UNA LORCA ENVIDIABLE
Quien leyera hace unos días mi anterior publicación, se daría cuenta que buena parte de ella estaba cargada de envidia, de celos de lo que otras localidades gozan y nuestra Lorca no. Y es que, aunque de pequeño se me educó en dos colegios religiosos, inculcándome el precepto de vivir sin pecado, bajo un código moral, contándome aquello de que la envidia fue la responsable de que Caín matara a su hermano Abel, o que a Coré se lo tragase la tierra tras tener envidia de Moisés. Lo cierto es, que la envidia es un pecado al que soy propenso, un sentimiento natural que me causa bastante malestar. Pero no es que tenga envidia del prójimo, de la trayectoria, riqueza o constitución que este tenga, ya que creo que ni el éxito, ni el dinero, ni el físico son las claves de la felicidad. Como tampoco anhelo la suntuosidad que otros poseen, ni tener una vida similar a ellos, aunque la actual sociedad de consumo sí que nos haga creer, que comprar esto o poseer aquello, sirve para evidenciar nuestro estatus e impresionar a los demás.
Lo que me causa una excesiva envidia, son los pueblos y ciudades bien conservados, aquellos que preservan con orgullo su patrimonio histórico. Esos pueblos encantadores que como Lorca, se levantaron en torno a un rio, un castillo o plaza mayor, aquellos pueblos que fueron creciendo sin olvidar su pasado, protegiendo y custodiando las huellas que esté dejó. Unos pueblos y ciudades que son la envidia y admiración de quienes los visitan, por su historia, por su arquitectura y por el encanto que nos atrapa en cada uno de sus rincones. Unos pueblos entre los que se podría encontrar también Lorca, una ciudad que posee uno de los castillos más grandes de España, que tiene el centro urbano más monumental de la región, que atesora la mejor muestra del barroco civil del sureste español como es el palacio de Guevara, o que goza de un precioso conjunto monumental como el de la plaza de España. Una plaza donde destaca la joya arquitectónica de San Patricio con su impresionante fachada, un esplendido templo de planta catedralicia que alguna diócesis querría para sí como sede.
Y todo esto sin olvidarnos del magnífico recinto del castillo que no hace tanto se puso en valor, de los vestigios del barrio judío y la sinagoga encontrados recientemente en él, del porche de San Antonio y parte de la muralla medieval que rodeaba la ciudad y que con tanto acierto se ha restaurado, de los restos del palacio nazarí hallados en el subsuelo del santuario patronal, del antiquísimo conjunto hidráulico de la Fuente del Oro que se ha recuperado hace unos meses, de más de un palacio o casa señorial que aún se conserva en buen estado, de los diferentes templos que se encuentran repartidos por toda la ciudad y de los museos arqueológico, de Semana Santa, del belén y otros que están en proyecto. Algo más que suficiente para ser una ciudad envidiable, una ciudad deseable que todos querrían conocer, y más cuando su casco histórico y castillo, son Conjunto Histórico-Artístico Nacional desde marzo de 1964, siendo el primero de la región en conseguir esta distinción, 12 años antes que el de Murcia que fue el siguiente en ser declarado en febrero de 1976, aunque ya Lorca, desde el 3 de junio de 1931, contaba nuestro castillo con la declaración de Monumento Histórico Artístico perteneciente al Tesoro Artístico Nacional.
Pero sin embargo, Lorca no tiene el flujo turístico que por su riqueza histórico-artística merece, por la monumentalidad que nuestra ciudad ofrece, como tampoco figura en las diferentes listas de los pueblos más hermosos o que mejor conservan su patrimonio histórico. Y es que, mientras que en otras localidades se desviven por conservar su patrimonio, edificando incluso construcciones que se asemejan al pasado, pensadas y diseñadas solo para atraer más turismo, aquí dejamos que se nos caigan a pedazos algunas de las casas solariegas que aún se conservan, casas que hablan de nuestra historia y la de los hidalgos o nobles que las habitaron. Unas Historias y leyendas que si que aprovechan otras ciudades con menos recursos arquitectónicos que la nuestra, más pequeñas y más alejadas de las principales vías de comunicación para conquistar al visitante, para seducirlo con las maravillas o el encanto que pueda ofrecer la ciudad. Unas ciudades que programan un gran número de eventos culturales para atraer al turismo, que cuidan la estética de su mobiliario urbano y la señalización de los diferentes lugares a visitar, que tienen adecentadas y convenientemente cuidadas todas las entradas a la población y sobre todo, que velan por la conservación y el embellecimiento de su casco histórico, impidiendo la profusión del cableado aéreo y la visualización de los contenedores de basura, aparte de evitar el despoblamiento y abandono del mismo, incentivándolo como uso residencial y sobretodo como comercial y hostelero.
