Inicio Mi Rinconcico Andrés Martínez Rodríguez EL CAMPANERO DE LA VELICA DE LORCA.

EL CAMPANERO DE LA VELICA DE LORCA.

Mateo corría por la empinada cuesta, sus piernas se frenaban con el agua que bajaba con gran fuerza por la pendiente del cabezo de la Velica...

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EL CAMPANERO DE LA VELICA DE LORCA.

Mateo corría por la empinada cuesta, sus piernas se frenaban con el agua que bajaba con gran fuerza por la pendiente del cabezo de la Velica. Se había dirigido hacia allí, después de que el alcaide le hubiera dicho en la sala del concejo que un caballero recién llegado de los Vélez, había comunicado que el río iba muy crecido y se había desbordado en algunas zonas anegando huertas y caminos.

Mientras se retiraba continuamente el agua que resbalaba por su frente cubriéndole los ojos, no dejaba de pensar que cuanto antes hiciera sonar la campana, los vecinos de la ribera y de los arrabales cercanos al río estarían avisados de su crecida y se dirigirían prestos hacía las puertas de la muralla para resguardarse. Así lo hizo repetidamente en cuanto llegó al torreón, y no empezó a sentirse aliviado hasta que comenzó a vislumbrar con dificultad tras la fuerte lluvia, como grupos de personas a pie, a caballo o en carro se encaminaban con sus animales hacia las puertas y las atravesaban.
Desde que había ocupado el puesto de su padre como vigilante y atalayero en la torre de la Velica, era la primera vez que tenía que hacer sonar la campana por este motivo. Corrientemente su trabajo consistía en tocar la campana para anunciar los turnos de riego y encender la hoguera en el terrazo del torreón para informar a los viajeros, caminantes, arrieros, pastores y demás gentes, que las puertas de la muralla se iban a cerrar.

Se quedó toda la noche en vela y muy inquieto en el torreón, solo acompañado de su fiel perro Betún, oyendo el murmullo del agua de la crecida y la potente lluvia rebotar sobre el terrado de la torre. Antes del amanecer, mientras miraba el curso del río, sintió aliviado como la lluvia había aminorado y como la muralla de esta parte de la ciudad había servido de contención para que la riada no entrara a la ciudad. Era el momento de volver a tocar la campana para anunciar que las puertas de la Fuente del Oro y de la Ribera continuaban cerradas. Sentado sobre el roquedo al pie de la Velica, pensaba muy satisfecho sobre la importancia de ser centinela en este torreón.

Con el paso del tiempo se fueron sucedieron los vigilantes en la Velica mientras fueron necesarios para tocar la campana y encender la almenara. Cuando cesó está misión la torre se arruinó y desapareció con la explotación de una cantera que desmontó el cabezo. Tras esto, solo quedó un muro horadado en su base que por su apariencia fue llamado popularmente “el ojo del gigante”.
Este muro medieval aún sigue en pie sobre las agrietadas calizas formando parte del paisaje de esta parte de la ciudad, siendo lejano testigo de una fortificación y de una forma de vida. Algunos incívicos, no saben valoran nada de esto y han sido capaces de pintar grafitis sobre la roca del cabezo. Que necesaria es la educación en la defensa y conservación del patrimonio, apostemos todos por ello.