UN ACCIDENTE QUE PUDO EVITARSE – por Antonio de Cayetano.
Hoy quiero tener un recuerdo para siete trabajadores que murieron trágicamente en Lorca hace 34 años, convirtiendo el 10 de febrero de 1982 en una fecha triste del calendario lorquino, una fecha que jamás olvidaran sus familiares y amigos. Un día que cayó en miércoles tal como hoy y que amaneciendo también gris, quizá como presagio del accidente laboral que luego iba a suceder.
Faltaban pocos minutos para las doce del medio día cuando se conoció el terrible suceso, un deslizamiento de tierras en las obras del canal del trasvase en la diputación de Torrecilla, sepultado a siete trabajadores que se encontraban en el fondo de una gran zanja preparando una solera de hormigón, paso previo a la colocación de la tubería del trasvase de Lorca a Cuevas del Almanzora.
Como podréis imaginar el desconcierto fue total, la zanja era de unos 15 metros de profundidad y 4 de anchura, calculándose en más de 300 las toneladas de tierra del derrumbamiento. Los primeros momentos fueron de confusión entre los servicios de emergencia desplazados al lugar y los técnicos de la empresa, comenzaron primero retirando gran cantidad de tierra con las excavadoras y luego sobre las tres de la tarde, ya fueron decenas de voluntarios y compañeros los que con palas en la mano, fueron extrayendo la tierra, hasta dar con la primera víctima hacia las siete de la tarde, hallazgo que señaló la zona donde encontrar el resto de cuerpos.
Sobre el terreno estaban todos los servicios de seguridad y emergencias de Lorca, desde Santa Rosa de Lima de desplazaron todas las ambulancias disponibles y un equipo médico, pero desgraciadamente no hizo falta su intervención, los siete trabajadores habían fallecido por asfixia en el momento en que se desplomó la pared de tierra. En el tajo de la obra había un grupo de diez trabajadores, salvándose tres de ellos, uno había ido a por agua y al bajar con el botijo presencio la escena, a los otros dos les pilló en uno de los extremos del tramo en obras, pudiendo escapar uno a tiempo, mientras que al otro la propia fuerza de la tierra al caer, lo despidió hacia el exterior salvándolo de aquella tragedia.
Aquella tarde-noche fueron muchos los lorquinos que visitamos el lugar del suceso, allí se respiraba dolor y rabia, dolor por la pérdida de vidas humanas y rabia por ser un accidente anunciado, ya que semanas antes había habido otro derrumbe, sin las consecuencias fatales que tuvo este, pero que ponía en evidencia la falta de seguridad con que se venían realizando aquellos trabajos, librándose entonces un trabajador que estaba comiendo en el lugar donde se produjo y tras levantarse para pedir fuego a otro compañero. Como decía, el ambiente que allí se respiraba era de congoja, de desconsuelo, las autoridades presentes como el gobernador civil o el alcalde de Lorca con gesto serio y preocupado y los familiares de las víctimas rotos de dolor, incrementándose este cada vez que asomaba un cuerpo de entre la tierra y el hormigón que ya estaba fraguando, teniéndose que utilizarse martillos neumáticos para sacar algunas de las víctimas, operación que se prolongó hasta las dos de la madrugada.
Al día siguiente jueves, los lorquinos nos levantamos de luto, con la resaca del sentimiento, el día también amaneció triste como queriéndose sumar al duelo, incluso con alguna llovizna. El sector de la construcción hizo un paro general y el comercio cerró sus establecimientos esa tarde. Los funerales se llevaron a cabo en la ExColegiata de San Patricio, la misa fue oficiada por el obispo y 12 sacerdotes. Hasta allí fueron llegando previamente los coches fúnebres, escoltados por la policía local y procedentes de los distintos domicilios de los infortunados lorquinos, entre las victimas había cuatro de Lorca, uno natural de Totana, otro de Cáceres y otro de Bullas, este último era el más joven, con tan solo 18 años, e hijo de uno de los encargados de la obra según se dijo entonces.
En Lorca se dieron cita esa tarde, los ministros de Trabajo y Obras Públicas, la esposa del presidente del gobierno Pilar Ibañez-Martin, nacida en Madrid pero de raíces lorquinas, el presidente del Consejo Regional y el gobernador civil de Murcia, aparte de unos 10.000 lorquinos que quisimos acompañar y dar consuelo a los familiares de las víctimas, incluso el capitán general de la III Región Militar, que casualmente visitaba ese día nuestro regimiento, no quiso marcharse sin dar el pésame a nuestro alcalde por el luctuoso suceso.
