ANDAR ENTRE ACUEDUCTOS Y RAMBLAS CERCANAS AL BALNEARIO DE CARRACLACA Y AL MENHIR DE TERCIA
La larga avenida de Juan Carlos I sirve de toma de contacto y calentamiento para iniciar la jornada y que lleva al río para cruzarlo por la pasarela de Manterola. Se alcanza la afamada fuente de la Estrella donde se tomaba el agua del Rollo de la Zarzadilla de Totana por varios caños de boca leonina y de allí llegamos callejeando cerca del templo de San Cristóbal cuando se estaban poniendo los puestos en la plaza y varios vecinos se tomaban el café de pie al amparo del muro de la iglesia. Pronto nos hallamos junto a la subida al cementerio y más adelante se presenta el acueducto que traía la mencionada agua de la Zarzadilla a partir de 1781.
Nos detenemos junto a una pequeña torreta poligonal en ruinas que pudo servir de decantador o brocal de este tramo del acueducto, diseñado por el ingeniero Juan de Escofet sobre arcos. Desde allí continuamos por una empinada pendiente junto al cerro Mariquita, curioso nombre que pusieron los críos que iban a la cercana escuela recordando a la maestra que allí impartió clases y que era prima de mi abuela. Al final del repecho nos encontramos a un lado con la transitada autovía y al otro con unas vistas de la ciudad y de su perfil medieval, se ve el antiguo caserío dispuesto en las laderas y coronado por el impresionante y alargado castillo.
Continuamos caminando en dirección a Carraclaca y al poco escuchamos el rumor del agua cristalina que circula por el canal del Trasvase para alumbrar vida en el campo y las huertas lorquinas desde 1973.
Este amplio camino nos conduce hacia el oeste donde se ubica el cerro del Castillarejo, fortificación que sirvió de refugio a la población campesina de las alquerías de Tercia en los siglos XII y XIII. En la cima se conservan tres aljibes que sirvieron para almacenar el agua necesaria en los momentos de peligro, que los hubo y fueron muchos.
Iba sumido en estos pensamientos cuando empiezo a vislumbrar los restos del balneario de Carraclaca. Entre las ruinas se distingue aún en pie la fachada color almagra y algunos de los vanos de puertas y ventanas. Siento la curiosidad de pasar y lo hago sorteando los maderos caídos de la techumbre y pisando sobre los derrumbes de los caídos muros y tabiques, hasta llegar a un espacio que quiero identificar con la cocina. Allí se aprecia el hollín en el hueco de la chimenea, los poyetes y algunas vacías alacenas, que me hacen imaginar el trajín de las cocineras preparando una de las últimas comidas para los pacientes que se acercaron en el año 1912 para sanar su piel, tomando las fluoradas y ferruginosas aguas que nacen en una cercana fuente, a la cual accedemos para descubrir como aún mana tímidamente la espesa y coloreada agua entre amarillenta y anaranjada saliendo entre las rocas.
Dejamos atrás el manantial para acceder por la solana a la sierra de Tercia, hasta llegar a un punto donde nos detenemos para hacer un pequeño receso para el almuerzo. Desde allí bajamos por una de las ramblas que nos llevan zigzagueando entre pinos y baladres hasta desembocar en el intrincado laberinto de senderos denominado “El Scalextric”. Después de algunos kilómetros sorteando senderos y caminos a buen ritmo, nos dirigimos hacia la rambla del Burro para buscar en su la ladera occidental el inhiesto Menhir de Tercia, bloque ortogonal de piedra arenisca que se descubrió caído en 1975 y que veinte años después a instancias de la Asociación de Amigos del Museo Arqueológico de Lorca, fue puesto en pie para disfrute de todos.
Alrededor del menhir se halló un interesante conjunto de piezas líticas (puntas de flecha, cuchillos, dientes de hoz) que fueron depositadas en este lugar durante el III milenio a.C. por pastores o cazadores que llegaron desde el antiguo poblado calcolítico de Lorca. Estas piezas se conservan en el Museo Arqueológico Municipal de Lorca.
Entramos en la ciudad cruzando el metálico túnel que pasa por debajo de la autovía, para tomar la cuesta del Cubata que nos lleva hasta el barrio de Los Ángeles por el I.E.S Bartolomé Pérez Casas, después de recorrer más 24 km y haber pasado una mañana disfrutado de la cercana sierra de Tercia y de algunos centenarios elementos del importante patrimonio hidráulico lorquino, construidos para ayudar a aprovechar hasta la última gota del imprescindible elemento vital que llegó para paliar la sed de los vecinos y de sus tierras y que mano de las entrañas de la tierra para sanar la piel de muchos enfermos.
Adenda: Ruta fácil y cercana ambientada por acueductos, baños y que finaliza junto al menhir prehistórico de Serrata.