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LORCA, UN MISMO PERFIL URBANO A LO LARGO DE MILENIOS QUE HA CAMBIADO EN LOS ÚLTIMOS DECENIOS.

El medio físico ha condicionado siempre el asentamiento humano en Lorca. Desde hace 5500 años se primó por los primeros pobladores la cercanía al recurso hídrico mas importante que suponía el agua del Guadalentín y las tierras irrigables.

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LORCA, UN MISMO PERFIL URBANO A LO LARGO DE MILENIOS QUE HA CAMBIADO EN LOS ÚLTIMOS DECENIOS.
El medio físico ha condicionado siempre el asentamiento humano en Lorca. Desde hace 5500 años se primó por los primeros pobladores la cercanía al recurso hídrico mas importante que suponía el agua del Guadalentín y las tierras irrigables. Estas tierras estaban al pie de una alta y alargada sierra que servía de resguardo y control visual de un amplio territorio. Ese tipo de establecimiento en una ladera al amparo de un alto cerro configuró la población desde el III milenio a.C. hasta la Edad Media. Se sucedieron en el mismo lugar las gentes calcolíticas, argáricas, ibéricas, romanas, visigodas, árabes y cristianas.
Sobre esa ladera se configuraron las primeras parroquias (San Pedro, Santa María y San Juan) fortificadas por una poderosa muralla, que fue quedando obsoleta cuando el peligro fronterizo desapareció. Extramuros surgieron los arrabales de San Mateo, Santiago y San Cristóbal.
Lentamente la ciudad fue creciendo durante los siglos XVI, XVII y XVIII, llegando a principios del siglo XX hasta las Alamedas, El Óvalo y el cementerio de San José. Y llegaron las altas construcciones de la Avenida, creando una nueva y alta muralla de ladrillo formada por edificios de muchos pisos, su ocupación propicio el progresivo vaciamiento del antiguo casco urbano y la bajada del comercio y de los servicios de hostelería y restauración a está nueva arteria de la ciudad y su entorno.
Al otro lado de las vías del ferrocarril se fueron multiplicando las casas residenciales y a lo largo de principios del siglo XXI surgieron nuevas barriadas en las cercanas tierras cultivables.
La huerta próxima a la ciudad ha ido desapareciendo con la multiplicación de viviendas en las pedanías de Tiata, Marchena, Cazalla, El Campillo, La Purgara y Tercia, y con ello también ha desaparecido una forma de vida.
Los nuevos tiempos han traído un hermoso y singular casco histórico vacío que es urgente repoblar para poderlo conservar, y una huerta superpoblada y parece que lo estará mucho más, ya que la pandemia ha cambiado algunos hábitos de vida y las gentes quieren irse a vivir al campo para disponer de entornos al aire libre.
Trabajemos todos los lorquinos por guardar nuestras señas de identidad y la antigua ciudad es una de las más importantes que tenemos que conservar. Nuestra hermosa ciudad necesita vivirla, poblarla y sentirla, tarea que es de todos y por la que es necesario y urgente apostar.