MÁS QUE UNA PULSERA.
Me habían encargado que engarzara las cuentas, había que hacerlo con mucho cuidado por que eran muy frágiles. Fui haciéndolo despacio, concentrado y con mucha ilusión, ya que me habían dejado elegir el orden y por tanto la imagen final que tendría la pulsera. Poco a poco, fui introduciendo por el pequeño orificio el hilo, veía como resbalaban las cuentas muy despacio hasta colocarse alineadas unas junto a otras.
Antes de cerrar la caja donde había depositado la pulsera y al observar el reflejo dorado de la pasta vítrea con las que estaban elaboradas, intenté imaginar el aspecto original que tuvo situada en el brazo izquierdo de la joven a la que perteneció. Este dato lo había leído en la ficha del museo que me habían pasado junto a la pieza, allí se había reflejado que las cuentas fueron localizadas junto a los finos huesos del brazo izquierdo de una mujer joven, tras varias horas excavando su sepultura.
Lo que en la ficha de inventario no estaba escrito era la historia personal de esa joven que fue enterrada en la necrópolis de la antigua Eliocroca hacía más de 1400 años. La investigación de su sepultura, de sus huesos y de los objetos que habían introducido sus familiares o allegados en la tumba podrán acercarnos en parte a la pequeña historia de su paso por la vida, pero nunca se podrá conocer su nombre, sus sueños, como fue su sonrisa o como adquirió la pulsera con la que fue enterrada en el cementerio situado en las márgenes del antiguo camino que llevaba a Eliocroca. Las vitrinas de los museos arqueológicos guardan muchas pequeñas historias como esta, cuando te pasees por sus salas elige una pieza, estará expuesta para ayudar a contar una pequeña historia de nuestro pasado. Historia que la mayor parte de las veces la hicieron personas anónimas, como esta mujer cuya sepultura fue hallada en la excavación arqueológica llevada a cabo en la calle Alfonso X de Lorca.