¿EXCELENTISIMOS EN EL SIGLO XXI?
Tal día como hoy, un 15 de enero, pero de 1878, el rey Alfonso XII tuvo a bien concederle el tratamiento de Excelencia a nuestro Ayuntamiento. Un tratamiento al que cada vez se le da menos importancia, pero que nuestro Consistorio lleva utilizando más de 140 años, anteponiendo la palabra Excelentísimo a la de Ayuntamiento en determinados elementos, asuntos o documentos. Lo mismo sucede con el título de ciudad, concedido el 5 de marzo de 1442 por el rey Juan II, que también se sigue usando en los diferentes documentos o contratos municipales, anteponiendo al nombre del municipio la frase de “En la Muy Noble y Muy Leal ciudad…”.
Una expresión que hoy nos causa indiferencia, que no provoca mayor emoción entre los ciudadanos, ya que la sociedad evoluciona y se actualiza, tendiendo en estos tiempos a eliminar los tratamientos diferenciados sean de la índole que sean, y más estos títulos de antaño, que en la actualidad no nos dicen nada de la ciudad, su ayuntamiento, sus dirigentes o sus vecinos. Si que en el pasado se premiaba la lealtad al rey o la defensa de la Corona con títulos como este de “Muy Noble y Muy Leal”, existiendo también la variante de “Muy Noble y Muy Heroica” o “Fidelísima e Impertérrita”, lemas que luego se usaban en el escudo de armas de la localidad o donde el municipio lo tuviese a bien, pasando igual con el titulo de Ciudad o de Excelencia que también concedían los monarcas. Pero esta es una cuestión que hoy carece del mínimo interés, es más, Madrid la capital de España, la mayor “ciudad” del país y la tercera de Europa es solo villa, villa y corte eso sí, pero no “ciudad”, cuando su vecina población de Alcalá de Henares, por ser una ciudad con más historia que la capital, si que tiene el titulo de Ciudad desde el 5 de mayo de 1687, gracia que le concedió el rey Carlos II.
Así que estos títulos, aunque dicen mucho del ayer, valen poco en la actualidad, aunque también es verdad, que un glorioso pasado hace un notable presente, cosa que ha ocurrido con esta ciudad madrileña de Alcalá de Henares, que 311 años después de ser declarada Ciudad por el monarca, fue declarada de nuevo ciudad, pero esta vez Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, un titulo actual por el que sí hay que sentirse orgulloso, aunque sin menospreciar el anterior. Desconozco los motivos por los que el rey Alfonso XII concedió a nuestro Ayuntamiento el tratamiento de Excedencia, un año después de haber visitado las ciudades de Murcia y Cartagena y justo unos días antes de contraer matrimonio con su primera esposa. Una concesión que en aquellos años que siguieron a la Primera República, solicitaron muchos ayuntamientos, razonando sus peticiones en la antigüedad de la ciudad y los servicios que en diferentes épocas prestaron a la Corona. Pero fuese por la razón que fuese, tampoco al monarca le costaba conceder títulos a los municipios, justificándose alguno de ellos, por una metedura de pata del mismo soberano.
Es lo que ocurrió con la declaración de Ciudad de la villa de Cáceres, pues cuentan que el 8 de octubre de 1881, con motivo de la inauguración de la línea férrea entre Madrid y Lisboa, al parar en Cáceres la comitiva oficial, el rey Alfonso XII tuvo un despiste a la hora de pronunciar unas palabras en las que vitoreaba a la “ciudad” de Cáceres, siendo rápidamente advertido por sus ayudantes del error que cometía, ya que no era ciudad sino villa, contestando el monarca que no se equivocaba, ya que desde ese día era Ciudad. Y así fue como Cáceres dejó de ser villa, ya que pocos meses después de aquella confusión, el rey ratificó sus palabras y la nombró oficialmente Ciudad. Una ciudad que hoy tiene también otro título más útil e importante, como el de Ciudad Patrimonio de la Humanidad, una distinción muy merecida y que comparte con otras 14 ciudades españolas, siendo declaraciones de este tipo las que nos deben de interesar hoy, pues son las que acreditan el interés y el desvelo por conservar nuestro pasado. Valiendo bien poco presumir de ciudad Noble y Muy Leal, cuando hemos descuidado las huellas que aquel tiempo dejó, encontrándose en ruina buena parte de las moradas en las que habitaron aquellos ilustres y nobles lorquinos.
