«Mi vocación surge antes de nacer, cuando mi abuela le pide a Dios un nieto sacerdote»
Daniel Aparicio Martínez, de 30 años de edad, nace en la ciudad de Lorca el 6 de febrero de 1991, aunque al poco tiempo de su nacimiento su familia se traslada a Molina de Segura. Hijo de Diego y Marisol, Daniel asegura que siempre se ha considerado lorquino debido a que toda su familia es de allí: «No es tanto en qué ciudad trabajas sino también, y, sobre todo, dónde está tu corazón».
Durante su infancia, realiza sus estudios en el colegio San Pablo CEU, y al preguntar por su cotidianidad de entonces, Aparicio revela que cada fin de semana iban a ver «a la abuela Ana y al abuelo Tomás a Lorca», por lo que ha vivido su fe «a caballo entre Lorca y Molina». Al entrar al Seminario San Fulgencio, en el año 2014, toma como parroquia fija la Sagrada Familia de Molina de Segura.
La vocación de Daniel aparece de forma temprana. Descrito por él mismo: «Surge antes de que yo naciera. Habría que retroceder hasta el momento en el que mi abuela le pide a Dios que, si puede ser, le conceda un nieto o un hijo sacerdote».
El futuro sacerdote crece en un entorno creyente rodeado de «personas de fe», configurando así el hábitat que «fraguó esta primera llamada, este deseo de querer de “Eso”». De esta forma, Daniel comparte los siguientes recuerdos: «La fe siempre la he vivido de forma muy intensa al mismo tiempo que de forma muy natural. En mi familia siempre hemos convivido entre personas de fe. La vida de la Iglesia ha sido siempre parte de nuestra vida. Mi madre siempre me ha contado una historia que me pasó: yo estaba en las colonias de los padres Emilianos, en Terreros, y el sacerdote -durante la Eucaristía- en el momento de la consagración, elevó el Santísimo Sacramento, y he aquí un niño pequeño de tres años y medio al que no se le ocurre otra cosa que decir: “Yo quiero Eso, ¡yo quiero Eso!”. Así que puedo afirmar que, desde muy crío, esta vocación ha estado latente en mí, y yo mismo he ido descubriendo que yo quería de “Eso”, que yo me sentía atraído por las cosas de Dios, por la presencia de Dios, por la oración, por el servicio, etc.».
Tanto en la adolescencia, junto al movimiento Regnum Christi, en el que fue «profundizando en lo que era ser sacerdote», llegando incluso a ir a uno de sus seminarios en Salamanca, como en la juventud, Aparicio declara que «sentía con fuerza la necesidad de predicar», de acercarse a los sacramentos, «de poder ayudar a todos a conocer a Jesús y a sentir el amor maternal de la Virgen María».
«¡El seminario está chulísimo!»
Al cumplir los 23 años, Daniel ingresa en el Seminario Mayor San Fulgencio de Murcia, «una experiencia preciosa porque hay momentos de todo tipo, pero en especial porque en el centro está la capilla mayor, donde está la liturgia, donde está el sagrario, donde está Jesucristo. ¡El seminario está chulísimo! Yo me imaginaba el seminario como una biblioteca vieja, llena de libros y de polvo, con estanterías metálicas oxidadas… Eran imágenes en blanco y negro, algo chapado a la antigua. Cuando llegué, no solamente todo era de luz y color, sino que había una comunidad viva y vibrante, se hacían vigilias de oración abiertas a todo el mundo, en las que la gente venía y compartía. Además, la comida estaba buenísima. El seminario no era para nada algo rancio y viejo, era una comunidad viva en la que se oraba, se trabajaba, se estudiaba y se disfrutaba, dedicada a los hermanos. Los partidos de fútbol han sido impresionantes. He visto mucha solidaridad, mucha fraternidad, mucha lealtad. También hay riñas de vez en cuando. Es como una casa con muchos hermanos. Tengo que dar gracias a Dios y a la Iglesia por haberme permitido ser seminarista y también por haber recibido la educación que he recibido, gracias a la cual he podido valorar seriamente la posibilidad de ser sacerdote».
«He podido profundizar mucho más en la vivencia de los sacramentos»
El 25 de julio del pasado año, festividad de Santiago Apóstol, Daniel Aparicio recibió el ministerio del diaconado, viviendo su etapa pastoral en Bullas: «El tiempo de diaconado ha sido un entrenamiento paulatino. En este año he podido profundizar mucho más en la vivencia de los sacramentos y descubrir la práctica real de todo lo que se nos había enseñado. Sobre todo, he tenido siempre presente que Cristo es lo más importante; muchas de las catequesis y homilías que he realizado se han gestado en la soledad de la oración ante el sagrario».
La catedral de Murcia acogerá el próximo 27 de junio la ordenación sacerdotal de seis nuevos presbíteros para la Diócesis, entre los que se encuentra Daniel Aparicio, quien se siente «bastante tranquilo, con mucha libertad y mucha disponibilidad ante la voluntad de Dios». El diácono concluye: El sacerdocio «es una responsabilidad muy grande, por lo que lo pongo en las manos de la Virgen; que Ella sea la que nos guíe, la que nos ilumine, la que nos conduzca para hacer el bien. Decía san Juan Pablo II: “El sacerdote es un hombre para los demás”. Esto es lo que le pido yo a la Santísima Virgen María, que pueda ser un hombre para los demás y que de verdad sirva con mucha entrega al pueblo santo de Dios, allí donde el obispo quiera encomendarme».