ODIO Y VENGANZA, LORCA EN LA GUERRA CIVIL. Por Antonio de Cayetano.
Hoy 16 de julio, hace 80 años que comenzó en Melilla nuestra 4ª guerra civil, una sublevación militar apoyada por carlistas, falangistas y monárquicos, todos ellos en contra de la II República y de los resultados electorales salidos de las urnas tras las elecciones generales del día 16 de febrero de 1.936. Unas elecciones donde se dieron cita muchos partidos políticos, tanto de izquierdas como de derechas, obteniendo la victoria el Frente Popular, una coalición formada por los principales partidos de izquierdas.
Durante aquella campaña electoral, el primado de España, el cardenal Segura, advirtió que si se consolidaba la República, la maldición de Dios caería sobre la nación, y no fue por obra divina, pero lo cierto es que meses después, del “cielo” nos cayeron bombas a los españoles. El diario Arriba publicaba antes de los comicios, que no había que temer que la izquierda ganase, pues de darse el caso, no se le entregaría el poder. Las izquierdas ganaron y Manuel Azaña se hizo con el gobierno, pero en medio de los insistentes rumores de golpe de estado y al tiempo que los falangistas iniciaban una lucha sin cuartel contra la República, reclutando a gran número de jóvenes de derechas dispuestos a llevar a cabo acciones violentas, por lo que los primeros objetivos que se marcó el nuevo gobierno, fue el mantenimiento del orden público y democratizar al ejército para evitar intentonas golpistas.
En agosto de 1.932 ya había habido una intentona por parte del general Sanjurjo, siendo este condenado por esa acción y amnistiado después, siguiendo con sus conspiraciones golpistas desde Portugal donde fue exiliado. El general Franco que era jefe del Estado Mayor del Ejército, y que antes de las elecciones afirmaba que los militares deberían de acatar lo que saliese de las urnas, una vez conocidos los resultados, declaró por su cuenta el Estado de Guerra, una situación en la que el poder civil pasa a las autoridades militares, pero su conducta fue desautorizada por el jefe de gobierno en funciones y por el ministro de la guerra.
Así las cosas, unas de las primeras medidas que tomó el nuevo gobierno fue alejar a Franco de los centros de poder, trasladándolo a Canarias, al igual que hizo con otros generales antirrepublicanos como Mola y Goded a quienes también se les envió a otros destinos. En esto el gobierno de la República fue débil, pues no quiso enfrentarse a los militares y cuando se vino a dar cuenta ya fue tarde, la democracia se tenía que haber defendido con más firmeza depurando a los golpistas.
España no pasaba precisamente por su mejor momento, había muchas injusticias sociales, grandes diferencias entres pobres y ricos, preocupación por la reforma agraria prometida, con los grandes terratenientes en contra y los jornaleros impacientes por el retraso en aplicarla. También la Iglesia estaba en pie de guerra por la anunciada política anticlerical y por el posible cierre de sus colegios, mientras unas clases esperaban mucho de la República, otras la odiaban, pues veían que con ella peligraba su posición social. Pero lo peor era el caos en que se vivía en aquellos meses, con la lucha de clases, huelgas, manifestaciones, saqueos, quema de iglesias y de periódicos, atentados y muchos asesinatos. Asesinatos producidos entre los simpatizantes y militantes de los partidos políticos por odio y venganza, lo que llevaba a incrementar la tensión, al revanchismo y al desprecio por la vida.
España estaba dividida en dos, con agitadores en uno y otro bando, grupos paramilitares falangistas y otros grupos de derechas provocaban a los de izquierdas, cayendo estos en sus trampas y respondiendo a estas agresiones con más de lo mismo, organizándose también los obreros como grupos paramilitares de izquierda, siendo el resultado de esta insensatez, la quema de iglesias y edificios públicos, motines en cárceles y los cientos de asesinatos que se cometieron en los meses previos a la guerra civil, muriendo personalidades políticas de uno y otro bando, periodistas, militares, miembros de las fuerzas de orden público, campesinos, simpatizantes de partidos, trabajadores y estudiantes.