Y si lo que hace ciudad no es un titulo, sino un conjunto de circunstancias que las diferencia de un núcleo rural, como es su tamaño, su población, sus edificios o su espacio urbano en el que destaca el comercio o los servicios, habiendo ciudades de distintas dimensiones o importancia. Lo que hace excelentísimo a un ayuntamiento tampoco debe ser un titulo, sino el excelente estado del municipio, su progreso, sus magníficos servicios y las exquisitas prestaciones al ciudadano, sin olvidar el talante de sus regidores y su buena disposición para resolver de inmediato cualquier problema que afecte a su municipio o a sus ciudadanos. Porque si excelente es algo o alguien que es extraordinario, muy bueno, que destaca sobre lo demás, pues no digamos ya de excelentísimo, que sería sumamente excelente o extraordinariamente bueno, algo que dudo se pueda hoy decir de buena parte de las instituciones y sus dirigentes, que en vez de excelentísimos son más bien mediocres, no teniendo a veces, la suficiente capacidad para desarrollar la actividad que los ciudadanos les hemos encomendado y para lo que ellos se han presentado.
Y si que excelentísimo viene de excelencia, del tratamiento de cortesía con el que hay que dirigirse al organismo o a la persona a la que le corresponde la excelencia por el cargo que ocupa. Pero también es verdad, que por la ocupación de ese mismo cargo público, su gestión y buen hacer debe de ser de excelente para arriba, por lo que hay muchos ayuntamientos y regidores que no merecen este tratamiento. Un tratamiento de Excelentísimo, que según la actual Ley tienen los alcaldes de los municipios de gran población, igual que el de Ilustrísimo lo tienen los tenientes de alcalde de estos municipios, los alcaldes de menos población, los presidentes de las Diputaciones Provinciales y los de los Cabildos Insulares. Siendo también Excelentísimos los presidentes y ex presidentes del gobierno de la nación, sus ministros y sus altos cargos, además de los presidentes y ex presidentes de todas las Comunidades Autónomas, excepto las de Cataluña, Baleares y Valencia que son Honorables, por lo que a ciertos ex presidentes de estas tres comunidades, que están huidos de la Justicia, imputados o condenados por varios delitos cometidos durante su mandato, hay que tratarlos de “Honorables”, una palabra que significa que se es honrado y merecedor del respeto o la estima de los demás, una expresión que dicta mucho de lo que estos señores son, quedándole incluso grande el tratamiento de señor.
Un trato este de Señor, que debería de ser el único en la España del siglo XXI, suprimiéndose todos los demás tratamientos, incluidos los de la familia Real de Majestad o Alteza, como también el de Excelentísimo, la cortesía que tienen los hijos o cónyuges de las infantas (Iñaki Urdangarin). Unos tratamientos que no tienen sentido alguno en la época en que vivimos, un tiempo en la que cada vez hay más desconfianza y desarraigo de los poderes públicos e instituciones. Unos poderes que hoy se han dado cita en la apertura del nuevo aeropuerto regional, un aeropuerto inaugurado por su Majestad, el cual ha sido recibido por una larga lista de Excelentísimos, Ilustrísimos y Señorías, ya que incluso los presidentes de las cámaras de comercio son Ilustrísimos, elevándose hasta Excelentísimos los de Madrid y Barcelona. Una larga lista de personalidades que ha estado encabezada por el Exmo. Sr. Presidente de la Región de Murcia, un presidente que para muchos no será hoy excelentísimo, ni excelente, ni tan siquiera bueno, siendo calificado quizá como pésimo.
Y me refiero a los muchos ex propietarios de esas tierras donde se ha construido el aeropuerto, que tras su expropiación llevan más de una década sin cobrar, cobrando algunos de ellos la semana pasada, unos días antes de ser inaugurado el aeropuerto, lo que demuestra el mal funcionamiento de la administración y sus dirigentes, la insensibilidad y la indiferencia con la que resuelven los problemas de los ciudadanos. Unos ciudadanos que llevan desde 2013, año en que se fijaron las indemnizaciones que tenían que cobrar por sus propiedades, esperando el día en que se ingresen en sus cuantas el importe fijado por las expropiaciones, una expropiaciones que siempre son más bajas que el precio de mercado. Un aeropuerto que mientras se realizan recortes en sanidad, políticas sociales y educación, pagaremos todos los murcianos, cuando se nos dijo en su día, que su financiación seria 100% privada sin costarnos nada a los contribuyentes. Igual que ha ocurrido con la autovía Cartagena-Vera, que al final ha tenido que hacerse cargo de ella el Estado, una autovía en la que también unos 200 ex propietarios de los terrenos por donde pasa, estaban aún sin cobrar cuando fue rescatada el pasado año por el Ministerio de Fomento.
