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RECUERDOS DEL TREN MIENTRAS CAMINAMOS POR LAS SENDAS DE LA HUERTA DE TERCIA

Al pisar la calle esta mañana he sentido en las piernas el fresquito de los primeros días de octubre que se acentuaba por las sombras que proyectaban los altos edificios de la Avenida.

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RECUERDOS DEL TREN MIENTRAS CAMINAMOS POR LAS SENDAS DE LA HUERTA DE TERCIA

Al tomar por Las Columnas hacia la Alameda, el sol que se colaba entre las altas copas de los árboles ponía calidez en el ambiente, y así durante el largo paseo que nos ha llevado por donde el tren entraba en la ciudad hacía las sendas de la pedanía de Tercia.

Hemos pasado junto a las vacías y cerradas infraestructuras férreas y mientras caminábamos junto a las vías cortadas hemos comentado sobre las salidas y llegadas en tren a Lorca, la parada en San Diego y la llegada a Sutullena, una vez pasado el puente de hierro y los diferentes pasos a nivel. También hemos recordado las vistas que se tenían sobre el convento de las Clarisas y sobre la trasera de la antigua Escuela de Maestría.

La imagen que nos ha acompañado al volver sobre nuestros pasos ha sido la del alto Castillo amurallado y a sus pies el caserío donde sobresalen las tres torres-campanario de las antiguas iglesias, San Juan, San Pedro y Santa María. Hemos cruzado el seco cauce del río Guadalentín, y por Santa Quitería y el puente de la Torta, hemos vuelto de nuevo a las Alamedas, cuyos bancos soleados ya estaban ocupados.

Hemos finalizado la andadura junto a la cerrada y decimonónica estación de Sutullena, cuando el bonito reloj que sobresale de la pared marcaba las 11 de la mañana, parece que es lo único que aún funciona junto a los vacíos andenes sobre las silenciosas vías, las cuales visten pobladas de cuantiosas y altas hierbas. Mientras me alejaba iba cavilando en la vuelta del necesario tren y en que la espera no se haga muy larga.