En enero de 1.936, cuando se disolvieron las Cortes y se convocaron elecciones generales, ya acordaron sublevarse un grupo de militares si el Frente Popular ganaba las elecciones, y los tristes acontecimientos que se desarrollaban en España era la escusa perfecta para dar el golpe, un golpe con el que se pretendía establecer el orden, pero que lo que provocó fue una guerra INcivil, una guerra cruel de vecinos contra vecinos que nos llevó al mayor de los desordenes.
En la tarde del día 17 de julio de 1.936, el comandante militar de Melilla, tuvo conocimiento de que oficiales bajo su mando estaban preparando la sublevación en la ciudad norteafricana para el día siguiente, por lo que se dispuso a neutralizar ese primer movimiento del golpe de estado, pero el general Romerales fue desobedecido por sus subordinados y apresado por un grupo de legionarios, siendo fusilado más tarde, como también lo fue el alcalde de Melilla.
En esta ciudad empezó la primera batalla de aquella inútil guerra, pues es inconcebible que la única salida de aquella situación fuese una guerra civil, conflicto que sufrimos los ciudadanos, que nos engendró un odio que todavía hoy en muchos perdura, que nos llevó al hambre, a la desolación, y a la represión posterior, que fue incluso peor que la propia guerra. Franco no solo se sublevó contra el gobierno de la República a la que estaba obligado a defender, sino que también lo hizo contra sus superiores jerárquicos, haciendo fusilar hasta un total de 16 generales que permanecieron fieles al gobierno democrático. Solo un general de las ocho capitanías generales le fue fiel, los seis generales de la guardia civil también se posicionaron a favor de la República y solo cuatro de los 21 jefes de alta graduación del ejército español se sumaron al golpe, pero la ayuda prestada por Alemania e Italia hizo que el alzamiento saliese adelante. Un golpe deseado también por Alfonso XIII que se encontraba exiliado en Italia, habiéndole solicitado ayuda a Mussolini dos años antes, para un eventual golpe de estado que trajese de nuevo la Monarquía a España. Pero aunque el golpe llegó por fin, la corona no se beneficio y tuvo que esperar hasta la muerte de Franco para poder reinar.
Lorca quedó en zona republicana, pues la rebelión fracasó en la mayor parte de Andalucía y en todo el levante. Tras conocerse el alzamiento, fueron muchos los lorquinos que rodearon el cuartel de la guardia civil con el fin de que sus miembros no se sumasen al levantamiento, también las milicias obreras neutralizaron a los líderes locales de los partidos de derechas, frustrando así cualquier amago de sublevación.
Si bien Lorca fue tierra de acogida para las familias que huían de las zonas de conflicto, por ser un sitio tranquilo, la verdad es que también hubo bastante odio y venganza entre la población, siendo numerosos los crímenes cometidos por el solo hecho de ser simpatizante de distinta ideología, destacando el asesinato de seis religiosos, hecho ocurrido el 18 de noviembre de 1.936, siendo arrojados sus cuerpos a uno de los pozos de azufre de la zona de Serrata.
Estos clérigos habían sido detenidos días después del comienzo de la guerra por un grupo de militantes de izquierdas que habían llegado de Cataluña y cuyo cabecilla era un lorquino emigrado allí, grupo al que también se le atribuye la quema de gran parte de nuestro patrimonio artístico semanas después, siendo destruidos por el fuego las iglesias altas con sus altares, capillas, retablos, imágenes y todo cuanto atesoraban en su interior, perdiendo los lorquinos en solo una tarde, cientos de años de nuestra historia.
También en Lorca se padecieron los famosos paseos y desapariciones durante la guerra y la represalia de los vencedores una vez terminada esta, con unos tribunales extrajudiciales que dejaban mucho que desear, así como fusilamientos sin juicio previo, ejecuciones que llevaban a cabo los soldados de la 4ª Brigada de Navarra llegados a Lorca tras terminar la guerra.
