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Valdeinfiernos el pantano más seco de España.

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Valdeinfiernos el pantano más seco de España. 

El viento retumba los oídos, tanto que apenas se escucha el trinar de los pájaros. Las moscas merodean el ambiente plagado de un olor a fango. En ese lugar caliente y desolado está el embalse más seco de España, situado en la cuenca hidrográfica del Segura. Y en la semana en que ha llovido torrencialmente en el país, encontramos allí el único pantano con cota cero. No es un pantano cualquiera. Se llama Valdeinfierno y tiene un guardián que heredó el cargo de su padre, de su abuelo y de su bisabuelo.

A la izquierda, la foto de Valdeinfierno que se guarda en el Archivo Municipal de Lorca. A la derecha, el pantano en junio con sólo 0,5 hectómetros cúbicos de agua.

El pantano está a 47 kilómetros del municipio de Lorca (Murcia). Desde lo alto se observa un pequeño charco de agua (menos de 0,5 hectómetros cúbicos). Insignificante para la capacidad de embalase que tiene (12 hm3), y la que, en más de una ocasión, le ha permitido salvar la vida de los habitantes de Lorca. Ángel Meca nos cuenta que Valdeinfierno fue construido precisamente para «evitar catástrofes». Su función es retener toda el agua posible que se produce durante las riadas de la cuenca del Segura, de manera que no se generen inundaciones.

La última vez que aquel embalse con lodo y arbustos protegió a la ciudad fue en 2012. Meca, concejal de Fomento y Aguas, recuerda que ese día la lluvia alcanzó más de 200 litros por metro cúbico. Era una tormenta fenomenal. Fue entonces cuando Valdeinfierno, emplazado sobre un cañón profundo y asentado sobre el río Luchena, logró retener 4,5 hectómetros cúbicos, evitando así la muerte de cientos de lorquinos. Y aunque sólo había pasado un año del fuerte terremoto que azotó la ciudad, tras la inundación también sufrió daños y 10 personas murieron, pero sin esta muralla de 40 metros de alto la desgracia habría sido peor. Antes, en 1973, también había salvado a Lorca de una catástrofe mayor.

Valdeinfierno es el pantano más seco de los 30 embalses de la cuenca del Segura y de las 16 cuencas hidrográficas que hay en España. Y es que solamente acumula el agua para evitar inundaciones, pero después de que se ha producido la avenida, el líquido se libera hacia la presa de Puentes IV -a unos 14 kilómetros de agua abajo- hasta quedar a cero otra vez. A eso se suman otros fenómenos como la filtración por tierra. Y la falta de lluvia: apenas 300 milímetros cúbicos al año, según la Confederación Hidrográfica del Segura (CHS).

La comarca lorquina del sureste es considerada una de las más secas y áridas de la Península. Pero cuando caen tormentas -como la de hace seis años- es mejor estar prevenidos. El concejal Meca dice que éstas se deben al fenómeno de la gota fría o depresión aislada en niveles altos. ¿En qué consiste? Es el resultado de un frente de aire polar que avanza lentamente sobre Europa Occidental a gran altura y que, al chocar con el aire más cálido y húmedo del mar Mediterráneo, genera fuertes tormentas, y con ellas grandes riadas en la cuenca del Segura.

Por ello se dispuso la construcción de Valdeinfierno, un protector contra las inundaciones. No es una presa de Franco. Data de mucho antes, del siglo XVIII. El rey Carlos III dio luz verde a la construcción de este pantano de 199 hectáreas de superficie. El catedrático lorquino Antonio Gil Olcina nos explica que aquella presa salvavidas se levantó entre 1785 y 1788. Y que el arquitecto del proyecto fue Jerónimo Martínez de Lara.

«Durante la construcción, el agua puede bajar y destruir la obra. Para ello se hacen desvíos. En Valdeinfierno era complicado. Hubo que aislar por tramos la zona donde trabajaban y hacer desvíos río arriba. Este es un estrecho muy fuerte. Es complicado. Gracias a Dios no me consta que hubiera daños durante la construcción», indica el jefe de servicio de presas del Segura, Miguel Ángel Cánovas.

