La Lorca Musulmana – Lurqa, capital de Tudmir.
Los ejércitos islámicos llegaron al reino visigodo en el 711, transformando su realidad social, económica y política mediante una rápida conquista factible a través de pactos firmados con los conquistados. Uno de estos pactos fue el de Teodomiro, firmado entre este caudillo visigodo, señor del Sureste peninsular, y el emir Abd al-Aziz. Mediante este tratado los árabes prometían el respeto hacia la vida, bienes y costumbres de los vencidos, a cambio de la entrega de mercancías y dinero, así como de siete ciudades, entre las que se encontraba Lorca. Los musulmanes la llamaron Lurqa y la convirtieron en uno de los más importantes núcleos de Al-Ándalus.
Con la invasión islámica Lorca se convierte en un núcleo islamizado y en una de las medinas preferidas por los árabes para establecerse. Desde los inicios del asentamiento islámico en Tudmir, Lorca se convirtió en su capital, desplazando a Orihuela, ya que Lorca ofrecía la ventaja de su situación geográfica, que la convertía en una puerta hacia el sudeste del Levante.
En el siglo IX, los enfrentamientos internos y los levantiscos habitantes de la región murciana llevan al emir Abd al-Rahman II a fundar una nueva ciudad a orillas del río Segura. Esta nueva medina era Mursiya, germen de la actual ciudad de Murcia. A pesar del nacimiento de la nueva ciudad, Lorca todavía pasaría años disfrutando de su posición primordial en Tudmir, pero con el tiempo Murcia fue restándole protagonismo hasta convertirse en la capital.
El Califato y los reinos de Taifas
La última mitad del siglo IX Al-Ándalus se resquebrajó políticamente, al tiempo que proliferaban caudillos locales. En Lorca se hará con el poder el caudillo Daysam, que creó un Estado independiente. Más tarde, la cora de Tudmir volvió a ser incluida en el Estado que se iba a convertir en el más floreciente de Occidente: el Califato de Córdoba.
Con la proclamación como califa de Abd al-Rahman III en el año 929 se abrió el camino hacia un periodo de paz y prosperidad en todo Al-Ándalus y en el que Lorca jugaría un papel importante como una de sus principales ciudades. La ausencia de un peligro militar real en esta etapa es la causa de que Lorca no presentase un circuito de murallas, a excepción de las del alcázar. En el siglo X existió una regeneración del espacio rural, mediante la génesis de nuevas alquerías.
A comienzos del siglo XI el Califato de Córdoba asiste a su desintegración en Taifas, reinos independientes musulmanes con capitales en las principales ciudades hispano-musulmanas. En el período de Taifas Lorca llegaría a pertenecer a Almería, Valencia y Sevilla.
Durante muchos períodos de su Historia Lorca estuvo más ligada a la zona Oeste que a la propia Murcia. La ausencia de enfrentamientos derivó en el mantenimiento del crecimiento demográfico y rural, especialmente sustentado en la expansión del sistema de irrigación en la huerta lorquina. La presión de los reinos cristianos del Norte, fundamentalmente de Castilla, Aragón y los condados catalanes, hizo que algunos de los principales reinos de taifas pidiesen ayuda a un Imperio musulmán que, por entonces, estaba expandiéndose por el norte de África.
La llegada del pueblo almorávide a finales del siglo XI unificó momentáneamente el panorama político andalusí, aunque su desintegración posterior trajo aparejada la segunda etapa de reinos de taifas.
En 1147, Ibn Mardanix, lugarteniente del rey de Zaragoza, se erigió como rey de Murcia, fundando uno de los reinos que más esplendor ha dado a estas tierras en su Historia, consagrándose como el Rey Lobo. Éste edificó un Estado poderoso en Al-Ándalus, chocando frontalmente con el avance almohade. Durante este período Lorca fue un punto fronterizo en la defensa de Murcia frente a los almohades, lo que justificó la presencia de huestes aliadas cristianas en la ciudad. Más tarde y bajo dominio cristiano, Lorca volvería a desempeñar este papel de vanguardia murciana frente a los nazaríes granadinos. Lorca pasó a manos almohades en 1171, un año antes de que muriese el rey Ibn Mardanix.
Con los árabes Lorca pasó a denominarse Lurqa y se convirtió en una de las ciudades más grandes de Tudmir. Los árabes se asentaron a orillas del Guadalentín y en su fértil valle hicieron florecer una próspera huerta irrigada mediante una completa red de regadíos. El campo lorquino estaba salpicado de alquerías situadas en torno a una fuente o un curso hídrico, constituyendo una red de población rural, caso de Feli, Los Algüeces, La Quintilla o Torralba.
La ciudad árabe de Lorca estaba dominada por un alcázar que coronaba un cerro, a cuyas faldas se extendían los arrabales ocupados por una laboriosa población dedicada al comercio y la artesanía. Desde lo alto del cerro se divisaba una espléndida panorámica de la huerta y los alminares de unas mezquitas que ocupaban los lugares donde más tarde se alzarían los campanarios de las iglesias de San Juan, Santa María y San Pedro. La población lorquina también se dedicaba a la explotación de las minas de ocre.
Águilas se configuró desde el principio como el puerto de Lorca, con una intensa navegación de cabotaje para la entrada y salida de productos.
Lurqa fue una ciudad próspera y en continua ebullición, lo que quedaba reflejado en los zocos de la ciudad, donde los árabes agrupaban sus comercios por actividades. Las familias organizadas como clanes articulaban la sociedad islámica de una época en la que la posesión de tierras se fue configurando como el garante de poder socio-económico, roto de forma brusca en el siglo XIII con la Reconquista cristiana.
En su época final de reinado, Ibn Mardanix dotó a la ciudad de Lurqa del complejo amurallado tan característico del Medievo.
Con la llegada de los almohades y el acecho cristiano, las tareas de fortificación se multiplicaron para proteger los resultados de una bonanza socioeconómica que no había dejado de existir desde el siglo X. Un circuito de murallas de gran alzado se extendía desde la Velica a la puerta de San Ginés, siguiendo paralela entre la calle Zapatería y la Cava, hasta las inmediaciones del actual Pósito, donde quebraba su dirección y giraba hacia San Pedro y el Castillo.