El molino del escaranbrujo es declarado bien de interés cultural en el pleno.
El Consejo de Gobierno ha aprobado hoy, a propuesta de la Consejería de Cultura y Portavocía, la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de lugar de interés etnográfico, el Cortijo y Molino del Escarambrujo, ubicado en Lorca. También se incluyen los elementos de ingeniería hidráulica que facilitan la toma de agua a través de la acequia Alcalá, conocida hoy como de Sutillena, de origen árabe y datada del siglo XIII, piezas fundamentales para la correcta comprensión de su actividad, su historia y la interpretación histórica del entorno natural donde se ubica.
El complejo del Escaranbrujo está situado en la diputación de Río, en las inmediaciones de la Sierra de Cambrón. Según la documentación de la que se dispone, ya estaba construido y en funcionamiento en 1786. Reúne los valores de singularidad, integridad y autenticidad sobresalientes que requiere la ley para obtener dicha declaración, ya que la cultura del agua en la Región de Murcia está íntimamente ligada a su forma de vida y es su elemento característico, especialmente en el municipio de Lorca, donde molinos, batanes y otros bienes propiciaron la llegada del agua a la ciudad para la alimentación y la explotación agrícola de sus tierras y sus bienes.
Entre los bienes inmuebles integrantes del lugar de interés etnográfico se encuentran, en primer lugar, el cortijo y el molino del Escaranbrujo.
Además, se incluye un tramo de la real acequia de Alcalá, el acueducto de los diecisiete arcos (uno de los más impresionantes, con una longitud de 124 metros y que se conserva íntegro), el acueducto Rambla del Cambrón, el acueducto Rambla de la Quintilla, el acueducto Km. 4, y el acueducto del Escarambrujo.
El Escaranbrujo incluye diferentes bienes tanto muebles como inmuebles entre los que destacan sus ingenios hidráulicos. La primera de las instalaciones es el Molino de Cubo, el primero en construirse en 1786 y en el que, desde las grandes balsas, el agua llegaba al sistema de cubos que aseguraba la molienda.
El siguiente es el Molino de Aceña, llamado así porque el elemento que hace girar todo el sistema de molienda es una aceña o rueda vertical. Por último, se incluye el edificio del batán, construido en el primer tercio del siglo XIX y que fue transformado en vivienda.
MOLINo DEL ESCARAnBRUJO
Texto y fotos: José María Galiana 2004 –
SIGLO XVI. Hay referencias de que, en el tránsito de los siglos XV y XVI, en la margen derecha del río Guadalentín, en las inmediaciones de Lorca, había una decena de molinos harineros.
En las estribaciones boreales de la sierra del Caño, entre el Cejo de los Enamorados y el castillo de Lorca, asentado en la ribera derecha del río Guadalentín, se descubre un inesperado vergel frondoso y polvoriento a causa de las obras de ampliación de la carretera que conduce a Vélez Blanco, siguiendo el itinerario de la Vía Augusta, una de las cinco grandes calzadas construidas por los romanos en el sureste; Elche/Cartagena, Chinchilla/Játiva, Cartagena/Alcalá de Henares –la de más tránsito– y Cartagena /Málaga, completan la relación.
Por amor a la naturaleza, Francisco Martínez Guijarro, propietario de esta algarabía vegetal, ha cedido gratuitamente el terreno expropiado a cambio de que la carretera se desdoble y en el centro sobreviva un airoso palmeral que, de ahora en adelante, dará sombra a caminantes y automovilistas.
El fértil paraje, situado frente a los blanquecinos cabezos de la sierra de la Serrata, tiene por nombre El Escarambrujo, histórico molino que antes se llamó de Buenavista por la dilatada panorámica que atesora.
Referencias documentales confirman que entre los años 1474 y 1544 bordeaban el cauce del Guadalentín los molinos de Sutullena, La Palma, Los Arcos, Escuchagrano, Peña Horadada,Íñigo, Gómez Suárez, del Rincón, del Palomar y del Nublo, molinos harineros que se abastecían de la acequia de Alcalá, las más antigua de Lorca.
No hay constancia de cuál de los molinos citados pudo ser el origen del actual Escarambrujo, que en 1785 perteneció a Antonio Robles Vives, hijo de un médico lorquino y cuñado del Conde de Floridablanca, primer ministro de Carlos III que, una vez iniciada su política de transformación económica, delegó en él las obras de los pantanos de Puentes y Valdeinfierno (los más grandes de Europa en aquellos años), la creación de treinta mil hectáreas de cultivo en el campo de Lorca y su salida a través del proyectado puerto de Aguilas. La oligarquía, que controlaba el agua, se opuso al proyecto de modernización, pero el reto era apasionante: sólo en el sureste, las Reales Obras incluían el camino de Murcia a Cartagena y el encauzamiento del río Segura a su paso por Murcia, desde el Puente Viejo hasta La Condomina.
El período que ejerció la secretaría de Estado (1787–1792) supuso un notable cambio en el reinado de Carlos III, influido por la mentalidad agrarista de Floridablanca, para el que la tierra era el centro del sistema productivo.
Un viajero del siglo XVIII
Antonio José Navarro, clérigo almeriense imbuido del espíritu del siglo de las Luces, y autor de «Viajes de un naturalista ilustrado por los reinos de Granada y Murcia» (edición y estudio de Javier Castilo Fernández), viene a Lorca en el verano de 1789, cuando ya han comenzado las obras de la presa de Puentes y el campo de Lorca se ha convertido en el mayor productor de barrilla.
