Como era Lorca en la época mulsulmana.
Lorca era el punto estratégico para el control de la vía natural de paso entre Levante y Andalucía y donde a partir del siglo III d.C. se había ido concretando una importante población, la Eliocroca, nombrada en el concilio de Elvira y en el Itinerario de Antonino. Lorca fue una de las siete ciudades que aparecen en el Pacto que Teodomiro firmó con los conquistadores en abril del 713.
Durante más de quinientos años (713–l244) la ciudad continuó siendo el centro de una comarca y pudo llegar a tener carácter de capitalidad en los primeros años del dominio musulmán. La ciudad y su comarca se fueron poblando sucesivamente de árabes y sirios que eligieron para su emplazamiento militar lugares elevados, de difícil acceso, que controlaban extensos territorios y las principales vías de comunicación.
La ciudad musulmana de Lorca fue creciendo a partir del núcleo tardorromano preexistente, hasta llegar a alcanzar en torno a los siglos X–XI el perfil urbanístico de ciudad islámica, silueta que se mantendrá viva hasta la capitulación de la ciudad en 1244. La configuración de este núcleo urbano era la “clásica” de al–Ándalus: una alcazaba fortificada en la parte más alta; al pie, la madina amurallada; y en el extrarradio, los arrabales, las zonas artesanales y los cementerios que separarían la ciudad de la fértil huerta poblada de casas y almunias.
El arrabal debió tener una mezquita en torno a la que se organizó “El Barrio” como una pequeña ciudad independiente. Las fuentes árabes mencionan dos zocos ubicados en el arrabal lorquino, uno especializado en perfumes y otro en tejidos. El arrabal estaría comunicado con la madina y dispondría de una puerta abierta hacia el exterior donde se localizarían el barrio de los alfareros y el cementerio.
La ciudad estaba fortificaba con una importante muralla, reforzada con torreones cuadrangulares y rectangulares dispuestos de trecho en trecho, donde se abrían varias puertas y portillos; un foso delante de la muralla completaba la defensa de la madina.
La mezquita–aljama quedaba en el centro del núcleo urbano, y al pie de la alcazaba. Inmediatos a la mezquita, como en todo núcleo islámico destacado, estarían el bazar, el barrio comercial e importantes barrios residenciales.
En los últimos años del dominio musulmán, la falta de espacio periurbano hizo que en las inmediaciones de la puerta Gil de Ricla o al–Sharia, se instalaran talleres para la fundición de hierro, cerca del cementerio. En la periferia del núcleo urbano y junto a los principales caminos, existió una serie de casas rodeadas de huertos irrigados por la importante acequia de Sutullena.
La única obra bien conservada ha sido la muralla, reutilizada después de perder su funcionalidad defensiva, como cimentación de las edificaciones construidas.
Las calles estrechas y empinadas del primer núcleo urbano musulmán en Lorca se distribuirían por el Cerro del Castillo y la ladera sureste, extendiéndose por las Peñas de San Indalecio hasta el espacio ocupado actualmente por la iglesia de San Juan.
Las casas construidas con piedras, adobe y tapial quedarían encerradas por una recia muralla de la que parecen quedar testimonios en la parte posterior de la iglesia de Santa María.
La Lorca islámica del s. X presentaba un alto nivel cultural; debía ofrecer el perfil urbanístico completo de una importante ciudad islámica, aspecto que se mantendrá en todo el Medievo y que aún se deduce del trazado urbano de algunos barrios de la parte alta de la ciudad.
La madina se fue extendiendo ante el aumento demográfico a partir del primitivo núcleo islámico. La mezquita mayor se localizaría en el subsuelo de la iglesia de Santa María. Inmediatos a la mezquita, como en todo núcleo islámico importante, estaría el bazar y el barrio comercial. La entrada al barrio central de la madina pudo persistir muy reformada en el Porche de San Jorge, puerta que se levantaba hasta el primer cuarto del siglo XX en las proximidades de la actual calle Zapatería.
En disposición concéntrica, como todavía se intuye en el trazado actual de algunas calles, se dispondrían los barrios residenciales en torno a los barrios públicos donde las calles principales se orientan al bazar.
La mayor riqueza del valle que circunda la ciudad son sus tierras; un escritor árabe de la época lo refiere con las siguientes palabras: “De su fertilidad no hay en la tierra ninguna que las iguale. Posee las mismas cualidades que el Nilo, pues se riega una sola vez y no es necesario volver a hacerlo”. Buena parte de los habitantes de la ciudad se dedicarían a la agricultura, y vivirían agrupados en barrios semirrurales de aspecto urbano que pudieron estar dentro del perímetro murado o en sus inmediaciones.