El acceso al estrecho de Valdeinfierno era entonces casi imposible. Debían hacerlo en carruajes, carretas, burros… Es por eso que en lo alto de un peñasco, a un lado del embalse, se construyeron casas para los obreros, almacenes, una herrería, una panadería y hasta una capilla… para que vivieran allí mientras terminaban la obra. Y es allí donde hoy habita Sebastián García, de 52 años. El hombre bajito y de sonrisa amplia es el vigilante del valle. Una labor que ha desarrollado desde siempre. Su padre, su abuelo y su bisabuelo -todos con el mismo nombre- fueron también los guardianes de aquella presa que lleva un nombre aterrador, pero que en muchas ocasiones ha hecho el papel del ángel de Lorca.

Es miércoles al mediodía. El sol rebota sobre la fina lámina de agua que cubre el pantano y que pronto se evaporará. García viste una camiseta azul de rayas y unos vaqueros. La indumentaria ideal para recorrer la presa de hormigón y mampostería de cal. En el camino cuenta que sus hijos, una de 31 años y otro de 26, ya no viven con él. Se han ido a Murcia y a Zarcilla de Ramos, un poblado a 12 kilómetros del pantano. Su compañía ahora es Copito, un perro blanquecino que aparece de entre los árboles agitando la cola. Es el que le ayuda a vigilar el lugar.

García nos señala las tres montañas que rodean el pantano: el Pericay, la Molata y la Serrata. Unas 200 gradas conducen al fondo del cañón desde la corona de la presa, que mide 165 metros de longitud y que hoy sirve para el paso de los vehículos. Desde allí se pueden ver los aliviaderos (desagües para un mejor funcionamiento de la presa) y una placa de la CHS que anuncia su nombre: Valdeinfierno. Es una de las presas más antiguas de España, dice Cánovas.

Sigue funcionando, pero con la mitad de su capacidad. El experto dice que desde que se construyó la muralla, el desagüe de fondo -de 91 metros- dejó de funcionar en la primera riada. Debido a ello, el pantano protector de Lorca quedó abandonado durante casi un siglo y se fue llenando de sedimentos por las fuertes riadas: lodo, árboles… No fue hasta 1886 cuando, en el proyecto de obras de defensa contra las inundaciones, se propuso su rehabilitación y un recrecimiento (aumento de altura) de 15 metros. Actualmente tiene 40 metros de alto, pero la mitad está llena de sedimentos. Fue pensada para soportar más de 20 hectómetros cúbicos, pero ahora sólo aguanta 12. Desde hace cuatro años no recibe un mantenimiento global, apunta el jefe de presas de CHS. «El problema del mantenimiento de las presas es que va en función de la dotación económica. Ahora funcionamos con arreglos parciales, pequeñas actuaciones», añade.

Y quien se encarga de esos arreglos es Sebastián García, el vigilante. Así como de la medición del volumen de agua que se acumula en Valdeinfierno. Este sistema se denomina barimetria. Además, en 2017 se hizo un estudio con drones aéreos y acuáticos que ya advertían que éste era el embalse que más capacidad ha perdido por los sedimentos en el Segura.

La presa de Valdeinfierno descansa sobre el río Luchena, afluente del Guadalentín en el que se asienta la presa de Puentes IV. Las dos trabajan juntas y guardan una historia que nos cuenta el catedrático Gil Olcina. Valdeinfierno suelta agua hacia Puentes, cuya misión es -además de retener el agua para evitar inundaciones- acumularla para los regadíos tradicionales: unas 12.500 hectáreas de Lorca. Pero antes de la última presa de Puentes existieron otras tres.

Construcción presa de puentes

La primera se comenzó a construir en 1647. Pero un año después una gran avenida la destruyó. La segunda fue levantada a la par de Valdeinfierno. Esta obra generó muchas expectativas porque eran las dos mayores presas proyectadas en Europa en la última parte del siglo XVIII, señala Gil Olcina. Además, era la primera vez que en España iban a trabajar dos embalses en conjunto. Sin embargo, resultó afectada por una rotura en 1802. La tercera data de 1881 y aún permanece en la sombra de la cuarta, porque fue reemplazada por su menor capacidad de embalse.

Hoy Valdeinfierno y Puentes IV pueden retener hasta 40 hectómetros cúbicos. Para que Lorca se inunde debe llover más que eso, dice Cánovas. Por lo pronto, el experto asegura que el longevo pantano seguirá existiendo. Y bajo los ojos de su vigilante estará a salvo.

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