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¿Y LO NUESTRO CUANDO?  Antonio de Cayetano

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¿Y LO NUESTRO CUANDO? 

Mañana 18 de noviembre, se cumplen cuatro años de la aprobación por parte del Consejo Nacional de Patrimonio Histórico, de la candidatura de Lorca para que la tradición del bordado en oro y seda sea declarada por la Unesco Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. Un reconocimiento internacional, que sería un gran logro para la ciudad y su Semana Santa, sumándose así el arte del bordado lorquino a los 399 elementos de 112 países que hasta la fecha están inscritos en ese registro. Una lista de la que forman parte tradiciones o expresiones vivas heredadas de nuestros antepasados y transmitidas a nuestros descendientes, como son las tradiciones orales, los rituales, las artes del espectáculo, actos festivos, usos sociales, conocimientos y prácticas relativos a la naturaleza y el universo y saberes y técnicas vinculados a la artesanía tradicional. Siendo 33 los nuevos elementos que se añadieron en 2017, entre ellos el género musical “punto guajiro” de Cuba o el arte de los pizzeros napolitanos de Italia, no presentándose el pasado año ninguna candidatura por parte de España.

Si que en 2016 fueron evaluados y aprobados los dos elementos que presentó nuestro país, como fueron las fallas de Valencia por un lado y la cetrería por otro, siendo este último compartido con 17 países más. Igual que uno de los reconocidos en 2015 fue también español, aunque compartido con Francia y Andorra, por tratarse de la fiesta del fuego del solsticio de verano, una expresión cultural que se desarrolla en los Pirineos. Como también otro de los de 2013 fue compartido con otros 6 países aparte de España, siendo en aquel año la dieta mediterránea la representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad. En 2012 le tocó a la fiesta de los patios de Córdoba; En 2011 fue la procesión de la virgen de la Salud de Algemesí (Valencia) y la revitalización del saber tradicional de la cal artesanal en Morón de la Frontera (Sevilla); En 2010 el flamenco y el canto de la sibila de Mallorca y dos también en 2009, el lenguaje silbado de la isla de La Gomera en Canarias y los tribunales de regantes del mediterráneo español, compartiendo este reconocimiento el Tribunal de las Aguas de la Huerta de Valencia y el Consejo de Hombres Buenos de la Huerta de Murcia, siendo este el único elemento de nuestra región que hoy está reconocido por la Unesco como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, el mismo respaldo y apoyo que merecería también la joya más admirada de Lorca, el bordado de su Semana Santa.

Un patrimonio vivo que cada año es puesto en escena con motivo de nuestros incomparables desfiles bíblico-pasionales. Un bordado que en época medieval ya destacaba en nuestra ciudad, convirtiéndose Lorca en el siglo XVI en un importante centro de elaboración, un oficio que atrajo a gran número de bordadores de la zona de Andalucía. Y digo bordadores, porque el bordado erudito, el que con tanta maestría se hace aquí, empleando materiales nobles como la seda y el oro, telas de calidad y un ornamento que imita fielmente el efecto de las artes pictóricas, estaba reservado en aquellos tiempos solo a los hombres, limitándose los saberes de la mujer al mundo domestico, a la función reproductora como madre, a fiel esposa y a ser guardiana del hogar, preparándose únicamente para desempeñar esas tareas caseras. La mujer entonces debía de ser inferior al hombre, callada, casta, recatada y leal al marido que era “superior a ella en inteligencia”, justificándose así la subordinación de la mujer respecto al mismo y que nunca destacara más que él.