Y claro así, si que consiguen aumentar en los últimos siete años un 60% el número de visitantes y pernoctaciones, teniendo hasta 5000 pernoctaciones en un mes tan flojo como el de enero y más de 360.000 al año, aunque son más de 2 millones los que visitan anualmente la ciudad entre visitas y excusiones de un solo día. Me estoy refiriendo a Ronda, un municipio malagueño de unos 35.000 habitantes, alejado de las grandes urbes y vías de comunicación, pero una ciudad que a muchos nos ha seducido, siendo la tercera más visitada de Andalucía y uno de los 100 lugares más fotografiados del mundo (puesto 82). Una ciudad que ha sabido cuidarse y venderse turísticamente, estando presente en las más importantes ferias internacionales de turismo, buscando el turismo cultural, ofreciendo un destino distinto al de sol y playa que es lo que buscan los turistas que hoy más consumen, los de mayor capacidad adquisitiva como son los asiáticos. Un municipio este de Ronda, que en muy pocos años ha aumentado su oferta hotelera en un 400%, pasando de tener 9 hoteles a 45 con cerca de 2000 plazas, llegando a más de 3000 si contamos otros alojamientos turísticos.
Una ciudad que a pesar de no disponer de centro comercial alguno, tiene a su alcance las principales firmas nacionales e internacionales del comercio textil, firmas que disponen de establecimientos en las principales calles del casco antiguo de la ciudad, calles donde se asientan multitud de locales dedicados a la hostelería, sorprendiendo la gran oferta gastronómica y sus moderados precios, teniendo un gran abanico de platos para elegir. Lo mismo que sucede con los hoteles, que al haber muchos y de diferentes categorías, encontramos siempre el que se adapta a nuestras exigencias o presupuesto. Pero claro, lamentablemente de Lorca no podemos decir lo mismo, ni nuestro casco antiguo está así de bien cuidado, ni tenemos los emprendedores que inviertan en él, cuando una cosa llevaría siempre a la otra. Creo que al igual que la administración regional y local lucharon juntas para poner en valor nuestro castillo, se tendría que haber hecho lo mismo con nuestro casco histórico, convirtiendo así a Lorca en uno de los principales destinos turísticos de la región. Pero no, ni siquiera ahora que con las ayudas por los terremotos, hemos tenido la ocasión de ponerlo en valor, apenas se ha invertido nada en el mismo evitando así su degradación, solo se ha llevado a cabo la reconstrucción de alguna de las iglesias de los barrios altos, abandonando por otro lado aquel viejo proyecto del barrio artesano y su aparcamiento inferior.
Se luchó en su día para conseguir en la ciudad un parador de turismo y sin embargo, poco o nada se ha hecho después para conseguir más visitantes, para aumentar el atractivo de la ciudad. Una ciudad en la que gran parte de su casco histórico está muerto, sin vida, sin apenas establecimientos hosteleros y comerciales relacionados con el turismo, sin hoteles y sin transito por sus viejas calles. Unas calles con deficientes aceras, donde se hace difícil transitar con coches de bebé o en silla de ruedas, calles donde hay una treintena de casas solariegas que amenazan ruina, las cuales colindan con solares abandonados y llenos de vegetación, basura y escombros, lo que hace que los indigentes ocupen las primeras y los roedores invadan los segundos. Un casco histórico que hay que recuperar, dándole vida a sus calles y que sus calles hagan ciudad, un casco viejo para el que se han anunciado muchas iniciativas, pero en el que se han visto pocos resultados, por lo que su revitalización debe de ser un objetivo inaplazable para nuestro AyuntaMIENTO. Y para eso no bastan los anuncios y profecías, hacen falta realidades, no basta con anunciar que se quitan los cables que afean las fachadas, si tras echarse la foto se abandona esta iniciativa, dejando todo como estaba, incluso los del edificio municipal del palacio de Villaescusa, un inmueble que acaba de restaurarse.
