Con la entrada del otoño y el cierre temporal del más popular de los establecimientos hosteleros de las alamedas, estos románticos paseos se nos quedan semivacíos hasta la vuelta del buen tiempo, ya que ahora solo serán utilizados por los transeúntes que por ellos pasan, por los que los utilizan para hacer ejercicio físico y también por los dueños de perros que tienen estos paseos como lugar de esparcimiento.
Habrá que esperar a la próxima primavera, para que nuestras alamedas tengan el bullicio que han tenido durante la temporada estival y especialmente durante los pasados días de feria, al ser paso casi obligado entre la ciudad y el recinto ferial y albergar en uno de sus paseos, el típico merendero donde se degusta la rica gastronomía lorquina.
Hoy solo queda abierto el quiosco del parque infantil, pues el resto de los pequeños bares que había, desaparecieron hace unas décadas, quioscos que si que abrían durante unas horas los días de invierno, con mucha menos actividad que en los meses veraniegos, pero dando vida a nuestra histórica arboleda.
Y es que, aparte del famoso merendero que este año celebra su medio siglo de existencia, cerca de él y con anterioridad, estaban el quiosco del “Melones”, un establecimiento regentado por el dueño de otro establecimiento de hostelería del centro de la ciudad conocido por Su Bar. Este quiosco hecho de obra, se encontraba en el espacio que hoy ocupa una pequeña fuente, en la confluencia de las alamedas de la Constitución y Corregidor Lapuente.
En esta misma alameda pero en el margen contrario, se encontraba el quiosco de Ginés Segura, una edificación que hacia esquina con la alameda de Ramón y Cajal, y que como el primero, también compartía dueño con un conocido bar de la ciudad, en este caso el desaparecido Bar Olimpia en la Residencia San Mateo.
Estos dos quioscos, junto al situado frente al puente de la Torta y denominado Sevilla, llamado así por apellidarse de esta manera su fundador (familiar del que fuese concejal de Hacienda durante la época socialista) estaban abiertos todo el año, sirviendo bebidas y comidas ligeras. A estos pequeños bares se les sumo más tarde otro al comienzo de la alameda de la Virgen de las Huertas, poniéndole como nombre el de nuestra patrona, pero por el hecho de cerrar luego su porche con grandes cristaleras, fue bautizado por los propios clientes como el de “los Cristales”, denominación por el que se conoce en la actualidad.
En esa misma alameda estuvo también el bar Retiro, la primera discoteca de Lorca, un disco bar en el que también se ofrecían actuaciones en directo, siendo durante su época muy visitado por las parejas de entonces. También en los años setenta y ochenta hubo otro merendero en la alameda Margarita Lozano, merendero llamado Los Álamos y que durante un tiempo ofreció también actuaciones musicales, abriendo solo en la temporada estival. Lo mismo que ocurría obviamente con los dos quioscos de helados situados en la alameda de la Constitución una vez pasada la vía férrea, el más antiguo propiedad de Miralles y el otro de Helados Cano de Águilas.
Más reciente fue la apertura en la alameda de Ramón y Cajal, en el huerto de la familia Castellar, del merendero Remolino de Papel, merendero que más tarde se transformó en cafetería y tetería. Y el último ha sido en la alameda de la Constitución, el Jardín de los Bustos, otro merendero en el que también se ofrecía alguna actuación musical, enclavado este, en el esplendido jardín de la que fuera residencia y consulta del oftalmólogo Martínez Mínguez, un distinguido médico lorquino que entró en la facultad de medicina de Madrid con tan solo 14 años, obteniendo la licenciatura a la edad de 20 y abriendo dos años después, en 1930, su propia clínica oftalmológica, la primera que se creó en la provincia de esta especialidad, sanatorio a la que acudían gentes de todos los pueblos de nuestro entorno, siendo foráneos el 90% de sus pacientes.