Pero con la llegada de Carlos III en la segunda mitad del siglo XVIII, llegó el inicio del cambio, de la igualdad que aun hoy está por concluir, firmándose en 1768 una Real Orden, por la que se obligaba a escolarizar a todas las niñas, lo mismo que en 1779 otra Real Orden, autorizaba a las mujeres a desempeñar la labor artesana del bordado, siendo tras aquel tiempo cuando más se distingue y engrandece el bordado lorquino, llegando al máximo esplendor a principios del pasado siglo, cuando se realizaron esas grandes joyas que hoy son Bien de Interés Cultural. Unas verdaderas obras de arte que han sido confeccionadas con una maestría inimitable, con una técnica que ha sido trasmitida por la mujer de Lorca de generación en generación. Un arte que merece ser admirado y conocido mundialmente, no siendo menos importante que otras disciplinas, tradiciones, destrezas o habilidades que si que han sido reconocidas por los 12 comités que hasta la fecha a celebrado la Unesco en relación con este patrimonio inmaterial. Un Comité Intergubernamental de Salvaguardia del Patrimonio Cultural Inmaterial, cuya decimotercera reunión se va a celebrar en breves fechas en Port-Louis, la capital de Isla Mauricio.

Un comité internacional que entre el 26 de noviembre y el 1 de diciembre, va a examinar, evaluar y aprobar en su caso, 40 nuevas candidaturas, entre las que se encuentra una presentada por España, concretamente la marcada con el nº 33. Pero una candidatura que contrariamente a lo que se nos dijo en su día, cuando se anunció que tras un proceso de evaluación, la candidatura del bordado lorquino se llevaría al Comité de 2018, no es la nuestra. Lamentablemente nuestros extraordinarios bordados han sido sustituidos por las tamborradas, los rituales de toque de tambor que se celebran en diferentes pueblos de España entre ellos los dos murcianos de Mula y Moratalla. Una candidatura esta, que se aprobó en la reunión que el Consejo Nacional de Patrimonio Histórico celebró en Córdoba en 2016, una candidatura conjunta de varias comunidades autónomas que se ha puesto por delante de la nuestra, que fue aprobada en Teguise (Lanzarote) en el año 2014. Por lo que mucho me temo, que una vez más a Lorca, le ha faltado el necesario impulso, el empujón definitivo que hubiese conseguido el reconocimiento mundial de nuestro bordado.

Un reconocimiento que hubiese coincidido con el centenario de una joya blanca, como es el estandarte de la Oración en el Huerto (Paño de las Flores) de Emilio Felices, igual que la aprobación de la candidatura en 2014 coincidió con el centenario de una joya azul, el estandarte del Reflejo de Francisco Cayuela. Dos BIC que son orgullo de Lorca, dos obras maestras de los dos artífices de la edad de oro del bordado lorquino. Un bordado que seguirá a la espera de entrar en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, cosa que no es fácil por los muchos filtros que se pasan, pero que quizá con un poco más de esfuerzo y dedicación de nuestros responsables locales y regionales, hubiésemos evitado que nos sobrepasaran otras candidaturas más recientes como la del tambor. Como también se nos pueden adelantar a Lorca, otros bordados de la región que igualmente van camino de la candidatura, siendo estos los de los Caballos del Vino de Caravaca. Unos bordados que no hay que menospreciar, pero de los que nos separan un largo trecho, pues hasta hace muy pocas décadas, los caballos se adornaban simplemente con las colchas de novia que en cada casa había, así como con mantones y tapetes de mesa de sencillos bordados, por lo que no creo que se nos meta luego a todos en el mismo saco, que es a lo que lamentablemente se acostumbra hacer en nuestra región.

Una región cuya capital y administración solo ve las riquezas de su ciudad, olvidándose del resto de la comunidad, cuando el resto del territorio regional y sus ricos tesoros sí que colaboran en el lucimiento de la capital, tal como pasó en la exposición “Huellas”, una muestra que se celebro durante el primer semestre de 2002 en la catedral de Murcia para conmemorar su restauración. Una exposición formada por 412 piezas procedentes de toda España y parte del extranjero, de las que Lorca aportó el 7,5% de las mismas, siendo 31 las piezas que de nuestra ciudad salieron hacia aquella muestra. Una exhibición histórico-artística y cultural que se ha echado de menos en nuestra ciudad, cuando también se nos prometió algo similar para Lorca una vez que fuese restaurada la ex colegiata de San Patricio, el segundo templo más importante de la región. Algo que si se hizo en Caravaca de la Cruz, en la antigua Iglesia de la Compañía de Jesús una vez restaurada, con la exposición “La Ciudad en lo Alto”, mostrándose la historia de la localidad, desde las primeras civilizaciones hasta mediados del siglo XIX, que fue cuando Isabel II le concedió el titulo de ciudad, exponiéndose obras de arte de toda España y de países como Alemania, Australia, Ecuador e Italia.

