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Cuidar los ecosistemas es la mejor vacuna contra pandemias

La drástica pérdida de biodiversidad experimentada en las últimas décadas, unida a una relativa relajación ante la amenaza de una pandemia, ha incrementado notablemente el riesgo de propagación de nuevas enfermedades.

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Cuidar los ecosistemas es la mejor vacuna contra pandemias.

Nuestro planeta funciona como un organismo enrevesadamente interconectado. El impacto de la pandemia desencadenada por la COVID-19 ha puesto al ser humano y su forma de vida frente al espejo. La relación entre la acción humana, el cambio climático, la pérdida de biodiversidad y el aumento del riesgo de transmisión de enfermedades infecciosas entre animales y humanos no es desconocida para la ciencia. Sin embargo, parece que, hasta ahora, la agenda política (mundial) no le había otorgado toda la importancia que le correspondía.

Los científicos coinciden: nuestra salud depende de la del planeta

Numerosas investigaciones de universidades como Princeton, Stanford o Bard College demuestran que la biodiversidad funciona para el ser humano como barrera de contención frente a virus y enfermedades infecciosas. La drástica pérdida de biodiversidad experimentada en las últimas décadas, unida a una relativa relajación ante la amenaza de una pandemia, ha incrementado notablemente el riesgo de propagación de nuevas enfermedades. Podríamos decir que nuestra salud depende de la salud del planeta, como se han esforzado en enfatizar desde organizaciones ecologistas como WWF. Detrás de las epidemias más agresivas de la historia reciente –incluida la actual– subyace una lógica empírica que tiene que ver con la pérdida de biodiversidad y con la alteración de los ecosistemas. Pero ¿cómo ayuda un ecosistema al control de plagas y patógenos?

Los coronavirus, entre otros patógenos, habitan principalmente entre animales salvajes que actúan como portadores y que contienen la transmisión entre especies. Sin embargo, la presión ejercida por el ser humano sobre la fauna hace que la zoonosis –transmisión de enfermedades de animales a personas– sea cada vez más frecuente. Por ello, estos animales, especialmente los que están en peligro de extinción o cuyo hábitat está al borde de la desaparición, pasan a ser vectores de transmisión. Los ecosistemas pierden entonces su capacidad de actuar como barrera de contención ante la transmisión de nuevos virus al ser humano. La gripe estacional, el SARS, la gripe aviar H5N1, la gripe porcina H1N1, el MERS, el NIPAH o el ébola son ejemplos de patógenos que han saltado de una especie animal a las personas durante las últimas décadas. Si bien el origen del coronavirus SARS-CoV-2 no está del todo claro aún, todas las evidencias apuntan a que también se trataría de una enfermedad zoonótica.

La naturaleza es un aliado necesario para contener la transmisión de patógenos

Son muchas las voces autorizadas que llevan años avisando de los peligros que conlleva la destrucción de ecosistemas para nuestra salud. Sirva como ejemplo el informe  Emerging Issues of Environmental Concern, publicado en 2016 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (UNEP, por sus siglas en inglés), en el que se mostraba la relación entre la conservación de los ecosistemas y los patógenos de origen animal. Este estudio ya avisaba de que la acción humana es la principal culpable de las nuevas enfermedades infecciosas. Para hacernos una idea más clara de la magnitud del problema, según un estudio del Centro Nacional para la Información Biotecnológica (NCBI, por sus siglas en inglés), el 75% de las nuevas enfermedades infecciosas tienen un origen animal.

Existe, por tanto, una íntima relación entre nuestra salud y la salud de nuestro planeta.  La naturaleza se convierte, por tanto, en escudo que impide la transmisión de patógenos. La relación entre los seres humanos y nuestro planeta, tan desatendida pese a su vital importancia, se sitúa ahora en un primer plano a causa del impacto provocado por la crisis sanitaria. La mejor comprensión de las dinámicas que nos han llevado a la situación actual nos invita a aprender de los errores y a dirigir nuestros esfuerzos como sociedad. Proteger la biodiversidad es vital, como explican los expertos, para mantener la principal barrera de contención contra la aparición y propagación de enfermedades.