Pacientes que tenían en las alamedas lorquinas el epicentro de la atención sanitaria privada, siendo la de Ramón y Cajal la que más servicios ofrecía, pues aparte de albergar la clínica Virgen de las Huertas, conocida popularmente como la de “Pepeluis”, y a la que llegaban pacientes de toda la comarca y de la vecina Almería, llegando atender en una ocasión a un famoso actor americano que se encontraba allí de rodaje, también tenían sus residencias y consultas, médicos de muy distintas especialidades, razón por lo que las alamedas eran muy transitadas a cualquier hora del día por gente de nuestro municipio y de los pueblos limítrofes.
Hoy, excepto la Alameda de los Tristes que alberga también un hospital privado, las alamedas se ha quedado sin esa actividad sanitaria, pues tras el derribo del edificio del Centro de Salud Lorca-Centro, edificio que albergó la antes mencionada clínica de la Virgen de las Huertas, las alamedas han dejado de ser la cita casi obligada de cientos de lorquinos con alguna patología. Y al igual que no han sobrevivido aquellas consultas privadas que los médicos ofrecían en sus domicilios, pues también ellos se han ido jubilando y falleciendo, tampoco han tenido continuidad todos estos quioscos bares que antes mencionaba, permaneciendo solo al día de hoy, el de Los Cristales de una forma permanente y durante la campaña veraniega el quiosco Sevilla y el merendero Padilla, un merendero que no comenzó su actividad en el lugar que hoy conocemos, sino que su primera ubicación como tal, fue en el Quijero de Tiata, en un terreno cercano al desaparecido Puente Nuevo, trasladándose el mismo verano de su apertura a su actual ubicación, a la alameda Corregidor Lapuente.
Esta alameda que llevó el nombre de 29 de marzo, en recuerdo a la fecha en que el bando sublevado tomó Murcia en los últimos días de la guerra civil, fue renombrada por el primer ayuntamiento democrático como Corregidor Lapuente, en memoria de Pedro de la Puente, un corregidor que entre otras cosas, puso todo su empeño en la conservación y mejora de nuestras frondosas alamedas, arboleda que en 1787, tras ser visitada por el escritor inglés Joseph Townsend que estaba de paso por Lorca, fue elogiada en sus escritos y comparada con los parques de Oxford. Pero no solo se conformó el corregidor Lapuente con arreglar los paseos que hasta entonces había, sino que en el año 1817 trazó dos nuevas alamedas, la de Ramón y Cajal y la de Príncipe de Vergara o General Espartero, convertida hoy en la principal arteria de Lorca, en la avenida Juan Carlos I.
De esta avenida es de donde parte la principal y más encantadora de nuestras alamedas, la de la Constitución, alameda que también tuvo nombre franquista, pues una vez acabada la guerra se le llamó de La Victoria. Siendo durante esta etapa dictatorial cuando alcanzó el mayor esplendor, ya que fue en los años cincuenta cuando se trasladó desde la Plaza de España la vieja fuente de columna salomónica que ocupa hoy su parte central, también fue en esa época cuando se colocaron las columnas con dobles luminarias que flanquean la primera parte de esta alameda.
Pero lo que más nos llama la atención a lorquinos y visitantes, es el gran pórtico de entrada a la misma, construido con columnas dóricas procedentes de la desaparecida Real Fabrica del Afino del Salitre, la antigua fábrica de la pólvora que estuvo situada a pocos metros de allí, y cuyas columnas fueron donadas por su entonces propietario Diego Pallares Cachá al pueblo de Lorca, empleándose 12 en el referido pórtico de la alameda y el resto en embellecer la zona de nuestro monte calvario, pero como quien reparte se queda con la mejor parte, pues alguna quedó también en una finca privada próxima a la ciudad.
