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LA SENDA DEL CARACOL. UNA RUTA ACONSEJADA PARA HACERLA EN NAVIDAD

Si te gusta andar por la montaña y dispones de una mañana durante este periodo navideño, es recomendable acercarte a Sierra Espuña para caminar por la senda del Caracol

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LA SENDA DEL CARACOL. UNA RUTA ACONSEJADA PARA HACERLA EN NAVIDAD. Andrés Martínez Rodríguez.

Si te gusta andar por la montaña y dispones de una mañana durante este periodo navideño, es recomendable acercarte a Sierra Espuña para caminar por la senda del Caracol.

Caminando hacia la morra de las moscas. 1502m

Nosotros lo hicimos de esta manera. Salimos de Lorca al despuntar el día y nos dirigimos a Sierra Espuña por Chichar, Los Allozos y Aledo para entrar en el parque natural por la carretera serpenteante que nos lleva al Collado Mangueta, donde dejamos los coches para coger la histórica senda del Caracol que hunde su antigüedad a los tiempos de la repoblación. Salimos con el sol aún bajito y entramos en la senda por una hermosa pinada que nos acompaña buena parte de la ruta. Salvamos algunas graveras, pasamos por debajo de gruesos pinos caídos e íbamos descendiendo poco a poco sin darnos cuenta.

Andamos un buen trecho por la solana dejando a la espalda el Morrón Grande y teniendo a nuestros pies una explosión de color verde coronado del intenso azul del cielo y en el horizonte el mar que proyecta sus destellos plateados. Mientras caminamos no perdemos de vista las magnificas vistas de la extensa pinada, donde apenas se distinguen las construcciones de la Fuente del Hilo y del Sanatorio de Tuberculosos. En este hospital estuvo mi tío Juan Miguel de médico, allá por los finales de la década de los cincuenta del siglo pasado. Cuando aspiro una bocanada de aire puro y limpio recuerdo algunas de las historias que contaba de los enfermos que albergó este edificio del arquitecto Pedro Cerdán.

Seguimos por la senda hasta ver las verticales paredes del Barranco del Leiva, vamos adentrándonos en la umbría y comenzamos a ascender hasta que aparece el singular zigzag del paraje de Las Escalericas. Antes de subir por esta encaminada gravera, nos asomamos entre las crestas para contemplar el barranco que discurre más abajo y buscar sin suerte a los posibles escaladores que gustan de trepar por las rocas calizas de color anaranjado. Una vez superadas las rampas de Las Escalerillas comenzamos a ascender hacia la cima del Morrón Chico. Cuando vamos a media ladera nos cruzamos con un grupo que porta instrumentos musicales que nos comentan que acaban de cantarle villancicos a un Nacimiento que acaban de poner en la caseta junto al vértice geodésico.

Nacimiento en el Morrón chico. Foto Andrés Martínez Rodríguez

Al llegar a la cima contemplamos el pequeño belén y nos detenemos a mirar la extraordinaria panorámica con el manto verde en primer plano y más alejada la ciudad de Murcia, el desierto de Gebas, el embalse de la rambla de Algeciras, la sierra de Carrascoy, el valle del Guadalentín y muchos más parajes como protagonistas.

Original formación caliza

Descendemos sorteando rocas peladas y redondeados cojines de monja acompañados de un frio viento hasta la explanada, donde nos sorprende encontrarnos pastando a una gran manada de arruís que no se inmutan al no llegarles nuestro olor. Cambia la dirección del viento y mientras miramos como salen a escape los cápridos introducidos en esta sierra hace 50 años, vamos ascendiendo con un fuerte viento hasta la Morra de las Moscas que se eleva a 1502 m de altitud.

Empezamos a descender hacia el verde prado donde se encuentran los Pozos de la Nieve: son grandes, circulares, la mayor parte no conserva la cubierta y están poblados de hiedras. Llegamos a los bucólicos prados de los Pozos de la Nieve de Murcia, construidos entre 1580 y 1700 y leemos que también tenían neveros las ciudades de Lorca, Cartagena y Orihuela para conseguir hielo. Contemplando los pozos, oímos que nos saludan y vemos a una joven con dos niños que van cargados con cestas de piñas para encender la lumbre. Les seguimos por la pista para pronto llegar de nuevo al Collado Mangueta y antes de montarnos en el coche nos dedicamos a coger unas hermosas piñas. Estando en ello, veo como me mira una indiscreta y mofletuda ardilla que esta royendo una enorme piña.

Terminamos la jornada degustando en apetitoso arroz con verduras en el restaurante Caruana. No se puede terminar mejor una jornada de caminar por la senda del Caracol.