Como tampoco el anuncio de hace unos días, cuando se publicó la posible instalación en el corazón del casco histórico, de un hotel de 30 habitaciones y los millones a invertir en el proyecto. Unas expectativas que casi nunca se cumplen, vendiéndonos siempre la piel del oso antes de cazarlo, que es justo lo que pasó hace cinco años, cuando se anunció también la instalación de otro hotel dentro del casco histórico de la ciudad, sin que después se haya vuelto a saber nada del mismo. Un hotel de 26 habitaciones, restaurante y museo, que se iba a emplazar en el palacio de los Condes de San Julián. Una casa-palacio que fue construida en el siglo XVII y que se encuentra en la esquina de Lope Gisbert con Presbiterio Emilio García, frente al lateral del Casino Artístico y Literario y de la Iglesia de San Mateo, un lugar privilegiado para acoger un hotel con encanto dentro del recinto histórico de Lorca, siendo anunciada también esta iniciativa hace más de una década. Pero una iniciativa que como tantas otras no ha cuajado en la ciudad, aunque sí que se dijo que el proyecto se presentaría en Madrid en enero de 2014, coincidiendo con la feria de Fitur y que estaría acabado dos años después.
Pero lo cierto y verdad, es que la promoción de Lorca en aquella feria, se centró en difundir entre la comunidad judía la sinagoga y el barrio hebreo, no haciendo mención alguna al anunciado proyecto hotelero. Un proyecto que parece estaba promovido, por los que también en aquel tempo promovían el Mercado de San Clemente, el que luego terminó por denominarse Mercado del Sol, un establecimiento gastronómico que se nos ha quedado grande, que no ha tenido el éxito esperado. Es lo que suele suceder cuando la oferta es mayor a la demanda, cuando la oferta turística no tiene la suficiente fuerza para atraer a un gran número de visitantes, aunque sí que la ciudad tenga los recursos suficientes para ello. Por consiguiente, debe de ponerse en marcha ya, un plan estratégico para la recuperación y puesta en valor del casco histórico de Lorca, desarrollando también todo su entorno urbano, plan que debería de ir acompañado de otro de dinamización turística de todo el municipio, recuperando y acondicionando para el turismo muchos lugares que hoy están abandonados o descuidados, como es el castillo de Xiquena, la villa romana de La Quintilla, el Escarambrujo o el coto minero de Serrata.
Igual que deberían de estar ya muesalizadas, algunas de las donaciones que al AyuntaMIENTO se le han ido haciendo, como es el caso de la realizada por el vecino de Almendricos Bartolomé García Ruiz, una rica colección de minerales de más de 600 piezas y que lleva casi una década esperando ser expuesta. Una colección de minerales y utensilios mineros que muchos municipios quisieran para sí, pero que por la dejadez o desgana de quienes nos gobiernan, sigue guardada y sin ser mostrada, conocida y admirada. Un futuro museo de la minería, que desde hace casi tres años dispone ya de la vieja estación de Almendricos para este fin, al ser donada esta por Adif, pero un museo de la minería que no termina de arrancar. Un espacio museístico que incentivaría las visitas a la referida pedanía, una pedanía que cuenta además con un yacimiento arqueológico de época agárica, yacimiento declarado bien de interés cultural y que costa de 2 viviendas y 16 tumbas. Lo mismo podríamos decir de otras pedanías lorquinas, que también cuentan con yacimientos arqueológicos y otros bienes que admirar, pero contrariamente a lo que se hace en otros municipios, donde por insignificante que sea la cosa la ponen en valor, aquí pasamos de todo, mostrando indiferencia o desinterés por lo nuestro.
Es lo que pasa actualmente con gran parte del casco histórico, lo que pasó en los años sesenta con el lavadero de la fuente del oro, que no se dudó en echarlo abajo para construir la lonja municipal y lo que sucedió el siglo anterior con el abandono del castillo, destruyendo parte de sus murallas para la extracción del salitre que se afinaba luego en la fábrica de Lorca. Una Real Fabrica del Afino de Salitre que se construyó en tiempos de Carlos III y cuya columnata neoclásica formada por unas treinta columnas fue también desmantelada, estando estas desperdigadas por varias zonas de Lorca, como son las alamedas, el calvario y alguna finca particular. Unas columnas que no han desaparecido totalmente, pero que hubiesen estado mejor en un mismo lugar, formando un mismo monumento arquitectónico, contribuyendo de esta forma a una Lorca más monumental, a una Lorca más envidiable.