LA MARCHA DE LOS FRANCISCANOS DE LORCA. UNA MALA NOTICIA.
Esta semana ha traído una mala noticia, la orden de los franciscanos abandona Lorca, dejando el lugar donde han residido desde hace más de 550 años. Al final de la Edad Media construyeron una ermita, entre dos de las acequias más importantes de la huerta lorquina (Tamarchete y Cazalla), reutilizando los restos de un palacio o almunia construido durante el siglo X siguiendo los modos arquitectónicos que emanaban de Córdoba, capital del califato, en cuyas inmediaciones Abderramán III, mandó construir a partir del año 936, la ciudad palatina de Medina Azahara. Es una buena noticia, el que este importante yacimiento arqueológico haya sido declarado esta mañana, Patrimonio Mundial de la Unesco.
La partida de los franciscanos deja el convento de la Virgen de las Huertas vacío, hecho de gran transcendencia, ya que se marcha la orden franciscana, nos dejan los religiosos que han tutelado este lugar desde siempre y han hecho una gran labor entre los lorquinos.
Para Lorca, el convento de los franciscanos de abajo, siempre ha sido un referente, ya que allí se encuentra la iglesia donde se venera a la patrona de Lorca, la Virgen de las Huertas. Al pie de la Patrona, el párroco o uno de los padres franciscanos han unido en matrimonio a muchas parejas, han dado su primera comunión a numerosos niños, han bautizado a un gran número de bebes y han despedido a muchos vecinos fallecidos. Todas están personas se han sentido y se sienten en la actualidad, ligadas religiosamente y sentimentalmente con este lugar, al igual que muchos ciudadanos de Lorca.
Mis primeros recuerdos del convento de la Virgen de las Huertas se retrotraen a la niñez, cuando bajaba con mis padres al santuario por la festividad de la Patrona y disfrutaba de las atracciones, casetas y tómbolas que allí se montaban; me acuerdo cuando subíamos por el puente de La Torta e iba contento con la pelota blanca de cuero cogida por un elástico, que en la feria Chica me habían comprado, y recuerdo el croar de las ranas que habitaban la acequia situada más abajo del partidor de los “Tres Puentes”. También recuerdo, ir a las comuniones de algunos amigos al santuario y años más tarde ir a recoger a mi madre a la salida de las aulas del colegio “Virgen de las Huertas”, que habían junto al convento.
Cuantas veces he rememorado con algunos amigos arqueólogos, la estupenda acogida que nos realizaron los padres franciscanos, cuando siendo estudiantes nos permitieron hospedarnos en el convento, mientras duraban las primeras excavaciones arqueológicas en la villa romana de La Quintilla, allá por 1981 y 1982. Ese talante hospitalario, siempre lo han tenido los franciscanos, como muy bien pude de nuevo constatar, a tenor de los trabajos arqueológicos efectuados en el subsuelo del convento y de la iglesia, que comenzaron a finales de 1999 y que se han alargado hasta fechas recientes. Siempre fuimos bien recibidos y siempre los padres se han interesado por los nuevos hallazgos y han apoyado las intervenciones arqueológicas y la valorizaron de los restos arqueológicos hallados.
Ahora que se están finalizando los trabajos de restauración en el santuario, después de los terremotos de mayo de 2011, tan añorados y reiteradamente solicitados por los franciscanos, de la mano del superior del convento el padre José Hernández Valenzuela, nos anuncian que se tienen que ir. Aunque parece una decisión sin vuelta atrás, espero que no se haga efectiva, ya que son historia del lugar y se necesita de su presencia y buen hacer.
Siempre recordaré las conversaciones y las numerosas visitas guiadas al santuario y a los restos arqueológicos del palacio califal, con el padre José Hernández Valenzuela. Ha sido un honor y un placer.