DE NUEVO UN DÍA DE SAN BLAS CON ROLLICOS Y RELIQUIAS
Al entrar al nuevo edificio situado en la confluencia de las calles Zapatería y Horno de las Monjas, te encontrabas sobre el mostrador las banastas repletas de bolsas con rollicos, las bandejas con las reliquias y a las antiguas alumnas de las Mercedarias con sus blancos delantales despachando amablemente. En el centro de la gran sala de la planta baja con pavimento acristalado, para dejar vistos los restos arqueológicos de cronología medieval y moderna que se conservan in situ, se encuentra el bello grupo escultórico denominado “El milagro de San Blas”. Merece la pena darse un tiempo y mirar con detenimiento la escultura para observar el perfecto modelado del cuerpo regordete del niño, sostenido por las manos de la madre de rasgos elegantes y finos. Mirar el rostro de San Blas con el insinuado bigote y la perilla oscura, y pasar por detrás de la escultura para mirar la bonita decoración de la capa pluvial de San Blas.
Una vez abandonada la estancia y al abrir la bolsa de plástico para degustar los rollicos, he sentido el estupendo aroma que me ha llevado a cuando era un niño y los rollicos iban engarzados con un hilo y había que tener cuidado porque si se rompía, todos los rollos caían al suelo.
Tras despedirme de varias de los amigos reunidos en la calle Zapatería, he descendido por la calle Rojo satisfecho y contento de la haber con cumplido con una tradición que me habían enseñado mis mayores.