Este clérigo ilustrado partió de Vélez Rubio, vio las murallas y torres del castillo de Xiquena, las tierras de labor del Obispo, «donde hay una fuente hedionda con el nombre de Fuensanta» (los baños de la Fuensanta), descubrió «el pantano de abajo» y siguió el camino del río viendo a uno y otro lado gredas amarillas y rojas. «Ya se ven aquí baladres, alcaparreras, higueras, chumbas y otras muchas comunes que omito», apuntó en su cuaderno de viajes, la noche anterior a la llegada al molino del Consejero, «una agradable casa que el señor don Antonio Robles ha construido en las márgenes del río de Lorca en medio de una hacienda que acaba de nacer como por encanto».
El molino del Consejero, al que hoy se conoce por El Escaranbrujo, le impresionó vivamente: «La casa de recreo, desde donde escribo, tiene algo de los palacios encantados que se leen en los libros de caballerías, aquellos castillos con grandes jardines, lagos, ríos, miradores, frondosos bosques que poseen sus autores en donde se les antoja en medio de los desiertos, debajo de los lagos de pez, en las montañas más aridas, con cuyas descripciones nos llenan la imaginación de maravillas. Si esta casa, sus árboles, sus jardines y huertas han nacido en pocos años en un suelo árido, desatendido de todos, a esfuerzos de los talentos, conocimientos e instrucción de su dueño, causan sorpresa, una satisfacción permanente».
La casa que el consejero de Floridablanca edificó junto a uno de aquellos molinos que jalonaban el Guadalentín, descollaba sobre las copas de los álamos, las lomas se veían pobladas de olivos recientes, y los eriales, antes secos, allanados, distribuidos en cuarteles, alineados graciosamente, millares de arbolillos, todo el suelo verde con panizos, hortalizas y fresas.
«Con la frescura de la mañana –recordaba el clérigo– paseamos la huerta, seguimos los círculos de un cauce que lame el pie de las colinas, al costado de un terraplén bordado de frutales y parras; reposamos cuando calienta el sol en un barranco poblado de naranjos».
Dos años antes, Navarro había pasado por allí y recordaba haber visto un terreno de aspecto triste, plantas pequeñas y descoloridas: «…pero el buen labrador no encuentra tierra inútil. Los magníficos jardines de Aranjuez, las huertas, las calles de árboles, los prados, los sotos y cuanto allí hay delicioso está cercado de colinas de yeso». Y concluye: «El señor Robles, que cultiva por principios, ha dado a sus tierras las labores y abonos convenientes, ha plantado los árboles que le son análogos y estas lomas antes áridas presentan ya un bosque de verdes y lozanos olivos».
El consejero, hombre culto y emprendedor, anunció al clérigo que iba a construir un batán junto a la casa. Tres años más tarde, el 30 de abril de 1802, el consejero Robles fue la primera víctima de la rotura del pantano de Puentes, al ser arrastrado por un masa de fango y agua cuando se dirigía en una jardinera al pantano.
Las piedras gastadas
Escaranbrujo puede ser derivación de escaramujo, rosal silvestre, o agavanzo, muy común en la península ibérica, una planta arborescente de 1 a 3 metros de altura, con los tallos ramosos, muy extendidos.
El polvillo que se cierne entre las frondas del Escarambrujo deja un rastro de oro en el verdín de las piedras gastadas, en los poyos cuajados de macetas, en el rostro de una Purísima tallada en 1750 por Juan de Uceta y en los penachos de espigas de los papiros que hay junto al canal de sillería por donde discurre el agua del pantano.
Cuando se conocía por Buenavista, el molino perteneció a las familias de González Conde y de Regino Aragón, que lo explotaron como fábrica de harinas hasta la guerra civil. Terminada la contienda quisieron venderlo pero nadie se interesó; finalmente, la compró un hermano del actual propietario, Francisco Martínez Guijarro que, a su vez, la adquirió en 1970: «De niño, hacía excursiones allí con un primo mío, y enseguida capté el hechizo de ese paraje. Yo era un niño tímido, y sentimental, muy diferente a mi padre, un hombre de carácter. Mi madre era todo poesía, y muy alegre. Terminé los estudios de Derecho por complacer a mi padre pero me gustaba más la agricultura. Dejé Lorca por la sequía y las heladas, compré una finca en Toledo y apliqué las normas de buen ganadero: selección, crianza, líneas de sangre, etc. Hacía los cruces como los alemanes, por eso, cuando vine al Escarambrujo, me dediqué a mi verdadera vocación, la selección y cría de perros de raza».
Hace 35 años, Francisco Martinez Guijarro hizo lo mismo que el consejero Robles; recuperar el molino y plantar un jardín familiar donde ahora madura el naranjo y florece el albaricoquero. Mientras compartimos un oporto, hace recuento de las plantas que le rodean, recuerda los ojos verdes y penetrantes de la Reina Sofía a la que regaló una hembra lhasa apso, le brillan los ojos al hablar de su amigo el torero Luis Miguel Domingúin, de la exposición canina de Westminster en Nueva York, de su amor por los foxterrier de pelo duro, de Camelot y Pedrín, sus perros más queridos, de los rosales de Borneo y del vivo deseo de que, a su muerte.
El Escaranbrujo se convierta en un museo vivo, un espacio destinado a la formación de artistas y artesanos.