Bajo los muros del Castillo, en la parte del este, se halla una pequeña balsa cuadrada, construida con grandes sillares. La tradición la supone encantada por una bella princesa mora. Dicen, que al nacer la madrugada de San Juan, la joven aparece sentada al borde de la balsa y refiere su historia al mortal que se aproxima.
La joven no es otra que Halewa, que muestra la hermosura de las hadas, la misma que cautivó con sus ojos negros al noble caballero Meruan. En silencio vivían su amor, a la espera de que éste pudiera aflorar sin grandes despropósitos. Ella, hija del rey Abu Muhamad. El, protagonista de numerosas hazañas contra las tropas del Rey Alfonso y del Cid.
Quiso el destino que un día se separaran. Antes de su marcha, Halewa le dijo: «Confío a tu custodia este listón verde de mi tocado, que te dirá siempre que Halewa te pertenece hasta el punto de no poder vivir sino para tu amor». Se marchó al Castillo de Xiquena. Su cercanía, y las sombras de la noche, permitían visitas frecuentes.
«No te olvides, por mi honor, que va ya a nacer la aurora, y que antes que se disipen las sombras, debes salir de este aposento. Contigo vaya el juramento de mi eterno amor», le decía la enamorada mientras él se deslizaba por una escala de seda. Antes de su marcha el noble guerrero depositó un ardiente beso sobre la mano de la joven, como un juramento de eterno amor.
Meruan consiguió toda clase de suertes en las batallas que disputaba. Tal fue, que el rey le nombró capitán de caballería en medio de las aclamaciones del ejército. Pero otro hombre se disputaba el amor de la bella princesa. No era otro que Abu Hassam ben Elisa, que poseía el afecto y la confianza del padre.
El rey Muhamad se vio obligado a marchar hacia Almería. Mientras, la frontera reclamaba la presencia constante de Meruan, y el Castillo de Lorca quedaba al cuidado de Hassam. La muerte del primer rey lorquino no tardó en llegar y Hassam vio más cerca que nunca su desposorios con la joven. Su único obstáculo era Meruam al que una noche citó haciéndose pasar por la enamorada.
En su camino, a la altura del Cejo de los Enamorados, le prepararon una emboscada. La lucha fue encarnizada y Meruam viéndose morir se arrojó por el precipicio. A lo lejos llegaba la joven, que oyó su último grito. Allí, sólo quedaba Hassam que le pidió amor. La negativa le llenó de ira y le dijo que la convertiría en esclava de la que fuera su mujer.
Halewa vio al borde del precipicio la cinta que le diera a su amado cubierta de sangre y se arrojó junto a él. Un mago que acompañaba a Hassam queriendo adular a su amo evocó con mágico conjuro a las furias infernales y pidió que la joven vagara errante por el Castillo, permaneciendo encantado hasta la muerte del último de los descendientes de Hassam.
Esta historia, convertida en leyenda, aparece narrada en el volumen Escritos y estudios de un cronista de Lorcadel presbítero José María Campoy García. En sus últimas líneas asegura que en una de esas madrugadas de San Juan la propia Halewa le relató «la triste historia» que acabo de contar.