NARCISO YEPES – UN GRAN MAESTRO LORQUINO.
Hoy vamos a conocer un poco mejor al gran maestro Narciso Yepes.
Narciso García Yepes nació el 14 de noviembre de 1927 en Marchena (Lorca). Su infancia transcurrió en una casa de campo, en el seno de una familia de labradores.
A pesar de esta circunstancia, el padre de Narciso supo respetar la ilusión del pequeño en aprender a tocar la guitarra, y un día de septiembre en 1931 le compró una, pequeña y de juguete, en una feria del pueblo. Su padre le enseñó a afinar el instrumento, y dos semanas más tarde ya era capaz de imitar todo tipo de melodías.
Una de las anécdotas más recordadas al hablar de Narciso Yepes se remonta a su temprana niñez, cuando jugaba en su casa de campo de Lorca con un palo de madera. Su padre, Agustín, le preguntó un día qué estaba haciendo, y él contestó: ‘estoy tocando la guitarra’. Poco tiempo después, acabarían regalándole una de juguete, hasta que se hizo evidente la habilidad del pequeño talento.
Primeros estudios
La intuición del padre de Narciso quedó demostrada al ver que su hijo aprendía antes a leer música que a leer palabras, y con seis años comenzó a recibir clases de solfeo y guitarra. Sus primeros pasos los da en el Teatro Guerra de Lorca y en la radio local. Con sólo 7 años compuso sin escribirlo su famoso Romancero Anónimo.
Saboreó el silencio y el viento cuando iba a la ciudad a lomo de burro, para aprender las primeras notas y las primeras letras. Más tarde, recorría él solo en bicicleta los mismos caminos para ir a la escuela, con la solanera del verano o las heladas de invierno. Desde muy pequeño, comprendió el valor de la voluntad y de la perseverancia.
De adolescente, en la ciudad luchó contra la intemperie de la falta de medios, supliendo todas las carencias por una atención disciplinada e intensa que le permitía estirar el tiempo. Con quince años daba clases a alumnos mucho mayores que él y estudiaba de noche con libros prestados. La concentración y la memoria así adquiridas fueron el sello de su trabajo riguroso y creativo.
Sacó los títulos y los diplomas obligados con las máximas calificaciones. Autodidacta, aprendió desde muy joven a abrirse paso entre distintas corrientes y a rodearse de las personas que supieran incentivar su afán de superación, su creatividad latente y sus facultades para tañer la guitarra.
Fue acogiendo lo válido en toda enseñanza con el discernimiento implacable y flexible del que busca la Verdad. Sin alarde de nada, sin apoyo de nadie, él solo, con su talento a cuestas que aceptaba como don, fue avanzando y creciendo.
Sobrepasó las fronteras establecidas en la técnica de la guitarra, inventó leyes flexibles, hizo realidad de lo que su creatividad le dictaba, sin miedo a las críticas y a las repulsas de lo rígido y establecido. Matizó hasta lo indecible la búsqueda del sonido, su contenido, su colorido, siempre al servicio de la música que le era confiada. Se acercaba al análisis de las obras con una mirada nueva cada día. Esto le confirió esa manera de tocar que transmitía paz a los que le escuchaban.
Con trece años Narciso comienza sus estudios en el Instituto de Enseñanzas Medias y en el Conservatorio Superior de Música de Valencia, donde se trasladaron al comenzar la guerra civil. Se puede decir que toda su vida ha sido un aprendizaje constante: ‘Pobre de mí si no estudiara cada día’, decía ya con 67 años.
Así conoció al veterano Juan Lamonte de Grignón, creador de la Orquesta Sinfónica y de la Banda Municipal de Barcelona, que en sus últimos años dirigía la Sinfónica de Valencia. Gracias a él, encontró su primer trabajo dando clases particulares de bandurria y guitarra, y participaba en las tertulias que se organizaban en su casa, junto al catedrático Rafael Balaguer, el violinista Juan Alós o el astrónomo José Pigmalión.
También entró en contacto por esta época con el compositor Miguel Palau y los guitarristas Estanislao Marco y Joaquín García de la Rosa, antiguos alumnos del mítico Francisco Tárrega.
Pero su verdadero maestro fue, desde 1943, el compositor Vicente Asencio, quien le hizo cuestionarse las limitaciones de las técnicas de interpretación para tocar la guitarra.
Le pareció insuficiente el sonido de la guitarra de seis cuerdas y la dotó de más sonido, de más equilibrio sonoro, haciendo de su guitarra_de_diez_cuerdas un instrumento más expresivo y apropiado para tocar toda la música antigua sin necesidad de mutilarla con transcripciones.
