO DE CARDIOLOGIA QUE OPERO A HUERTAS PONCE

Padecer de una estenosis aórtica degenerativa, rondar los ochenta años y haber sido rechazado por un cirujano por el alto riesgo de ser sometido a una intervención quirúrgica tradicional. Estas son las principales condiciones para que un hombre o una mujer sean candidatos a que el equipo de Hemodinámica e Intervención Cardiaca del hospital Virgen de la Arrixaca de Murcia les coloque una nueva válvula.

Mediante técnicas no invasivas, este equipo, que dirige el cardiólogo Mariano Valdés Chávarri, en 15 minutos y utilizando un catéter introducido por la arteria femoral, coloca al paciente el recambio, «la nueva puerta» que permite al enfermo que la salida de la sangre bombeada por el corazón llegue al resto del cuerpo.

«No se necesita anestesia general, el paciente está despierto en todo momento, y, por lo general, a los tres días de haberles puesto la nueva válvula, se pueden ir a sus casas, si no hay complicaciones, claro», explica el doctor Valdés.

Huertas Ponce, tras ser operada del corazón, «Estoy deseando volver a bailar, a mi gimnasia y a mi taichi».

Huertas Ponce Segura tiene 81 años y vive en el municipio de Lorca. La colorida bata que lleva puesta encima del camisón del hospital es una metáfora de la vitalidad que esta mujer ha recuperado tras la intervención.

Coqueta, va a buscar un peine para salir «guapa» en la foto, y mientras explica que lo vivido «ha sido un sueño». Llevaba año y medio intentando decidirse si se operaba o no, «pero no terminaba de convencerme».

«Cuando me llamaron para explicarme los distintos procedimientos que había y me dijeron en qué consistía lo que me iban a hacer con el catéter no lo dudé y firmé el consentimiento en ese momento», recuerda.

Con una sonrisa de oreja a oreja, comenta que el mismo día que la intervinieron, el miércoles, «ya estaba comiendo, y sentada en la cama». Ya no siente fatiga y está deseando volver a su casa, con sus dos hijos y cuatro nietos, «para hacer más cosas que antes, porque me siento muy ligera».

Lo recomienda sin pensar: «Porque lo vi, me lo creo; ha sido maravilloso».

La murciana Josefa Ruiz Villa, de 84 años, también se preocupa de tener el mejor aspecto posible para la cámara. Allí está su hija para ayudarla. Ella es uno de los casos derivados directamente por el cirujano, que vio mucho riesgo para operarla abriéndole el pecho.

Algo resfriada, comenta que está deseando volver a casa y a sus rutinas, perdidas desde hace dos años por la enorme fatiga que tenía por la enfermedad y que le impedía hacer una vida normal. «Cada cinco minutos tenía que pararme», señala.

La gimnasia, el baile y el taichi formaban parte de su día a día. «Yo era muy vital», recuerda.

«Esto es estupendo y ojalá se lo pudieran hacer a más personas»; «esto ha sido visto y no visto», concluye.

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