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EL RETRATO DE COLOMBINE (Parte VI)

EL RETRATO DE COLOMBINE (Parte VI)

Abrí el bolso que llevaba colgado en el costado, y de entre las páginas de mi agenda saqué, mostrándole acto seguido a la joven Candela, la fotografía que había encontrado en el armario ropero de la habitación de la posada en Níjar. Sus ojos, ya grandes en sí mismos, se abrieron aún más si cabe. Le hice saber el impacto que me produjo la imagen de aquella mujer de la margarita blanca prendida en la solapa del abrigo, de la que no conocía absolutamente nada, a excepción de aquel nombre que aparecía en el reverso de la fotografía, y la fecha referenciada que tambien aparecía junto a él . Después de la primera descripción, mi pregunta era previsible. Quería saber, (aunque ya intuía su respuesta), si la propietaria de esa fotografía era ella, o por el contrario, pertenecía a otra persona.
Candela, casi no me dejó tiempo para terminar de plantearle la pregunta, asintiendo con la cabeza, mientras con una sonrisa complaciente me respondió que sí, que efectivamente era de su propiedad, y de hecho, el saberla perdida le había generado gran tristeza y desazón, debido al valor sentimental y documental que tenía para ella.
En un acto impregnado de intencionado matiz cómico y ceremonioso, que ella celebró con otro gesto, no menos chistoso y reverencial y una sonrisa ancha, le hice entrega de la fotografía a Candela, a condición, eso sí, de que me hablara de aquella mujer tan desconocida como intrigante para mí. Sin mediar palabra, abrió su mochila y extrajo de su interior lo que parecía un pequeño álbum de fotos. Antes que nada, introdujo cuidadosamente la fotografía que le entregué en una de los portafotos vacíos de su colección. A continuación, buscó entre sus páginas hasta dar con lo que buscaba. Abrió el álbum, y acercándose a mí para poder visualizarlo juntos, empezó a hablarme mientras me mostraba otras imágenes que conservaba de la misma mujer de la fotografía que yo encontré en el dormitorio.
Nada más iniciar su relato, la información ya me pareció notablemente interesante.
El nombre de aquella intrigante imagen respondía a la persona de Carmen de Burgos y Seguí: «Colombine», «Gabriel Luna», «Raquel», «Honorine», «Marianela» o «Perico el de los palotes». Todos ellos fueron los seudónimos que utilizó esta mujer para firmar sus crónicas, artículos y libros. Según me reveló la joven Candela, se le consideró la primera periodista acreditada como tal en España. También escritora, traductora y activista adelantada por la defensa de los derechos de la mujer durante la última década del siglo XIX y el primer tercio del siglo XX.
Me asombraba enormemente la cantidad de datos que iba aportando Candela, pero sobre todo, me llamó aún más la atención el comentario que me hizo a continuación entre líneas . Resultaba, que su presencia anterior en Níjar, y su posterior visita a Las Negras, donde ambos nos encontrábamos ahora, tenía como objetivo seguir el rastro de esta ilustrada mujer de la fotografía. Recoger datos de su biografía más desconocida.
La siguiente pregunta que se me ocurrió hacerle de forma inmediata a mi interlocutora resultaba bastante obvia : ¿Qué cosas, qué circunstancias, qué personas relacionaban a Colombine con éstos áridos, bellos y marginales parajes almerienses?… A Candela se le escapó una carcajada cuyo significado evidenciaba mi desnudez cultural en el tema que nos ocupaba, pero lejos de ofenderme, sólo temí que se me notará el rostro bobalicón que pudiera generar mi lela sonrisa, junto con el estremecimiento que proyectaba el cosquilleo de la tripa desde mi interior hacia afuera, ante la belleza que percibía en su rostro sonriente.
Retomada la «normalidad», continuó hablándome con la intención de dar respuesta a mis numerosas dudas.
Según me precisó a continuación, en 1867 vino al mundo «Colombine» en el poblado minero de Rodalquilar, perteneciente al municipio de Níjar. Allí, la actividad minera estuvo marcada por la «fiebre del oro», e hizo que se levantará el poblado, para asentar a los trabajadores que extraían, entre otros, éste precioso metal. Dicha actividad, siempre atendiendo a la información que me precisaba Candela, duró desde 1880 hasta 1990; fecha en que las minas fueron definitivamente abandonadas.

CONTINUARÁ (O no)
Texto: Pepe Rufete.
Imagen: Playa de los Genoveses