Con 17 años da su primer concierto en el Teatro Serrano de Valencia. Ese mismo año (1944) termina en Valencia el bachiller y la carrera de música, en la que obtuvo premio extraordinario en todas las asignaturas, y regresa junto a su familia a Lorca.
Poco más de un año después, el gran director de orquesta Ataúlfo Argenta, accedió a la petición del joven Narciso y le escuchó tocar la guitarra. Inmediatamente se lo llevó a Madrid, consciente de su talento.
Una vez en la capital, empieza a dar conciertos privados en los círculos intelectuales, como en casa del escultor José Planes, en la de Antonio Oliver o la de los señores de Alcázar, siendo escuchado por Vicente Aleixandre, Luis Calandre y el cónsul Juan Guerrero Ruiz.
Sobrepasó las fronteras de España y se fue ganando el mundo hasta recorrer los cinco continentes. Año tras año volvía a los mismos lugares porque su público lo reclamaba. Dio recitales y conciertos en las más famosas salas del mundo; tocó con las más prestigiosas orquestas; colaboró con los mejores directores. Situó su guitarra de diez cuerdas en el más alto rango de la música clásica.
Numerosos fueron los compositores contemporáneos que escribieron para él y él transmitía el mensaje con imaginación y respeto, dando vida a las partituras. Tenía el don de intuir lo que el compositor deseaba escribir y que no encontraba forma de plasmar. Él lo hacía realidad interpretando la intención del compositor, recreando así las obras que estrenaba.
Joaquín Rodrigo y el Concierto de Aranjuez
El momento más importante en el comienzo de su carrera profesional se lo proporciona Ataúlfo Argenta, cuando le presenta al maestro Joaquín Rodrigo. Después de tocar para él, accede a interpretar su Concierto de Aranjuez el 17 de diciembre de 1947 en el Teatro Español de Madrid, junto a la Orquesta de Cámara de la capital, dirigida por Argenta.
Desde entonces, se sucedieron las actuaciones de Narciso en Madrid, París, y después por multitud de capitales y ciudades importantes de todo el mundo.
Su versión del Concierto de Aranjuez era un éxito allá donde lo interpretase, y lo graba por primera vez en 1954, dirigido por Ataulfo Argenta, convirtiéndose en el disco más vendido en Europa, América y Japón durante varios años. Narciso se traslada entonces a París, el centro de la cultura europea, durante tres años. Allí recibe clases del maestro rumano George Enescu (profesor también del famoso violinista Yehudi Menuhin) y de la parisina Nadia Boulanger.
Ha dado una media de 130 recitales por año y tiene la más extensa discoteca grabada hasta el momento por un guitarrista. En marzo de 1960 cambió el orden de sus apellidos. A partir de entonces, sería Narciso Yepes García, o más bien, Narciso Yepes, como ya se le conocía en todo el mundo.
En 1965 actuaría en Berlín con un nuevo instrumento ideado por él mismo: la guitarra de diez cuerdas, con la que resolvía las limitaciones del modelo tradicional.
Siete años estuvo luchando Narciso Yepes contra el cáncer que le costó la vida. Murió en Murcia, a la edad de 69 años, el 3 de mayo de 1997.
Pedagogo nato, transmitió a los que quisieron aprender de él lo mejor de sí mismo. Creó escuela para los que supieron aceptar su exigencia. Impartió clases magistrales por donde iba de gira. No se guardó ningún secreto de maestro: lo compartía todo con quien era capaz de entenderlo. Enseñaba más allá de la guitarra, más allá de la propia música: daba lecciones de vida con su ejemplo y su experiencia.
Trabajador infatigable, investigó en las bibliotecas del mundo y devolvió a la luz músicas olvidadas. Enriqueció la literatura de la guitarra con todo un repertorio de manuscritos en tablaturas. Siempre según el criterio de la conciencia de responsabilidad frente a toda obra de arte y a toda creación humana.
Esta constante de honradez y respeto en su trabajo y en su vida, confirió el sello tan peculiar suyo en su manera de interpretar la música.
Como renovador de la técnica de la guitarra, innovador de un repertorio tanto nuevo como antiguo, dejó constancia en los discos de su poder de transmisión. Grabó más de cincuenta, muchos de ellos únicos, como la Obra integral de Bach para laúd y para guitarra, estrenos de conciertos a él dedicados, obras inéditas, la mayoría de ellos premiados.
