El adios de Pedro Antonio dará todo el poder del PP regional al lorquino Fernando López Miras.
PAS se marcha porque no tiene otra opción. Es obvio que va a ser citado sucesivamente al banquillo por dos asuntos (Auditorio y Púnica) en los que, muy probablemente y según han avanzado los respectivos procesos, solo tendrá posibilidad, en todo caso, de atenuar las condenas. La Justicia es lenta, y es claro que sean cuales sean las respectivas resoluciones, serán recurridas al Supremo: si son favorables para él, lo harán las acusaciones; si desfavorables, lo hará su defensa. Los plazos de trámite y resolución definitiva en la última instancia se cuentan por años.
Es obvio que, a estas alturas, las imputaciones judiciales sobrepasarán temporalmente las citas políticas más inmediatas, por mucho que la primera de éstas quede a tan solo dos años vista. Para PAS es inútil esperar. La dinámica judicial lo ha atrapado de tal manera que su desplazamiento de la política es un hecho frente a cualquier deseo o voluntad. «PAS ya es historia», dicen que proclama el propio Valcárcel en círculos de su confianza. Y PAS lo sabe, pero su responsabilidad le indica que ha de retirarse cumpliendo lo que sin duda entiende como un último deber: cerrar su sucesión.
Hace meses, antes de que la instrucción judicial del TSJ resolviera en contra de sus intereses, pregunté a PAS qué haría si esa posibilidad se diera. Su respuesta fue: «No ocurrirá, porque sería una injusticia. Pero si a pesar de eso ocurriera… se acabaría todo». Pues bien, ha ocurrido, es seguro que lo sigue considerando una injusticia, pero todo, en efecto se ha acabado. Y lo asume. Y se va.
Sin embargo, antes de dirigirse hacia la puerta no le queda otra que fortalecer a López Miras. Después de cuatro presidentes, uno por año, no parece muy juicioso que se pongan ahora a buscar a un quinto, a ver si esta vez aciertan. Y menos cuando, incluso quienes recelan de la solvencia de López Miras, no ven el mirlo alternativo por ningún lado. Es lo que hay. Y el protagonista tiene dos años para ´hacerse´. PAS, que conoce a los suyos como si los hubiera parido (de hecho, los ha parido) confía en que no se ha equivocado con él: es el hombre.
Lo prueba no sólo el hecho de que lo designara para reemplazarlo en San Esteban, sino también que poco antes le había concedido las llaves del PP al elevarlo en el último congreso a coordinador general. López Miras apareció ahí como el ´número tres´ del partido, pero en realidad era el dos, pues la secretaria general, Maruja Pelegrín, parecía tener la encomienda precisa de pastorear especialmente a los populares de Murcia capital. El coordinador cuidaría del resto de la Región.
Decimos que PAS se va. ¿Quiere esto decir que, además de la presidencia del PP abandonará también su escaño? Esto es más impreciso, pero irse significa irse. En esta cuestión es seguro que interviene el cálculo por su situación judicial, ya que de dimitir de parlamentario dejaría de estar aforado. El caso Auditorio pasaría a la Audiencia Provincial, y la pieza de Púnica que le afecta se agruparía en Madrid con el resto de casos relacionados con ese epígrafe, incluido el de los otros implicados murcianos. Esto supondría una mayor dilación del proceso cuando ahora parece estar a punto de juicio.
Sin duda, PAS habrá hecho con sus abogados una valoración acerca de qué le interesa personalmente más. Pero muy probablemente, y a juicio de quien escribe, también dejará el escaño. Retirada total. Y así, políticamente, todo quedaría despejado. Un alivio para él, y también para el PP y para López Miras, que no tendría que responder ya a más preguntas acerca de la situación de su antecesor. Adiós y punto.
Cuesta creer, claro, que alguien como PAS, que ha crecido con la política y ha mantenido una sostenida trayectoria de éxito (incluso, contra viento y marea, en las elecciones autonómicas, en las que sacó 23 diputados cuando antes de iniciar la campaña las encuestas del partido le daban 17); cuesta creer, digo, que alguien con esa trayectoria se despida de la política así como así. Pero debe haber entendido que es la política la que se despide de él, de modo que ante ese imponderable no le queda más que aceptar el destino, aun desde la cresta de un liderazgo que era, y todavía lo es en lo que respecta a su partido, tan sólido o más que el que mantuvo Valcárcel.
PAS sabe, sin duda, que salir de ese cascarón supone despedirse con todas las consecuencias, pues no hay nada más patético que seguir merodeando por los aledaños. Como gran político profesional, que todavía lo es, sabe que no tiene otro remedio que tomar distancia.
De hecho, algunos rumores de su entorno señalan que prepara su futuro profesional después de toda una vida dedicada a la política; cuenta 41 años de edad, de modo que le queda vida por vivir.