Lorca estaba en la retaguardia, aquí no había amenaza de bombardeo como en Almería o Cartagena, pero sí que se colocaron para defender la ciudad ante la posible entrada de tropas nacionales por el puerto de Águilas, unos nidos de ametralladoras en el paraje del Portajo en Purias, unos “casamatas” realizados en hormigón armado que contenían los puestos de ametralladoras, depósitos de munición y refugio para la tropa, casamatas que aún se conservan y que divisamos al pasar por la antigua carretera que nos lleva a la ciudad costera.
De lo que no se conserva nada, es del aeródromo militar que tuvimos en Lorca durante la guerra civil, un aeródromo situado a pocos kilómetros de la población y que fue en su día la sede de la Escuela de Caza y Combate, aeródromo donde una vez terminada la contienda, fueron encontrados en diferentes estado de conservación, hasta un total de 23 aparatos, conservándose uno en el museo del Aire, se trata de la avioneta De Havilland DH-60 de origen inglés, que entró en servicio en 1.933 y de las que fueron encontradas cinco nuevas en “nuestro” aeródromo. Hay que Recordar que dos aviadores lorquinos murieron durante la guerra, llevando por ello sus nombres de Mellado-Haro uno de los tres grupos que se formaron en Lorca para luchar en el frente, llamándose los otros dos, Batallón de Lorca nº 14 y 5º Regimiento de Milicias Populares.
No solo Lorca contó con aeródromo durante la guerra, las óptimas condiciones climatológicas de la región y sus espacios abiertos, favoreció que se situaran otras pistas en los municipios de Archena, Molina de Segura, Alcantarilla, Los Alcázares, Fuente Álamo, Cartagena y Totana, lugar donde estaba situada la Escuela de Polimotores, escuela de donde salieron los aparatos que llevaron al exilio al gobierno de la República, recogiendo a Juan Negrín en el aeródromo de El Fondo de Monóvar, cerca de Petrel, municipio alicantino donde estaba situada la finca que acogió la última sede del gobierno republicano.
También Lorca contó durante un tiempo, con la Escuela Popular de Artillería, escuela situada en el cuartel Sancho Dávila. La necesidad de cubrir de forma rápida y eficiente, cuadros de oficialidad que las circunstancias del momento aconsejaban, hizo que el Ministerio de la Guerra publicase una orden el día 25 de noviembre de 1.936 por la que se creaban seis escuelas populares de guerra en diferentes ciudades de la zona republicana, correspondiendo dos al arma de artillería, situándose la nº 2 en nuestra ciudad y la nº 5 en Gijón, a estas escuelas se les llamó más tarde Escuelas de Mando y Enseñanza, trasladándose la de Lorca a la ciudad de Almansa en Albacete y quedando nuestro cuartel como hospital para atender a los heridos del frente de Andalucía. De estas escuelas se salía con el empleo de teniente, empleo que se continuaría una vez finalizada la guerra, pero el desenlace no fue el deseado por los militares republicanos. Distinto fue en la zona nacional, donde también se hizo una formación acelerada de mandos, en este caso con el empleo de alféreces provisionales, ya que lo previsto era que una vez acabada la contienda estos no siguiesen en el ejército, pero una vez conseguida la victoria sí que pudieron continuar con la vida militar, llegando varios de ellos a generales, y destacando en cargos de la administración los que optaron por la vida civil.
Durante esos años de guerra, hubo un lorquino que desempeño un importante puesto en la prestación de ayuda a los necesitados, se trata del escritor Joaquín Arderius Sánchez-Fortún, hermano de Tomás de Aquino, el que fuera alcalde de Lorca al terminar la primera década del pasado siglo.
Este lorquino fue presidente de Socorro Rojo Internacional, una organización similar a Cruz Roja, que se ocupó durante la contienda de llevar alimento a la gente necesitada y libros a los soldados en el frente, aparte de crear hospitales y realizar campañas de higiene dental entre la población. Aunque cuando se dejaba caer por Lorca, parece que no era bien recibido por sus paisanos, sobretodo en la huerta, donde cuentan que cargaba los camiones de la organización con frutas, hortalizas y ganado, siendo todos estos alimentos confiscados a sus productores de una forma descarada.