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Torre del Espolón, una década del desastre a la plenitud

Se trata de una torre militar y, tanto su única puerta de acceso como las puertas interiores, están preparadas para irse cerrando con trancas, y las escasas e imprescindibles ventanas son todas estrechas saeteras con limitada funcionalidad militar.

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Torre del Espolón, una década del desastre a la plenitud.

La torre del Espolón, en primer término, en la que se aprecia el estado de abandono que presentaba desde finales del siglo XIX hasta su restauración en los años 70.

La imagen más reciente de la torre, tras los daños causados por el terremoto de 2011.

El abandono la deterioró, y los seísmos han vuelto a dañar la atalaya medieval. Su aspecto es ahora similar al que ofrecía a finales del XIX. Uno de los extremos del Castillo, posiblemente el más accesible, cuenta con la torre del Espolón o Esperón, denominación con la que se la conoce ya en la documentación medieval. Este símbolo defensivo de un época pasada ha sido uno de los edificios históricos más dañados por los recientes seísmos, hasta el punto de que sus aspecto exterior es casi similar al que presentaba a finales del siglo XIX.

El nombre de la torre puede deberse, según apunta el arqueólogo Andrés Martínez Rodríguez en un documentado estudio sobre las torres de la fortaleza, al lugar en que se construyó, extremo del castillo fortificado desde el siglo XIII con un potente muro de mampostería.

La torre del Espolón no dispuso de patio de armas y el único cerco que tuvo fue la propia muralla del castillo que, en las inmediaciones, fue reforzada con torres, entre las que destaca una de forma semicircular construida en el siglo XV.

La torre es de planta cuadrada con un alzado de algo más de 21 metros. Su estructura interior consta de un aljibe subterráneo, dos plantas y terrado. Está construida con gruesos muros de 3,20 metros de grosor, a base de mampostería de caliza trabada con mortero de cal y los ángulos reforzados por sillares. Esos muros sólo están perforados por siete estrechas saeteras y la puerta de entrada abierta al levante.

Las bóvedas del interior, tanto en las saeteras como en el aljibe y en las habitaciones, son de ladrillo, lo que es habitual en edificios castrenses nazaríes y mudéjares, y todo trabado con mortero de cal. Su estructura, concepción del espacio y programa decorativo son de claro cuño cristiano y están en relación con su funcionalidad primordialmente militar.

La única parte de esta torre cuyo diseño parece influenciado por la arquitectura islámica es el aljibe, que guarda semejanza con los de los castillos de Alcalá de Guadaira en Sevilla, y Bujalance en Córdoba.

En las cuatro esquinas de la torre, señalando la separación de las dos plantas al exterior, hay colocados sillares que llevan incorporados elementos ornamentales, en buena parte muy deteriorados. Un rostro que ha perdido la parte superior de la cabeza, y tres bustos masculinos parcialmente destruidos es lo poco que queda.

La torre del Espolón resultó muy deteriorada con el tiempo y el abandono hasta el punto de que el tercer piso había desparecido a finales del siglo XIX, por lo menos en los muros exteriores. El interior se mantuvo debido a que la bóveda de crucería de la primera planta no se derrumbó.

En los años 1970-1971, bajo la dirección del arquitecto Pedro San Martín Moro, se llevó a cabo una restauración, que concluyó con la reposición de las almenas en base a las encontradas en los escombros del relleno. Un dibujo de Ordovás de 1799 muestra la torre sin almenas.

El coronamiento original pudo ser en forma de cadalso, un saledizo de madera para la defensa de la torre.

El recorrido interior empieza por el aljibe, un espacio de planta cuadrangular con un pilar central cruciforme del que arrancan cuatro arcos apuntados de sillería. Las bóvedas están construidas a base de ladrillo. El agua de lluvia llegaría al aljibe a través de dos entradas elaboradas en piedra, una labrada con forma de cabeza de león.

La planta baja no conserva ningún elemento de su pavimento original que, posiblemente, fuera de piedra fina con mortero de cal. La actual solería se colocó durante la restauración de los años 70. La cubierta de la estancia presenta una bóveda de crucería, con cuatro cadenas de dovelas de piedra que se apoyan en columnas adosadas al muro en las esquinas, un ejemplo típico de las iglesias cistercienses. Las columnas están rematadas con capiteles decorados con motivos vegetales. La bóveda es de ladrillo colocados de canto y dispuestos en forma de espiga.

A la derecha de la entrada a la torre, hay una puerta que permite el acceso a la escalera por la que se accede al piso superior. La caja de esa escalera está construida en el interior del muro y tiene ochenta y cinco peldaños de los que sólo son originales doce del segundo tramo. La iluminación se recibe a través de las saeteras que perforan el muro en los ángulos del torreón.

A la primera planta se accede por una puerta rematada por un arco apuntado, realizada en sillares de piedra, puerta que se cerraría con dos hojas de madera o metal que hoy no existen.

La iluminación de esta sala se realiza a partir de la puerta y de tres saeteras abiertas en los muros orientados al este, oeste y norte. La cubierta, al igual que en la planta baja, está formada por una bóveda de crucería simple, con apoyos en cuatro columnas adosadas a los muros. Estas columnas son más esbeltas que las de la planta baja y sus capiteles están decorados, tres de ellos con hojas de palma y el cuarto con hojas de acanto espinoso.

El actual terrado y los dos últimos tramos de escalera por los que se accede a él están totalmente reconstruidos en base al mencionado proyecto del arquitecto San Martín Moro, que le añadió las almenas. Si existieron en el pasado, pudo ser como consecuencia de obras realizadas al principio del siglo XIX para fortificar el castillo, con motivo de la guerra contra los franceses.

La incorporación de esta torre al parque temático medieval ‘La Fortaleza del Sol’ supuso también algunas reformas interiores para acondicionarla a las visitas turísticas. Tal vez la más llamativa fue la que afectó al aljibe, transformado en mazmorra para proporcionarle un atractivo más.