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POR LAS INDÓMITAS Y VIOLÁCEAS TIERRAS DE LA PEÑARRUBIA EN EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS

Estos soleados días que tenemos en nuestro ahora cerrado municipio, son propicios para andar y pasear con cordura por las sierras cercanas.

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POR LAS INDÓMITAS Y VIOLÁCEAS TIERRAS DE LA PEÑARRUBIA EN EL DÍA DE TODOS LOS SANTOS.
Estos soleados días que tenemos en nuestro ahora cerrado municipio, son propicios para andar y pasear con cordura por las sierras cercanas. Tenemos el privilegio de que la ciudad está al pie de una sierra que es la prolongación de otra sierra más amplia y de bastante más altura denominada la Peñarrubia. Sierra boscosa y mayoritariamente repoblada de pinos y jalonada de sendas y varios recorridos, algunos con indómitas, salvajes y fuertes pendientes. También están las pistas y sendas que te llevan hasta las antenas, los profundos pozos horadados como respiraderos de las minas de hierro y coronando al vértice geodésico. Este punto permite mirar al esplendido y poblado valle del Guadalentín y las sierras del entorno, que, como no, formaron parte de aquella histórica frontera protagonista del final de la Edad Media.
En estos días que se celebran a Todos los Santos (1 de noviembre ) y a los Fieles Difuntos (2 de noviembre), se puede ejercitar desde estas alturas la mirada para buscar el cementerio de San Clemente, donde muchos lorquinos tenemos enterrados a nuestros difuntos desde el año 1900, aquellos a los que quisimos, nos quisieron y aún queremos, aquellos que dejaron su ausencia en nuestros recuerdos, preciados y queridos recuerdos. Se distingue el campo santo de planta rectangular al que solemos acceder por la puerta orientada al sureste que desemboca en la calle principal, embellecida con panteones construidos con diferentes lenguajes artísticos (ecléctico, neogótico, neonazarí, noemudéjar) que estuvieron de moda en las primeras décadas del siglo XX. Al fondo de esta calle preside la capilla y a los lados se fueron ordenando el resto de los panteones y de las calles, en las más cercanas aún se conservan algunos de los nichos más antiguos con los restos mortales de personas trasladadas desde el cementerio de San José, emplazado desde 1806 en los arrabales del suroeste de la ciudad.
Y cuando bajemos de la cumbre de la Peñarrubia, podemos buscar la denominada como “Piedra Raja”, curiosa y oscura formación rocosa, donde los antiguos eruditos locales quisieron ver un aislado y doble menhir que tomaba protagonismo en el árido paisaje desprotegido de arbolado.
Cuantas pisadas han quedado por estas sendas y cuantas quedaran marcadas en estas indómitas y violáceas tierras.