Así son todos estos “excelentísimos”, muchos anuncios y proyectos estrella, de los que van sacando rédito durante varias campañas, y si al final tienen la valentía de hacer lo que prometieron, no siempre son acertados sus proyectos y decisiones. Es lo que puede pasar con la imprudente decisión de bajarnos el impuesto del IRPF, una decisión motivada por la proximidad de las elecciones, un impuesto que bajará en su tramo autonómico ahora, cuando hasta hoy éramos la segunda comunidad donde más pagábamos los contribuyentes de rentas medias. Pero aún así, seguimos siendo la comunidad más deficitaria de España, con un desfase de entre ingresos y gastos de unos 450 millones de euros al año, lo que supone más del 1,5% del PIB, el porcentaje más alto de todas las comunidades autónomas.Una comunidad que tiene una deuda de casi 10.000 millones de euros, el doble que en 2012, deuda que ha aumentado un 10% en el último año, pero que se permite bajar los impuestos si con ello consigue más votos su “excelentísimo” presidente.
Un presidente que tras gobernar el país 7 años su partido, sigue echando la culpa de la mala financiación autonómica al gobierno de Zapatero. Un gobierno que por cierto, el 18 de febrero de 2005 aprobó en Consejo de Ministros, el Código de Buen Gobierno para los miembros del Gobierno y altos cargos de la Administración General del Estado, un código en el que en su artículo 3 y apartado 8, se señalaba que el tratamiento protocolario de sus miembros sería el de Señor o Señora, seguido de la denominación de su cargo, empleo o rango. Una valiente medida que ponía fin a los excelentísimos e ilustrísimos, pero que solo fue para los cargos del Estado, cuando tenía que haber sido para todas las administraciones, unas administraciones en las que sus excelentísimos tampoco imitaron la medida como hubiese sido lo adecuado.
Así fue como años después en Lorca, en el acto del funeral de parte de las víctimas del terremoto, estuvieron presentes sus Altezas Reales los Príncipes de Asturias, el Excelentísimo Sr. Ramón Luis Valcárcel Siso, presidente de la Región de Murcia, acompañado del Honorable Sr. Francisco Camps Ortiz, presidente de la Generalidad Valenciana, el Excelentísimo Sr. Francisco Jódar Alonso, alcalde de Lorca, la Ilustrísima Sra. Eulalia Ibarra López, teniente de alcalde del municipio y el Sr. José Luis Rodríguez Zapatero, presidente del Gobierno de España. Todos con tratamiento de cortesía menos el mismísimo presidente del gobierno, que por propia iniciativa había dejado en desuso años antes este tratamiento para él y los altos cargos del Estado. Pero una vez el PP en el poder y antes de acabar su primera legislatura, la Ley 3/2015 del 30 de marzo, dejó sin efecto la supresión de los tratamientos, volviéndose de nuevo a los excelentísimos e ilustrísimos para las altas personalidades, algo más propio de siglos pasados que del actual.
Un siglo en el que la sociedad avanza a pasos agigantados, un siglo donde van quedando atrás costumbres y tradiciones y donde la igualdad está en la mente de todos. Un tiempo donde no debemos de continuar con estos tratamientos anticuados, que están en decadencia y que no sirven para nada, ya que la distinción de un cargo público, debe de ser el respeto que se gane durante la etapa de su cargo, al servir a la ciudad, región o país en el que ha nacido, siendo Señor o Señora como el resto de los mortales. Si la web del AyutaMIENTO de Lorca, si su portal de transparencia es un símbolo de modernidad y cercanía, anteponer excelentísimo al nombre de su alcalde o ilustrísimo al de sus tenientes de alcalde en esa misma web, creo que es signo de lejanía, de continuar anclados en el pasado.
Si se anuncia continuamente que estamos haciendo la Lorca del mañana, la Lorca del futuro, pues comencemos dando un paso de proximidad e igualdad, poniéndole fin a la cortesía y usando un tratamiento mucho más cercano a la ciudadanía. Porque no somos los ciudadanos lo que servimos al cargo público, sino que es este el servidor de los ciudadanos, ya que para ello se presentó y por ello fue elegido, debiéndonos el mismo tratamiento de respeto y cercanía los unos que los otros, el administrador que los administrados.