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HISTORIA DE LORCA – LA ANTIGUEDAD

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La función comercial lorquina en los preludios de la romanización

Las primeras villae romanas en el Alto Guadalentín están documentadas en el siglo I a.C., constituyendo buenos ejemplos la Torre de Sancho Manuel y La Hoya de la Escarihuela. En los albores de la conquista romana, Lorca funcionaba como un establecimiento mercantil, que recibía la llegada de importantes cargamentos de ánforas púnicas para su posterior comercialización. Esto se realizaba aprovechando su estratégica situación en el corredor Levante-Andalucía y en el camino de penetración de Cartagena hacia el interior (Vía Augusta).

Los objetos de origen itálico y norteafricano, hallados en las excavaciones arqueológicas de Lorca, ponen de manifiesto la existencia de un nudo comercial, que completaría su función mercantil con actividades derivadas de la explotación de la agricultura, la ganadería, la alfarería y la transformación de los metales, especialmente la plata. A partir del siglo I d.C., los habitantes del núcleo urbano lorquino conviven con la población de las villae romanas y otros enclaves distribuidos por las fértiles tierras del valle del Guadalentín.

La mítica Eliocroca

Las estructuras descubiertas en Lorca permiten relacionar la ciudad con la Eliocroca mencionada en el ‘Itinerario de Antonino’ (a 44 millas de Cartagena) y en el Concilio de Elvira (300-302 d.C), donde aparecen el obispo Suceso y el presbítero Liberal, representando a la ciudad. Este núcleo urbano debió nacer como consecuencia de la intensa actividad comercial llevada a cabo por los romanos a lo largo del proceso de romanización, y que traería como consecuencia el trazado de vías, a lo largo de las que irían surgiendo nuevos núcleos poblacionales. Eliocroca debió localizarse en las inmediaciones de la calzada romana, cuyo trazado se dirige siguiendo el curso del Guadalentín hacia el río Corneros, en uno de cuyos márgenes se descubrió la columna miliaria del emperador Diocleciano (284-305 d.C.). Se ha identificado la localización de esta ciudad romana con el actual emplazamiento de Lorca.

La aparición de una extensa necrópolis romana con importantes hallazgos en las afueras de Lorca y su supuesta localización en las márgenes de la Vía Augusta, llevaron a denominar como cementerio de Eliocroca a la necrópolis de una villa rural, situada en en el paraje de la Casa de las Ventanas. La importancia del período romano de Eliocroca, siempre al amparo del esplendor de Cartagena, se culmina con la existencia de una sede obispal en la ciudad, documentada a comienzos del siglo IV. Para dar salida a los productos de Eliocroca y abastecerla de productos itálicos, los romanos construyeron el puerto de Aquila (Águilas).

La proliferación de villae romanas por el campo lorquino

A partir del siglo II d.C., el poblamiento rural alcanza gran estabilidad con más de cuarenta villas distribuidas por el actual término municipal de Lorca. Las villae romanas más importantes de Eliocroca fueron las de Los Villares, cerca del río Turilla; la Torre de Sancho Manuel, en Cazalla; la Hoya de la Escarihuela y la Casa de las Ventanas en la Torrecilla, que además contaba con necrópolis. Estos abundantes asentamientos romanos estaban dedicados a la explotación agrícola de la vega del Guadalentín. La mayoría de las grandes casas romanas del campo lorquino se emplazaron cerca de fuentes o nacimientos, que permitían el desarrollo de la explotación rural, a la vez que suministraban agua para ninfeas, piscinas y termas.

Paralelamente a la proliferación en el campo lorquino de grandes villas romanas aparecen también pequeñas explotaciones situadas en llanos y asociadas a nacimientos de agua, que atestiguan la presencia de modestos productores o colonos. Las excavaciones de La Quintilla, situada en las últimas estribaciones de Peña Rubia, han permitido documentar una de esas importantes villae, propiedad de ricos personajes.

La inexpugnabilidad lorquina en época visigoda

Durante los siglos V al VII d.C. se produce la consolidación de la población emplazada en la amplia meseta del Cerro del Castillo, aprovechando sus excepcionales condiciones geopolíticas y de control de comunicaciones. Los testimonios arqueológicos confirman la continuidad urbana de Eliocroca con posterioridad al siglo V, hecho constatado al ser una de las ciudades citadas en el Pacto de Teodomiro. Quizás las ventajosas condiciones estratégicas del Cerro del Castillo pudieron hacer de Lorca un establecimiento bizantino situado en primera línea fronteriza contra los visigodos y vinculado a la ciudad de Cartagena.

A partir de las fuentes materiales que han aportado las excavaciones arqueológicas, únicamente se puede constatar la función económica que debió ejercer sobre el corredor del Valle del Guadalentín. El Guadalentín sería una importante vía de comunicación con un amplio ámbito rural en su entorno, por donde llegarían productos importados procedentes de la ciudad portuaria de Cartagena.

La inexpugnabilidad del Cerro del Castillo de Lorca ha dificultado sobremanera su posesión mediante conquista, siendo efectuada, en términos generales, a través de capitulaciones. Éste es el motivo por el cual resulta bastante probable que nunca fuese conquistada por los visigodos. Con la invasión musulmana, el rural y disperso mundo tardorromano se va a transformar en urbano y amurallado, con puertas que lo comunican con una feraz huerta, drenada por canales y acequias.