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ASCENDER A LA ALTA Y OMNIPRESENTE MUELA DE MONTALVICHE

Siempre que pasaba por la comarca de los Vélez me detenía para mirar la espectacular mole aplanada de la Muela y cavilaba con las espectaculares vistas que se tendrían desde su altura. Hoy ha llegado el día de comprobar en directo estos pensamientos en una especial y enriquecedora jornada.

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ASCENDER A LA ALTA Y OMNIPRESENTE MUELA DE MONTALVICHE (VÉLEZ BLANCO) 

La Asociación senderista Lorca-Santiago ha sido la promotora de la ruta para lo que hemos sido convocados a las 8 de la mañana en el Huerto de la Rueda. Cuando estábamos todo el grupo, hemos salido en coches particulares hacia la comarca de Los Vélez y en poco más de media hora nos estaba recibiendo el señorial castillo de Vélez Blanco y detrás se podía divisar el objetivo que hoy queríamos coronar que estaba enmarcado por un cielo gris y un ambiente húmedo que se podía tornar en mojado, como así ha ocurrido.

Tras avanzar un tramo por un camino de tierra, hemos aparcado los coches para continuar andando por el mismo camino que nos ha llevado al pie de la ladera occidental de la sierra de la Muela de Montalviche. Desde este punto hemos empezado la ascensión, primero por bancales recién labrados poblados de almendros y después por una empinada ladera pedregosa con mucha pendiente que recorría la umbría, siempre vigilados por una gran bandada de buitres algunos de los cuales planeaban sobre nosotros y con unas esplendidas vistas a Vélez Blanco con su hermoso castillo. La tremenda subida nos ha puesto sudorosos, sobrando algunas de las prendas que portábamos, pero pronto esa sensación de calor se ha empezado a combinar con el fresco que traían las ráfagas de viento. Muy bien conducidos por Roque Moya hemos ido subiendo por crestas calizas, placas erosionadas y con mucha piedra suelta. Se respiraba aire puro y nos llegaban los aromas a romero, flores de espliego secas y sobre todo a tomillo. ¡Que bien se olía!.

Hemos seguido ascendiendo por laderas empinadas y en algunos tramos hemos tenido que trepar por los aristas rocosas. La senda en varios tramos se perdía y solo algunos hitos de piedra y algunas flechas amarillas estratégicamente situadas ayudaban a seguir la ruta.

Al cabo de casi tres horas andando hemos llegado a la cumbre que nos ha recibido con mucho aire que llegaba frío. La impresión que da esta amplia meseta de casi 500 m de longitud desde la lejanía no corresponde con la realidad, el suelo está repleto de rocas craqueladas con aristas que te dificultan el caminar y hay que llevar mucha atención porque la superficie está repleta de espinosos cojines de monja, es sorprendente que a 1600 m de altitud florezcan algunas amarillas margaritas silvestres.

Al llegar al extremo oriental de la altiplanicie se aprecia el gran farallón vertical y abajo los campos, montes y el cauce del río Vélez. Hacia oriente se puede divisar en la lejanía el castillo de Xiquena, cuyas rojizas murallas de tapias hoy no se aprecian bien, lo que si se apreciaba y comprendía desde esta altura, es como fue la frontera oriental de Lorca con los Vélez durante más de 250 años de la Baja Edad Media, una amplia franja de terreno poco poblado y muy bien controlado por las fortalezas de Tirieza y Xiquena, hasta que en 1433 fueron tomadas por el ejercito de Castilla y giraron su defensa para mirar hacia el otro lado de la frontera donde quedaban los Vélez y el reino de Granada.

Cuando estábamos finalizando de hacer fotografías y la mayor parte del grupo degustaba el almuerzo ha comenzado a llover, lo que ha hecho que decidiéramos de prisa comenzar el regreso. Las mismas pendientes que habíamos subido hemos tenido que bajar con el agravante de que al principio estaban mojadas. La bajada es mucho más complicada y dificultosa, hay que ir pendiente de donde se ponen los pies y lo que prima es la inestabilidad, se tiene la sensación de que apenas se avanza.

Después de más de cinco horas de ruta pedregosa subiendo y bajando el cerro, llegamos de nuevo a los bancales labrados y aterrazados poblados de almendros, con la estupenda sensación de haber coronado un inmenso cerro y haber saboreado unas espectaculares vistas en un día otoñal con un clima ventoso y lluvioso.

Satisfechos y contentos de lo andado volvemos a los coches para dirigirnos a Vélez Blanco, donde hemos degustado unas frescas cervezas y unas apetitosas tapas arropados por el estupendo solecico del crepúsculo y comentando y riendo las anécdotas de la jornada. Al volver nos hemos recreado con las vistas del atardecer presidido por la omnipresente Muela de Montalviche.

Muchas gracias a todos los que han formado este maravilloso grupo, ha sido una jornada genial en todos los aspectos. Hasta la próxima.

Adenda: La ruta es de alta dificultad, se caminan 9.5 km en más de cinco horas y el desnivel acumulado es de más de 800 m sobre unas fuertes pendientes repletas de pedrizas.