Recuerdo esta alameda llena de vegetación, siendo el escenario de alguna foto familiar de antaño, pero lamentablemente, hoy ya no es lo que era, el césped artificial ha roto ese encanto que tuvo en el pasado, ya no se disfruta de la presencia de aquellos rosales o adelfas, en su lugar verdea hoy una monótona alfombra sintética, un verde antinatural. No es que yo quiera césped, pues tampoco es tan natural en esta tierra nuestra, pero sí que hay otras formas más naturales de arreglar nuestros jardines públicos y parques, con rocallas y plantas mediterráneas que apenas consumen agua, como es el romero rastrero u otras especies similares. El césped artificial puede ser visualmente atractivo, pero para otros lugares, no para un jardín natural, es como poner en él unas flores de plástico, cosa que a nadie se le ocurriría, pero que puede que llegue, viendo el poco cuidado que de las zonas verdes hacen nuestros dirigentes.
La verdad es, que el mantenimiento de nuestros espacios verdes deja mucho que desear, en esta misma alameda de la Constitución se plantaron tras su última remodelación una gran cantidad de una especie de ciprés, pero muchos han sido también los que se han ido secando posteriormente, talándolos por su base y no reponiendo estos ejemplares, quedando sus troncos a la vista y dejando sus huecos un gran vacío en su conjunto.
Lo mismo podríamos decir del resto de alamedas y parques públicos, donde planta o árbol que se seca o no toma, planta que no se repone. También es sorprendente, como en los setos de las alamedas, destacan más las malas hierbas y las sierpes de árboles cercanos que el propio seto, señal inequívoca de que solo se preocupan por recortar este y no de su limpieza y conservación. Igual podríamos decir del propio seto, con numerosas calvas producidas por su no reposición y el mal mantenimiento, sobre todo de las conducciones de agua, lo que hace que unas partes se encharquen mientras a otras no les llega el agua, produciendo podredumbre en unas y provocando la muerte de otras.
Tampoco la poda se hace en su mejor momento, ni llega a todas las zonas, siendo vergonzosa la imagen de desidia que ofrecen determinados espacios verdes de nuestra ciudad, como es el caso del palmeral de la plaza de toros, donde las palmeras llevan años sin podarse y arreglarse, desprendiéndose palmas y trozos del tronco que rayan los vehículos ahí aparcados, vehículos que por otra parte pagan su correspondiente tasa de la O.R.A más su “propina” al gitano de turno. Igual podríamos decir de la vegetación particular que sobresale de alguna propiedad, como es el caso de la finca lindante con el aparcamiento del hotel donde se han llevado a cabo los conciertos de la feria en la alameda Rafael Méndez, buganvilla que sobresale descaradamente hacia la acera, llegando hasta la calzada por donde pasan los vehículos.
Pero no solo la vegetación está descuidada, también el pavimento, la ornamentación y rotulación de nuestras alamedas está abandonada. En los años noventa se abrieron seis nuevas alamedas, a las que curiosamente se les pusieron nombre de médicos lorquinos a cinco de ellas, así como al parque infantil, llevando la sexta el nombre del actor aguileño Francisco Rabal.
Pues bien, aprovechando la rotulación de los flamantes paseos, a todas las alamedas se las dotó de unos soportes de forja con la denominación impresa en azulejo lorquino, pero pocas son las que aún mantienen intacto su nombre en alguno de sus extremos, desapareciendo por completo los nombres y soportes de una de ellas, como es la alameda dedicada a nuestra actriz Margarita Lozano. El mismo camino lleva la que recuerda a su compañero de profesión Paco Rabal, estando su rotulo arrancado, descuartizado y abandonado ya varios meses frente al merendero cercano.
Tampoco la vieja alameda de Ramón y Cajal tiene rotulación que la identifique en alguno de sus extremos, en uno porque nunca ha existido, y en el otro porque los azulejos de su rotulo han desaparecido. Y por último, la del corregidor que tanto hizo por estas arboledas, tiene incompresiblemente el nombre equivocado, figurando “Corregidor La Fuente” cuando en realidad debería de poner “Corregidor Lapuente”, pero eso no es nuevo en Lorca, ya pasó en su día con la indicación al pantano de Valdeinfierno y sigue pasando con otras señalizaciones de las que hablaremos próximamente.
