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VERGÜENZA Y BOCHORNO por Manuel Morales García

La violencia en el deporte es una lacra que los padres debemos eliminar por el bien de nuestros hijos.

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VERGÜENZA Y BOCHORNO

Con este mismo título, hace 7 años, escribí un pequeño artículo tras presenciar un lamentable espectáculo en un partido de alevines (niños de 10 años). En aquella ocasión asistí estupefacto a los improperios e insultos de todo tipo, que un grupo de padres le hacía al árbitro del partido (un chaval de unos 13 años) en presencia de su padre que había venido a Lorca desde una localidad cercana a traer al chico a que arbitrara el partido. El pobre hombre asistía con una resignación “cristiana” a todas las barbaridades que aquellos salvajes le decían a su hijo. La vergüenza ajena que sentí en aquellos momentos hizo que abandonase el campo antes de finalizar el partido. Está claro que no hemos evolucionado nada desde entonces, sino más bien todo lo contrario, seguramente una consecuencia más de la pérdida de valores que sufre esta sociedad enfermiza que tenemos.

En otra ocasión, en una localidad cercana a Murcia, haciendo funciones de delegado de un equipo de alevines en el que estuve un par de años, mientras esperaba a que el árbitro abriera la puerta de su vestuario para entregar las fichas de los jugadores, escuché incrédulo desde la caseta del vestuario local estas palabras textuales del “entrenador” : <<Ya sabéis, si pasa la pelota no pasa el tío, patá en la espinilla, a muerte con ellos>>. Un “entrenador” a niños de 10 años, aquello me pareció increíble.
El lamentable espectáculo que nos ha dejado este pasado fin de semana un grupo de padres en Beniaján que ha dado la vuelta a España, plantea la necesidad de reflexionar seriamente sobre qué es lo que está pasando. Está claro que los primeros responsables son los padres, y sobre qué lleva a estos a emplear esta conducta daría para escribir un libro. Pero dicho esto, pienso que los clubes de fútbol base también deben de tomar las medidas adecuadas (severas y rigurosas) para que estas cosas lamentables, que al final son los niños los que sufren las consecuencias, no sucedan. En cuanto a lo de los entrenadores (recordemos: formadores de chicos) creo que, en esto, cada vez estamos más concienciados de que no se puede dar esa responsabilidad a cualquier energúmeno, aunque alguno todavía queda.
Aunemos todos esfuerzos, no solo por el bien del fútbol, sino por el bien de nuestros hijos: los niños de hoy, los hombres del mañana.