París
En la capital francesa recibió el encargo del director cinematográfico René Clement de una banda sonora para la película Juegos Prohibidos (Jeux Interdits), que más tarde ganó la Palma de Oro del Festival de Cannes. Romance Anónimo, como se llamaba la composición, dio la vuelta al mundo y se convirtió en una de las piezas más escuchadas dentro de la música de cine, y de referencia para los alumnos de guitarra.
Además, aprovechó para estudiar Ornamentación de la Música del Renacimiento, Estética y Música de Cámara en La Sorbona, al tiempo que daba conciertos. Dedicó gran parte de su tiempo en investigar y recuperar más de 6.000 partituras de música antigua, e introdujo algunas novedades técnicas, como algunas modificaciones en la postura para coger la guitarra y forma de ejecutar los armónicos.
Guitarra de diez cuerdas
Pero uno de sus mayores logros fue la creación de la guitarra de diez cuerdas, a pesar de que Andrés Segovia, que había ennoblecido un instrumento popular llevándolo a las salas de concierto de todo el mundo, consideraba que la creación de Yepes era ‘innecesaria’.
Las dudas del maestro de Lorca sobre las posibilidades técnicas de la guitarra le llevaron a una profunda investigación desde la vihuela arábigo-andaluza y sus antecedentes, hasta la guitarra actual. Tras muchos años de búsqueda, Narciso llegó a la conclusión de que al instrumento tradicional le faltaban cuatro cuerdas para que sonase toda la escala y tuviese sus armónicos naturales.
La primera guitarra con diez cuerdas se la encargó al luthier José Ramírez, y en 1965 actuó con ella en Berlín. Desde entonces, tocó siempre con el mismo instrumento, y la crítica musical se dividió en dos: los que estaban a favor y los que estaban en contra de esta innovación técnica.
Música antigua
Además, Narciso llegó a ser un experto en la música para laúd del Renacimiento y del Barroco, de la vihuela y la tiorba, y encargó una copia exacta del instrumento que utilizaba el compositor alemán Johan Sebastian Bach, llegando a descubrir cuál era la afinación que tenía entonces.
Una casa de discos alemana especializada en música antigua, le encargó la versión completa de las obras de Bach para laúd barroco, y el maestro de Lorca logró completar este enorme proyecto. Primero grabó las obras interpretadas con un laúd barroco, y después lo hizo con su guitarra de diez cuerdas. Así demostró que podía tocar las obras de Bach, originariamente escritas para laúd, sin necesidad de alterar ninguna nota. Algo completamente imposible de lograr con una guitarra tradicional de seis cuerdas, porque no cuenta con los sonidos más bajos.
Nos ha hecho un regalo universal y personal con su guitarra. Decía: “la música es parte de la vida y la vida es movimiento”. Él sabía muy bien que todo ese afán de movimiento del Arte sólo podía desembocar en el Amor del Creador.
Fue fiel a su lema de dar amor a través de su guitarra y lo consiguió hasta en el último concierto. Y el público lo percibía. Hemos gozado mis hijos y yo de una manera privilegiada de este regalo indescriptible.
Su legado sigue intacto, vivo en su espíritu y en toda la herencia del trabajo de toda una vida, que nos ha dejado. Siento que tenemos la hermosa responsabilidad de transmitir y hacer partícipes de este privilegio a niños, adolescentes, adultos y mayores de todo el mundo.
HONORES DEDICADOS
Narciso Yepes recibió los más altos honores humanos. Primer Doctor Honoris Causa de la Universidad de Murcia en Filosofía, Académico de la Academia de Alfonso X el Sabio, Académico elegido por unanimidad de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, Premio Nacional de Música, siempre decía que no los merecía y los aceptaba como instrumento para transmitir el don recibido. Dos distinciones le emocionaban: la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, otorgada por su Majestad el Rey D. Juan Carlos I, el primer año de su creación, y el nombramiento de Hermano Bienhechor de la Orden del Císter por el Abad General de la Orden cisterciense.
El maestro de Lorca ha recibido más distinciones y premios, entre los que destacan: la Cruz de Comandante de la Orden de Isabel la Católica en 1961, Miembro de Honor de la Giuventú Musicale D’Italia en 1976, Premio Nacional de Música en 1986, Medalla al Mérito de las Bellas Artes en 1987, Miembro de la Academia de Bellas Artes de San Fernando en 1989 (tomando el sillón número 18, que había dejado libre Andrés Segovia), Nombramiento del Conservatorio de Lorca como ‘Narciso Yepes’ en 1995, tiene una calle en su ciudad natal dedicada a su nombre y el Homenaje en el Auditorio de la Región de Murcia en 1997, al que le seguirían varios más después de su muerte.Sello en homenaje del artista emitido en 2015.
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