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LAS PRIMERAS COMUNIDADES DE AGRICULTORES QUE VIVIERON EN LORCA HACE MÁS DE 5.500 AÑOS

Con la mano metida en el agua clara que baja por el nuevo canal, Atilo mira el anaranjado atardecer que caía por detrás de la sierra que llamaban de la Peñarrubia

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LAS PRIMERAS COMUNIDADES DE AGRICULTORES QUE VIVIERON EN LORCA HACE MÁS DE 5.500 AÑOS

IdEstaba cansado de manejar los bueyes con los que había estado labrando todo el día las tierras donde se volearían las semillas durante la siembra.

Con la mano mojada el jovencito se retira los mechones pelirrojos que le caen sobre la frente, pensando en la buena calidad de las semillas de cebada que había ayudado a sacar del silo a su madre la mañana anterior. El pequeño silo estaba situado cercano a la cabaña donde habitaban y había estado sellado desde la ultima cosecha para que no entraran las alimañas y roedores. De repente se alza el fuerte viento que parecía anunciar el anaranjado crepúsculo y Atilo se levanta con rapidez para dirigirse al pequeño poblado donde habitaba su comunidad que estaba formada por agricultores y pastores que llevaban allí asentados muchísimas estaciones, según relataban los más ancianos. A Atilo le gustaba escucharlos contar como sus antepasados habían llegado a este lugar después de dejar la forma de vida errante y allí se instalaron atraídos por las aguas claras que bajaban de los altas alcores donde estaba grabada la figura de un gigante que guardaba el nacimiento de estas aguas.

Mientras avanza rápidamente por las sendas marcadas entre las fértiles tierras de cultivo, su vista se alza hacia la alta montaña que protege a su poblado de los vientos del norte y que es sagrada porque de ella brotan duraderos manantiales de agua bebible y porque desde sus alturas se ve como el rio al llegar al valle se bifurca en varios riachuelos, formando un abanico que deja entre los regueros franjas de terreno cargadas de fértiles limos que son donde cultivan las gentes de su poblado.

Cuando esta abriendo la puerta de la cabaña, siente como caen las gotas de lluvia que trae el fuerte viento y se vuelve para mirar el cielo que se va cubriendo de nubes. Entonces oye como alguien a su espalda le dice “espero que caiga la suficiente agua para preparar la tierra para el cultivo”. A lo que Atilo añade “bienvenida sea padre, mientras no anegue las tierras como hace unas cuantas estaciones”. El padre colocándose junto a él, le responde “esa es la bondad y a la vez el maleficio de vivir junto a este río cuyas aguas marcan el ritmo de la vida de quienes habitamos en sus aledaños”.

Después de hace más 5.500 años los agricultores lorquinos siguen cultivando las tierras junto a las riberas del Guadalentín, lo que ha cambiado es que la fertilidad de estas tierras ya no proviene de los limos que aportaban las aguas turbias del río desde hace milenios.