El sello de las casas nobiliarias

Bellos miradores con carpinterías en ocasiones muy labradas adornan las fachadas de un buen número de casas solariegas repartidas por el casco antiguo de la ciudad. Se construyeron, en su mayor parte, en el siglo XIX, cuando se comienza a valorar y a prestar más atención al adorno del espacio exterior de las viviendas.

Los miradores se utilizaban en su origen como lugar de tertulia de las mujeres de la época. Aprovechaban la luz natural para coser o bordar sin ser vistas desde la calle, por las cortinas y visillos con que los solían arreglar.

Otra de las señas de identidad de la arquitectura tradicional lorquina son los torreones de escalera. Las viviendas cuadrangulares suelen aparecen coronadas por una torre central con tejado a cuatro vertientes o con forma de cúpula.

Incluso algunos edificios nuevos del casco histórico han recuperado de una u otra manera ese elemento peculiar, manteniendo un carácter antiguo como deferencia a la zona en que se encuentran. Las torres que se conservan, una treintena, datan en su mayor parte del siglo XVIII. Fuentes históricas las sitúan como un lugar de vigía desde donde contemplar todo el territorio circundante y estar alertados ante cualquier peligro.

Más tarde, su función era de gallinero o palomar, en algunos casos, y en otros para iluminar la escalera central de la casa. Por eso, la mayoría están dotadas de grandes ventanales. Un paseo por el casco antiguo lleva al visitante a descubrir miradores y torreones, detalles de las antiguas casas lorquinas, repletos también de historia.