Pero es que desde el pasado septiembre y hasta el próximo 6 de enero, en la misma Iglesia de la Compañía de Jesús de Caravaca, tiene lugar otra gran exposición bajo el nombre de “Místicos”. Una exposición con excelentes obras de pintura y escultura y donde están representados artistas como El Greco, Murillo, Alonso Cano, Ribera o Luis de Morales “El Divino”. Una exposición que sigue a la que con el nombre de “Signum”, tuvo lugar en el mismo enclave durante todo el segundo semestre del pasado año y dedicada al Renacimiento en el Reino de Murcia. Unas exposiciones que al igual que la de La Ciudad en lo Alto o la de Huellas en Murcia, quisiéramos los lorquinos para nuestra ciudad. Pero lamentablemente quienes nos gobiernan no están por esta labor, no entendiéndose que el PP rechazara en octubre de 2015 una moción de IU sobre el tema, argumentando que desde el 2002 no había parado de solicitar que la exposición “Huellas” se realizase en Lorca.

Una excusa que dice bastante de la desgana e ineficacia de nuestros dirigentes, porque 16 años dan para mucho y más cuando hay afinidad política entre la administración local y regional. Las obras de restauración de San Patricio se inauguraron en marzo del pasado año, anunciándose entonces, que se estaba buscando al comisario encargado de la anunciada exposición que se iba a realizar con este motivo, pero más de un año y medio después, sigue sin haber rastro del comisario y de la muestra. Esta es la política de nuestros dirigentes locales, muchos anuncios pero pocas realidades, cuando otros ayuntamientos más pequeños y sin afinidad política con el gobierno regional sí que consiguen la gloria para su pueblo, involucrando en ello a la Comunidad Autónoma de Murcia y a grandes empresas de la región como Estrella del Levante, Grupo Fuertes o Hefame, aparte de la Fundación Universitaria San Antonio, la de Caja Murcia o la Diócesis de Cartagena, así como otras colaboraciones de fuera entre las que se encuentra Iberdrola, Fundación Banco Santander o CaixaBank. Pero aquí en Lorca seguimos dormidos en los laureles, esperando que la breva caiga sola, pensando en que excusa poner para la próxima ocasión.

Y si al principio, recordábamos el aniversario de la aprobación de la candidatura del bordado lorquino a Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, mencionando más tarde el centenario que también se cumple de la obra de Felices, aunque fue diez años después cuando salió como estandarte en procesión, vamos a terminar el articulo también con la Semana Santa, rememorando un escenario del que este año se cumplen 400 años, pues fue en 1618 cuando el padre franciscano Fray Alonso de Vargas señalizó el camino de las Cruces de Lorca. Un itinerario que se inicia en la puerta del antiguo hospital de San Juan de Dios y que termina en una elevación rocosa a las afueras de la ciudad, un montículo que desde entonces se conoce como El Calvario.

Un monte que desde mayo de 2012 es Bien de Interés Cultural y un lugar donde culmina el tradicional rezo del Vía Crucis. Una devoción que desde el siglo XVII, llevan a cabo desde Cuaresma a Semana Santa los “rezaores” de nuestra huerta y campo, una tradición popular, que muy bien podría integrarse en la Lista Representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pues ya hemos visto que no es inferior a otras prácticas o costumbres que si que han sido reconocidas por esta organización internacional.