En cuanto al pavimento de las alamedas, pues ya sabemos lo que nos espera a los que transitamos por allí, polvo los días secos y barro los días lluviosos. De vez en cuando se echa alguna capa de tierra, pero si no se le pasa el rulo y se aplasta en condiciones, es como el que tiene un tío en Graná… Luego está el paso de los vehículos policiales y del personal encargado de su mantenimiento, que tienen la necesidad de pasar, pero que al hacerlo, con sus rodadas inciden en la conservación de este pavimento no apto para la circulación a motor. Es por ello por lo que se debería de buscar una solución mixta, conservando el albero por un lado y adoquinando o empedrando otra parte por el otro, favoreciendo así la circulación rodada excepcional y el tránsito peatonal o en bici en los días de lluvia. El alumbrado es otra asignatura pendiente, es vergonzoso que con la tecnología actual, durante estos días de feria se enciendan las farolas después del anochecer, mientras que las flamantes luminarias de última tecnología de la nueva ronda central, se encienden al ponerse el sol. Y para terminar, llamar la atención sobre las pintadas de los bancos de piedra, en esto no se sabe quién es más marrano, si el que los ensucia o el que no los limpia, lo que sí que está claro, es que si ya está sucio, siempre será más fácil seguir guarreando.
Cuando gobernaba en el municipio el PSOE, propuso el PP la creación de un gran parque en Sutullena, incluso se dieron los primeros pasos para hacerse con los terrenos necesarios para ello, propiedades situadas entre la Avd. José López Fuentes (antigua ronda sur) y la Avd. de Sutullena, pero tras más de 9 años de gobierno popular, donde dije digo, digo Diego. Igual pasó con aquel parque que se nos prometió en el Huerto de la Rueda, con puente y lago artificial incluido, que al final solo quedó en un recinto ferial al uso.
Hoy lo tenemos fácil para hacer el de Sutullena, tras la acertada entubación de la conocida como rambla de Tiata para transformarla en un vial de circulación, pues hay que reconocer que esto ha sido un acierto del gobierno municipal, la rambla ya nunca más va a llevar un caudal importante, por lo que el tramo que transcurre entre la rotonda de San Fernando y la del inicio de la autovía de Águilas, tramo donde desembocan las ramblas de Las Chatas y de Las Señoritas, se puede también entubar y albergar en su superficie el gran pulmón verde que Lorca necesita.
En el mes de enero pasado, vi la adjudicación que la empresa pública que ha ejecutado el tramo cuarto de la Ronda Central había hecho de la tubería de hormigón de dos metros de diámetro que va bajo la calzada, sorprendiéndome en aquel momento, no solo que la adjudicación se había hecho casi por el 50% del valor presupuestado, sino que el importe era menos elevado de lo que pensaba.
Es por ello por lo que se podría llevar ahora ese anunciado proyecto del gran parque de Lorca, ésta vez en terreno público sin coste alguno para el municipio, solo pagando el entubado de lo que queda de rambla, un tramo similar al que ahora se ha cubierto, al que solo habría que añadirle la tierra y el acondicionamiento como zona verde, obra que se podría llevar a cabo en varias fases conforme a la disponibilidad del dinero, matando así dos pájaros de un tiro, el acondicionamiento y adecentamiento de este espacio, tramo de donde se ha sacado tierra para el otro que se ha cubierto, cuando para contener la poca agua que va a llevar ahora no se necesitaba, al no ser que la necesidad fuese para la constructora que la tenía más a mano y gratis y por otro, lograr una nueva zona verde, pues aparte de las mencionadas alamedas, pocos son los grandes espacios arbolados que la ciudad tiene.