Inicio Ferias y Eventos Arte y Cultura EL RETRATO DE COLOMBINE (Parte XI)

EL RETRATO DE COLOMBINE (Parte XI)

EL RETRATO DE COLOMBINE (Parte XI)

Después del baño, nos sentíamos hambrientos. Los bocadillos que llevábamos en la mochila y unos tomates, de los que nos había regalado Ramón «Chico» aquella mañana, nos supieron a gloria. Estar tumbados en la arena tras la comida, en aquel lugar paradisíaco y disfrutando con el sol del mediodía, invitaba a cerrar los ojos unos minutos y sentir el calor sobre la piel desnuda. Era lo más parecido a estar tocando el cielo con las manos. No muy lejos de donde nos hallábamos, una voz de mujer, entonaba una hermosa melodía, acompañada por el sonido de una guitarra y una flauta travesera. Era una balada cantada en portugués. Candela, que estaba tumbada boca arriba, giro la cabeza buscando mi atención. Yo, que estaba en la misma posición, la miré, y entonces me preguntó si conocía cuál era ese estilo de música, a lo que le respondí negando con la cabeza. Se dió la vuelta poniéndose boca abajo, apoyando los brazos sobre la arena y levantando la cabeza para verme mejor. Entonces me respondió, adoptando un cierto halo académico, de aquel maestro que intenta explicar a su alumno, aquello que no entiende o desconoce. «Lo que suena es un Fado», me dijo; «un estilo musical de raíces portuguesas, que se recrea en el amor y el desamor, los sentimientos de apego y desapego a la vida, a las costumbres.»Melodías de ultramar», concluyó. Su explicación, contenía una carga de convencimiento tal, que me hizo prestar más atención a la melodía y la voz que me llegaban al oído.
Candela, enconada en su intención de añadir más información acerca del Fado, me puso al corriente de algo que me dejó altamente sorprendido. En primer lugar me recordó el objetivo y la razón que la había traído hasta aquí, es decir, recabar información acerca de Colombine; la mujer borrada por el franquismo. Sin embargo, no era Carmen de Burgos y Seguí la única mujer que entraba en los planes de trabajo de Candela. Fue entonces cuando mencionó otro nombre de mujer, que por diversas razones, también terminó injustamente olvidada, aunque por motivos diametralmente distintos. El nombre de esa otra mujer borrada, era María. María la portuguesa, » la prostituta de buen corazón» Su nombre, continuó diciendo, fué recordado en un Fado, creado por un cantautor excepcional, ya fallecido: Carlos Cano. La canción, de abrumadora belleza, según me contaba, fué versionada también por otros tantos cantautores españoles de gran prestigio como Pasión Vega, Joan Manuel Serrat, Luís Eduardo Aute o María Dolores Pradera, entre otros. Alguno de esos nombres me sonaban, y he de reconocer que el perfil de aquella mujer, llamó considerablemente mi atención.
No quiso o no supo contarme más. Candela me precisó que ahora, sus esfuerzos y su interés se centraban en Colombine y una vez acabada su personal encomienda en éstas tierras almerienses, viajaría a Ayamonte y San Lucar de Barrameda, en Huelva, y finalmente a Faro, en Portugal. Allí le esperaba La memoria de María. María la portuguesa.
La razón exacta, la desconozco; pero cuando terminé de oír cuales eran los planes de Candela, que hasta ese momento desconocía, confirmando lo que en realidad era un devenir previsible, mi corazón dio un vuelco inesperado que heló mi sangre e inundó de desconcierto mis sentimientos.
No se si ella se percató de mi conmoción repentina, aunque mi primera reacción fuera disimularlo con un gesto de conformidad complaciente. En todo caso, ahora estaba a su lado, disfrutando de unos momentos que serían inolvidables en mi memoria, y no pensaba renunciar a ellos por nada del mundo.
Poco rato después, vimos llegar una lancha fueraborda a la playa, con varios jóvenes en su interior, que al alcanzar la orilla desembarcaron en tierra. Iban cargados con víveres de distinta naturaleza, en cajas de cartón y mochilas. En la parte de proa de la embarcación, aparecía una leyenda escrita en el casco en la que pude leer: «Lancha-Taxi». Todo parecía indicar que era un servicio de transporte marítimo, para llegar y salir de aquella playa. Intrigado, me acerqué con el fin de averiguar si estaba, o no, en lo cierto. No me equivoqué, es más, en apenas media hora emprendía viaje de regreso en dirección a las Negras y otros enclaves costeros próximos.
La falta de costumbre de caminar, había resentido mis piernas, cansadas después del itinerario de llegada desde Las Negras hasta San Pedro. Pensé que sería cómodo, además de divertido hacer el viaje de regreso en la lancha, así que decidí comentarlo con Candela que probablemente tan cansada como yo, no tardó en darme su aprobación. Una vez de acuerdo, comimos unas naranjas y a continuación nos vestimos para el regreso.
Durante el trayecto de vuelta a las Negras, Candela dejaba entrever un plácido y feliz semblante. De cuando en cuando, elevaba la mirada al cielo y cerraba los ojos tomando aire profundamente. En una de las ocasiones en las que abrió los ojos, reparó en que yo no dejaba de mirarla. Sin esperarlo, me dijo que había sido una excursión fantástica y entre sus manos, agarro la mía y me besó en la mejilla. Después en los labios. Sin dar crédito a lo ocurrido, Cerré los ojos, levanté la mirada al cielo e inspiré profundamente. Sin soltarnos las manos, el silencio y el vaivén de las olas fueron los protagonistas del resto del viaje, hasta llegar a nuestro destino.

CONTINUARÁ (O no)
Texto: Pepe Rufete.
Imagen: Castillo de San Pedro. Cala de San Pedro.