Como siempre, las autoridades lamentaron lo ocurrido, prometieron abrir una investigación y se marcharon, dejando siete familias destrozadas, víctimas de la negligencia y el desinterés de la empresa y la administración. Saltaba a la vista que no se habían tomado las mínimas medidas de precaución en la obra, la zanja se estaba haciendo en forma de U, cuando lo correcto para esa profundidad era en V, había acopio de tierra arriba junto al borde de la misma y no se había impedido el paso de vehículos pesados que presionaban las paredes, siendo precisamente el peso y las vibraciones de un camión hormigonera y una grúa junto a la excavación, los que provocaron el desprendimiento que dio lugar al accidente.
Parece que el comité de empresa de la constructora Bernal Pareja, que era la empresa que realizaba los trabajos, había denunciado varias veces la falta de seguridad con la que se trabajaba en las obras del tramo del trasvase de la zona de Lorca. Incluso la Inspección de Trabajo había levantado un acta por el peligro detectado, inspección que se llevó a cabo en el mes de octubre cuando apenas la zanja tenía 4 metros de profundidad, una cuarta parte de lo que debía de tener el día del accidente, el acta fue de infracción por falta grave en grado máximo, pero sin embargo las obras siguieron su marcha. El acta fue notificada a la empresa ya en el mes de enero, sancionándola con solo 100.000 pesetas de multa, que es lo que en aquella época valía un televisor en color.
Ese fue el coste para la empresa por incumplir la normativa de forma grave y en grado máximo, el coste para los trabajadores ya lo sabemos. Es indignante que una obra dependiente del Ministerio de Obras Publicas a través de la Confederación Hidrográfica del Segura se hiciese de aquella manera, cuando la seguridad de los trabajadores debería de ser lo prioritario en cualquier obra pública, pero así pasó, incluso los sindicatos manifestaron en aquella fecha, que quince días antes del terrible accidente, visitó las obras el inspector de zona de Lorca y las obras continuaron su marcha sin objeción alguna.
Igual de haberse tratado de otra empresa la cosa hubiese sido distinta, Bernal Pareja era una empresa murciana de carácter nacional, una empresa que meses antes había presentado solicitud de suspensión de pagos primero y regulación de empleo después, apuntando como motivo, la crisis financiera que padecía y citando al Estado como el culpable de ello, pues la administración les debía 935 millones de las antiguas pesetas, cantidad que en agosto de 1.981 rebajaba UGT a solo algo más de cien.
Y eso en mi opinión, puede que influyera en que la empresa tuviese un cierto trato de favor, suele pasar en la obra pública, que como la administración no paga cuando debiera, pues tampoco moralmente puede exigir a la empresa que cumpla con su cometido. En los meses previos al accidente, las grandes empresas constructoras se vieron inmersas en huelgas y encierros de sus trabajadores, amenazando estas con drásticas reducciones de empleo, siendo Bernal Pareja una de las que preveían un masivo despido, por lo que es lógico pensar, que la administración favoreciese a esta empresa imponiendo la sanción con desgana y aplicando la normativa de seguridad laboral de un modo débil y negligente. También quizá por el motivo de ser una empresa murciana y venir sus regidores de una acomodada y conocida familia, la Confederación Hidrográfica que era la encargada de supervisar las obras, tampoco mostrase el mayor interés en que se cumpliesen suficientemente, las garantías técnicas en cuanto a la seguridad de los trabajadores.
Lo cierto es que Bernal Pareja se fusionó años después en OCISA, siendo hoy un referente en el sector de la edificación y las infraestructuras, mientras que los siete trabajadores, por la dejadez de unos y el desinterés de otros, hoy solo son un recuerdo de aquellos que los conocimos. He dudado escribir sobre el tema, pues no es mi deseo el revivir la tragedia entre familiares y amigos, pero rememorar lo que entonces pasó, igual le hace pensar a más de uno, en que las normas son para cumplirlas por los que están obligados a ello y hacerlas cumplir por los que tienen ese deber.
Desgraciadamente, este no ha sido el único accidente laboral importante acontecido en Lorca durante la ejecución de obras hidráulicas. A principios del siglo pasado murieron cinco trabajadores durante la construcción de un muro en la rambla de Tiata junto al puente de la Torta, al derrumbarse parte del muro sobre los mismos, quedando en el lugar una lapida blanca como testimonio del suceso, lapida que desapareció tras la renovación del citado muro como consecuencia de las obras del trasvase. En el siglo anterior, en el año 1865, tras haber quedado cegado el Pantano de Valdeinfierno por los sedimentos, se pensó en hacer un pozo que se uniese a una galería y por ella sacar los cienos, opción que era la más económica de las dos que se barajaron, resultando ser luego la menos adecuada y la más peligrosa, pues quince trabajadores murieron ahogados en el intento.
Ojalá que esta efeméride que hoy recordamos, sirva de aviso para que tanto empresarios, como administración o los mismos trabajadores, cumplamos con nuestras obligaciones, teniendo siempre presente que la seguridad en el trabajo, debe de ser siempre prioritaria sobre cualquier otra cosa por importante que esta sea.
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